Desde que el parque Céspedes, centro administrativo, histórico y cultural de Santiago de Cuba, tiene punto WiFi, ha crecido el número de personas que se acercan al área en busca de conectarse a internet. Jóvenes, artistas callejeros y turistas, entre otros, confluyen en ese espacio propiciador de intercambios… bajo la estrecha vigilancia de cámaras y agentes del orden. Algunos han sido blanco de lo que la Policía llama "profilaxis".
Miguel, un vendedor ambulante de confituras, cuenta que su hijo fue a pasear por el parque con su novia de 17 años y, como esta fue cuestionada por un policía, el joven intervino en su defensa. Terminó en una estación por un supuesto delito de proxenetismo, aunque finalmente no se le pudo probar nada.
Yesenia tiene 20 años, es maestra y estudia la licenciatura en la universidad en el curso para trabajadores. Dos o tres veces por semana acude al parque a conectarse a internet, compartir con amistades y disfrutar un rato en locales aledaños que ofrecen música. En su última inclursión, dice, un turista alemán la invitó a cenar y a disfrutar de un concierto en el Salón de los Grandes de la Casa de la Trova.
"No lo pensé dos veces, no puedo pagarme los 10 dólares de la entrada, así que aproveché la oportunidad", relata.
La invitación le costó pasar la madrugada detenida. Pasada la medianoche, salió del local acompañada por el turista y se dirigió a coger una mototaxi para regresar a su casa, pero ambos fueron interceptados por un policía que les pidió identificación. El agente permitió irse al extranjero; sin embargo, asegura Yesenia, ella fue conducida a la 2ª Estación de la Policía, conocida como el "Palacete", y de allí trasladada a la 4ª Estación para "analizar su caso".
En la 4ª Estación —cuenta Yesenia— fue introducida en una oficina donde dos mujeres policías le preguntaron si había estado allí anteriormente y si tenía antecedentes penales, lo que la joven negó. Le comunicaron que la causa de su arresto era que se encontraba en compañía de un extranjero por la calle y que se le acusaba de "prostitución" porque "andar con turistas desmoralizaba a la mujer cubana en el mundo".
Las agentes le comunicaron que estaba "en un proceso de profilaxis", con una "charla educativa", y que tendría que firmar un compromiso de no acudir más al centro de la ciudad, ni a otras áreas calificadas como de prostitución, señala Yesenia.
Si volvía a pasar por ahí, aunque fuera con una pareja, su acompañante sería calificado como chulo que la incitaba a jinetear, asegura que le dijeron.
Como parte de la "charla", le explicaron que el "proceso de profilaxis" podía durar hasta las 9:00 o las 10:00 de la mañana siguiente, porque tendría que esperar al jefe y a la instructora del caso para investigar el hecho y dar declaraciones, recuerda Yesenia. Por allí habían pasado —le comentaron— enfermeras, maestras, homosexuales hombres y mujeres. En ese momento estaban en la estación otras dos muchachas detenidas en el Chorrito, una zona conocida por la prostitución en moneda nacional.
Según Yesenia, las agentes le dijeron que en su caso, por su falta de antecedentes, solo le pedirían que escribiera y firmara una especie de "acta de compromiso", a la cual agregó, a sugerencia de una de las oficiales, que había "recibido una charla sobre el tema y se comprometía a no ir más al centro [de la ciudad] aunque su caso fuera una equivocación" y aunque "creía que no estaba haciendo nada malo".
Los únicos argumentos para el mal rato y la limitación de movimiento de la joven fueron las presunciones policiales de que una muchacha paseando por la calle con un extranjero es una prostituta o va camino de eso.