Yasmany y Pedro son dos hermanos que se dedican a la carpintería. A pesar de su juventud (29 y 20 años respectivamente), ya muestran suficiente experiencia en este oficio y viven de él.
"Comencé a los 15 años. Terminando la secundaria, no quise seguir estudiando pues en mi casa había mucha necesidad. Mi madre divorciada, el Periodo Especial en su apogeo, y nos faltaba todo. Me fui de ayudante para un taller y ahí estuve seis años. Aprendí mucho y reuní dinero para armar mi propio taller. Desde los 21 años trabajo en lo mío", comenta Yasmany.
Pedro siguió sus pasos. Desde los 12 años ayudaba a lijar o a aguantar la madera mientras aserraban. Poco a poco se convirtieron en un dueto ebanista. Con gran destreza, medios bastante rústicos y desprotegidos, convierten los toscos palos en muebles.
¿Entonces la apertura de licencias para el trabajo por cuenta propia les vino bien, como opción legal de trabajo?
"En sí, no existe una patente para ser carpintero ebanista, solo para reparar muebles viejos. Es algo absurdo. La gente siempre necesita cosas nuevas y más aún los que comienzan. Ahorran y encargan sus muebles. Pero los que terminan las misiones en otros países son nuestros principales clientes. Traen un buen dinero y lo emplean muchas veces en mejorar sus condiciones de vida."
Pero entonces, hacer un mueble desde cero, por ejemplo, esas sillas en que trabajan ahora, ¿es ilegal?
"Sí. Tal parece que ese es el propósito, que uno haga las cosas ilegalmente. La mayor parte del tiempo los inspectores parece que toleran. Pero a cada rato vienen y te ponen una multa por cualquier cosa. ¡Es que todo es ilegal!", responde Pedro.
¿Cuántas cosas de las que tienen o hacen ustedes son ilegales?
"Como te dije, confeccionar un mueble es ilegal, solo tenemos permiso para reparar. Pero reparando solamente nos morimos de hambre, y la mayor demanda es de muebles nuevos. Así es como funciona el negocio", responde Yasmany.
"La madera misma que aparece es ilegal. El Estado es el dueño de casi toda la madera y no nos vende a los particulares, aunque tengamos patente. A los que tienen árboles, que son muy pocos, no les permiten talar, solo 200 pies cúbicos al año. Entonces, hay gente que se los roba en los montes y lo trafican. Cuando te ofrecen madera, si preguntas su origen, no trabajas. Ya comprarla es de hecho un acto ilegal", agrega.
Es algo horrible, sin duda, esa tala indiscriminada. ¿Es el propio Estado quien la propicia al no permitir otra fuente de abasto a la demanda del mercado?
"Exactamente. Si nos vendieran madera por otra vía, ese tráfico dejaría de existir, porque es muy riesgoso y nadie quiere tener problemas".
Según argumentan los dos hermanos, una o dos veces por mes los inspectores visitan a los carpinteros con el solo objetivo de cumplir su plan de multas. Otean el taller y siempre aparecen dos o tres motivos para aplicarlas.
Todo aquí roza la ilegalidad o la cala bien profundo. Motores de origen estatal que fueron desechados pero no existe mecanismo para legalizarlos. Lijas que han sido robadas por los obreros de talleres estatales para "resolver" su déficit salarial. Hojas de sierra con igual origen. El trabajo de ambos se encuentra en un ineludible estado de vulnerabilidad, pues no hay otro mercado de insumos que el robo al Estado.
"Lo peor es que no te puedes molestar cuando te aplican la multa. Son desde 50 hasta 1.500 pesos. Si eres amable, les brindas café y les 'majaseas' un poco, te ponen la mínima. Pero si te pones rebelde te la aplican completa y se te mudan de tal forma que no puedes trabajar más", comenta Pedro.
Son diestros como carpinteros estos dos jóvenes mayariceros, pero da pavor verlos trabajar. En chancletas, a veces sin camisa y hasta sin gafas protectoras para el aserrín. Los equipos son inventados por ellos mismos, sin protección. Mientras trabajan sus manos se acercan temerariamente a las hojas de la sierra o las lijas rotatorias.
"Varias veces nos hemos raspado los dedos con la lija. El otro día me cogí la palma de la mano con la plana y tuve suerte de que no llegó al hueso. Ya sanó hace días y volví a trabajar. Nosotros hemos sido dichosos hasta ahora, porque casi todos los carpinteros que conozco tienen uno o dos dedos mochos, por accidentes", comenta Yasmany, increíblemente sonriendo.
¿Y qué les dicen las autoridades?¿Acaso no hay esperanzas de mejoría por la vía legal, oficial?
"¡Qué va! De mejoría nadie habla. Al Estado lo único que le interesa es recoger la plata, con los impuestos y con las multas. Lo otro es sálvese quien pueda", responde efusivo Yasmany.
Este año hay "elecciones". Desde los delegados de circunscripción hasta el propio presidente del país. ¿Creen que eligiendo nuevos dirigentes las cosas podrían mejorar?
"¿Mejorar? ¡Difícil! Yo ni siquiera sabía que tocaban las elecciones. Aquí, que yo sepa, solo se elige al delegado. Son gente buena, pero no pueden hacer nada por nadie. Las cosas vienen de arriba y debe ser arriba donde se puedan arreglar. Yo los veo como monigotes, y que me perdonen la franqueza", opina Yasmany.
Bueno, ya han anunciado las elecciones por la televisión y todos los medios...
"Nosotros vemos muy poca televisión. Grabamos memorias con lo del Paquete Semanal y es lo que vemos. La verdad, aquí nadie vota nunca. Nosotros no, pero nuestra madre es Testigo de Jehová y por eso ni nos molestan cuando no vamos. Realmente, yo no lo hago porque no le veo importancia y me pesa ir", explica Yasmany.
Raúl Castro ha dicho que no gobernará después de estas elecciones. ¿Creen que eso pueda ayudar, si saliera alguien nuevo?
"No creo que eso haga la diferencia. Cualquiera que pongan será gente de ellos mismos y hará más o menos lo mismo. Tal vez hasta peor. Esto está malo, pero se puede poner incluso peor. Ese mismo que es segundo de Raúl, Díaz-Canel, fue jefe aquí en Holguín y no hizo nada que sirviera. A la gente le cae mal y tienen mil quejas de él. ¡Imagínate! ¿Qué podríamos esperar?", concluye Yasmany.
Evidentemente, no hay fe en prontas mejorías. Ellos continúan trabajando, nunca se detienen. Es un hermoso oficio el de carpintero: parece magia ver estas lindas sillas que acaban de pulimentar y que salieron de troncos hasta ayer ásperos. Es un arte en verdad, pero en la Cuba de hoy, un arte muy difícil y muy peligroso.