Si a usted le dicen que en un país cualquiera de América Latina casi el 60% de las tierras fértiles disponibles para la agricultura no se cultivan, no producen absolutamente nada, creerá que le están tomando el pelo, pues en pleno siglo XXI eso no parece posible.
Pero sí lo es. El país en cuestión es Cuba, una bella isla tropical plena de tierras muy fértiles que asombraron al Gran Almirante cuando las conoció hace 525 años.
¿Cómo es eso posible en un país al que la FAO, en los años 50, ponía de ejemplo como uno de los mayores productores y exportadores de alimentos de Latinoamérica en proporción a su población total?
Uno de los "ganchos" proselitistas de Fidel Castro para su movimiento antibatistiano, luego de causar la muerte de decenas de jóvenes en el desastroso asalto al cuartel Moncada, fue la promesa de que al llegar él al poder realizaría una profunda reforma agraria, entregaría las tierras a los campesinos que la trabajaban y eliminaría los latifundios improductivos.
El general Batista huyó de la Isla, Castro se subió al poder, y lo que hizo fue burlarse de todos y pasar a propiedad del Estado el 77% de las tierras agrícolas de la nación. Creó con ellas gigantescos latifundios improductivos, los mayores del país desde la colonización española.
Como resultado, en los dos primeros años de la estatista "Reforma Agraria" la producción de azúcar se derrumbó de 6,8 millones de toneladas métricas a 3,8 millones en la zafra 1962-1963. La Isla dejó de ser el primer productor y exportador mundial de azúcar de caña. Un título que poseía desde finales del siglo XVIII. En 2017 Cuba produjo 1,7 millones de toneladas de azúcar, tres veces menos que los 5,1 millones de toneladas producidas hace 92 años.
Cuba pasó a ubicarse en la cola de los productores de alimentos de América Latina y el que peor rendimientos agrícolas registra en el continente, incluso en la caña de azúcar, en lo que fue líder mundial. Y si no se produjeron fatales hambrunas fue porque Moscú comenzó a subsidiar a la dictadura para convertir la Isla en un portaviones soviético gigante en las narices de EEUU, y expandir la ideología comunista por las Américas.
Aun con las subvenciones de la URSS el comandante en marzo de 1962 tuvo que implantar una cartilla de racionamiento de alimentos, que ya tiene 55 años de edad y es la de más larga vida en la historia del Hemisferio Occidental.
Con la "Reforma Agraria" se desplomó la producción de alimentos básicos de la dieta cubana: carne, arroz, leche, viandas, frutas y vegetales. De casi siete millones de cabezas de ganado vacuno en 1958 para seis millones de habitantes (una vaca por habitante), hoy la cifra es de 3,6 millones de vacunos flaquísimos, para 11,3 millones de habitante (tres habitantes por vaca). Por eso en 2016 se produjo tres veces menos carne y menos leche que en 1958, con el doble de habitantes.
En los años 50 Cuba se autoabastecía de carne de res, leche, frutas tropicales, café y tabaco. Y era autosuficiente en pescados y mariscos, carne de cerdo, de pollo, viandas, hortalizas, y huevos. Era el primer país latinoamericano en consumo de pescado y el tercero en consumo de calorías, con 2.682 diarias. Y ocupaba el séptimo lugar a nivel mundial en salario agrícola promedio, con 3 pesos diarios (equivalentes a dólares), según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Antes de 1959 Cuba importaba el 29% de los alimentos que consumía. Los comunistas de entonces (el PSP) criticaban que aquella cifra era muy alta para un país tan fértil. Hoy, con los comunistas en el poder, se importa el 80% de los alimentos.
Propiedad estatal vs. privada
El régimen se niega a entregar las tierras en propiedad a quienes la trabajan o la quieran trabajar, y a quienes la trabajan les prohíbe que la cultiven libremente y vendan sus cosechas en el mercado. Los obliga a entregar las cosechas al Estado, a precios miserables.
Encima, en la distribución estatal por parte del engendro llamado Acopio se pierde el 57% de los alimentos cosechados, según la ONEI. El propio régimen admite que el 56% de las tierras agrícolas de Cuba están ociosas, inundadas de marabú, no producen ni una malanga. Estas dos últimas estadísticas son más que suficientes para que el general Raúl Castro presente su renuncia mañana mismo.
Hay en la Isla un total de 6,2 millones de hectáreas de superficie agrícola, de las cuales el 46%, es decir, 2,8 millones de hectáreas, son de las empresas estatales (los sovjoses en la antigua URSS). Un 31%, o sea, 1,9 millones de hectáreas, son también estatales, pero entregadas en usufructo a particulares mediante contratos leoninos. Y las restantes 1,4 millones de hectáreas, el 23%, corresponden a los campesinos privados, individuales o en cooperativas.
Para saber cómo producen baste un dato. Según la ONEI, en el primer semestre de 2015 las empresas estatales, incluyendo las cooperativas estatales llamadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) produjeron únicamente el 10% de los 5,7 millones de toneladas de viandas, hortalizas, arroz, frijoles y frutas obtenidas en todo el país. O sea, 570.000 toneladas. El otro 90% (5,1 millones de toneladas) fue producido por los agricultores privados y los usufructuarios.
Increíble, pero cierto. Con aproximadamente la mitad de las tierras, que son las mejores del país, el Estado socialista produjo la décima parte de las cosechas nacionales, mientras que la otra mitad, operadas por manos privadas, produjo el 90%. Ello expresa la idiotez y soberbia absurda de la elite castrista, que se niega a aceptar la sabiduría del refrán criollo: "el ojo del amo engorda el caballo". Y gasta 2.000 millones de dólares importando alimentos.
Hogueras para quemar las "libretas"
Las evidencias de la superioridad de la propiedad privada en la agricultura —y en todo— son abrumadoras. El régimen militar tiene la obligación de entregar las tierras fértiles de la Isla a quienes la quieran trabajar, y con sus títulos de propiedad. En China y Vietnam gobiernan partidos comunistas y los campesinos tienen libertad para cosechar y vender lo que producen.
El colmo es que, pese a que la crisis venezolana ha agudizado la escasez de alimentos en Cuba, por falta de dinero para importarlos y para adquirir los insumos y equipos para hacer producir la tierra, el castrismo en vez de liberar las fuerzas productivas agrícolas aumenta los controles.
En una reciente reunión del Consejo de Ministros, según reportó Granma, "se ratificó que las tierras otorgadas en usufructo son propiedad intransferible del Estado". O sea, que nadie se haga ilusiones pues las tierras son propiedad del Estado y solo son prestadas por un tiempo, que ahora se va a extender a 20 años.
En la propia reunión, Marino Murillo, zar —algo opacado últimamente— de la "actualización del modelo cubano", reveló que ha bajado el interés por obtener tierras estatales en usufructo. Es lógico, los campesinos y los potenciales agricultores no quieren trabajar tierras que no son suyas y no pueden venderlas o dejárselas a sus hijos. Tampoco pueden producir y vender libremente las cosechas. Y el régimen les puede quitar la tierra en cualquier momento, como ya ocurre en Holguín.
Lo cierto es que Cuba es el único país de Occidente en el que la actividad agrícola y pecuaria no está a cargo totalmente del sector privado. Si se privatizase la agricultura y se respetasen los derechos de los ciudadanos a la libertad económica y todos los otros derechos del hombre moderno, en poco tiempo los cubanos harían hogueras para quemar las "libretas" en las calles. Se alimentarían adecuadamente. Cuba volvería a ser citada como ejemplo por la FAO.