Los Muñecones, la emblemática comparsa que inicia los desfiles del carnaval santiaguero, están en una carrera de reconstrucción de más de la mitad de sus personajes, a solo unos pocos días del inicio de las festividades.
En el patio de la Dirección municipal de cultura, bajo el ardiente sol de julio, se encuentra el "taller" de la comparsa que perdió el techo durante el paso del huracán Sandy.
Flora Vera, de 79 años, es su directora general desde hace 18 años. Instructora de arte de profesión, desde su jubilación se incorporó a trabajar en la construcción de los muñecos, transformando a los gregarios y amedrentadores personajes en la comparsa más querida por los niños.
"Sol, mucho sol es lo que nos hace falta", exclama mirando con recelo las nubes que amenazan con cubrirlo, mientras en el patio-taller reposan en secado algunos de los muñecos reparados y partes de otros.
"El año pasado aumentamos los personajes hasta 120, al comenzar los preparativos este año me entregaron 54", se queja Flora. "Estamos trabajando con un equipo de cinco restauradores para recuperar personajes, pero con el tiempo que tenemos y las limitaciones de materiales espero lleguemos a 80", concluye esperanzada.
El faltante de personajes se debe al alquiler y préstamos que se hace por la Dirección de Cultura a otros municipios e instituciones para carnavales y festividades infantiles.
"El problema con los préstamos es el descontrol", dice una funcionaria de la entidad, "después de su salida nadie se preocupa por regresarlos."
A la despreocupación de estos préstamos se suma el descuido y destrucción por la fragilidad de los muñecos hechos de papier maché.
"No me opongo a los préstamos", alega Flora, "incluso se prestan a hospitales para actividades con internos, pero debe haber regulaciones en estos, porque no solo los destruyen sino también se quedan con los vestuarios. Este año, de los pocos devueltos, ninguno tenía la ropa."
El reclamo de la directora se debe a los sacrificios que cada año realiza el equipo para sacar la comparsa. Más allá de los salarios pagados casi tres meses después de terminado el carnaval, define los esfuerzos de restauradores, manipuladores y músicos como una cuestión de amor al proyecto.
Luis Álvarez, médico jubilado de 73 años, es uno de los restauradores. Su preocupación por sacar adelante los muñecos lo llevó a recopilar cartones y papeles por las calles, además de recorrer las panaderías de la ciudad en busca de harina de barredura para hacer el engrudo.
"Este es un trabajo de amor, es para los niños", comenta. "Llevo cinco años restaurando, mi mayor felicidad es ver a los niños como quieren a los muñecones, por eso no me da pena ir a pedir la harina que recogen del suelo."
Ahora están muy esperanzados de que las cosas mejoren. El primer secretario del Partido, Lázaro Expósito, convocó a todos los directores de comparsas, y les fue asignada una empresa de padrino a cada una. A la comparsa le tocó la fábrica de cartón que les proveyó de casi todos los materiales, además en la reunión les prometieron un local con llave para mejor salvaguarda y control de los muñecos. Su primera presentación será mañana, en el carnaval infantil.
Flora no para, en las mañanas se dedica a organizar el trabajo en el taller y trasladar lo que les hace falta; en las tardes, ensayos con la orquesta que le acompañará en el desfile.
Terminar de reparar personajes como Blancanieves, Chuncha, Elpidio Valdés, Caperucita Roja y objetos personificados —como el Bombillo Ahorrador—, es el objetivo. Después todos serán pintados, aunque salgan todavía húmedos el primer día de desfile.
Este año no incorporarán un nuevo personaje, pero saldrán a homenajear a la Premio Nacional de Teatro Fátima Patterson bailando el danzón "Y Fátima", compuesto por su padre Mario.
En la tarde, Flora se alista para su segunda jornada. Le duelen las rodillas de tanto caminar en la mañana. Manda a buscar la botella de ron para el ensayo de su orquesta de 24 músicos. Alguien le dice que debería descansar, ella impertérrita responde: "Yo voy a descansar cuando me muera".