Con la llegada del año nuevo lo normal es hacer planes para mejorar nuestras vidas y desear que todo mejore "en este mundo cruel", para decirlo como el poeta Campoamor.
Pero, ojo, digo normal, y Cuba no lo es. Allí el tiempo camina hacia atrás como el cangrejo. Nada avanza, todo retrocede. Tanto, que en este nuevo año los cubanos no viven mejor que en 1958, sino peor. Ni Haití está en ese caso. El salario promedio de los haitianos duplica hoy el de los cubanos.
Pese a su autoproclamada vocación revolucionaria, el régimen es el más contrarrevolucionario de Occidente. Al iniciarse 2017 los cubanos no pueden hacer planes (como no sea para abandonar el país), pues todo depende de la voluntad de una élite político-militar, propietaria de la nación, que toma las decisiones por sus 11.2 millones de habitantes.
Según el Banco Mundial, el porcentaje de personas que vive en Latinoamérica con menos de 1.90 dólares diarios bajó del 18% en 1980, a un 9% en 2015. Es decir, la pobreza extrema se redujo a la mitad en 25 años. En Cuba la pobreza, en vez de disminuir, aumenta cada año.
El BM también muestra que en 1960 el PIB per cápita en América Latina fue de $2,900 dólares, y que en 2008, ascendió a $8,363 dólares. En Cuba, el PIB per cápita es hoy menor que en 1991, último año de vida de la Unión Soviética, y muy inferior al de 1958, cuando duplicaba al de España e igualaba al de Italia.
En 1989, el país exportó bienes por 5.399 millones de dólares, y en 2015 por solo 3.900 millones de dólares. En 2016 produjo tres veces menos carne y leche, y cuatro veces menos azúcar, que en 1958. Hoy tiene la mitad de la masa ganadera de hace 59 años, con el doble de habitantes. El colmo es que en la Isla se escucha todavía una consigna acuñada por Fidel Castro: "Atrás, ni para coger impulso".
Buscando al azar retrocesos trascendentales, recuerdo la Rectificación de errores y tendencias negativas, lanzada por Fidel en 1986. Entonces se desmanteló el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), una tímida copia del cálculo económico soviético, mediante el cual se abrieron los mercados libres campesinos, se les dio cierta autonomía a las empresas para autofinanciarse y para entregar estímulos monetarios a los trabajadores. La producción de bienes y servicios aumentó un poco y la población sintió un pequeño alivio con el llamado "mercado paralelo" estatal.
Pavor a la perestroika
Pero Castro, muy asustado por los aires renovadores de la perestroika que llegaban de Moscú, abolió los mercados campesinos y voló en pedazos el SDPE. La economía entró en una recesión severa y la Unión Soviética tuvo que aumentar sus subsidios.
Hoy, ante el agravamiento de la crisis económica y social debido a la caída de las subvenciones venezolanas y la improductividad del sistema comunista, el menor de los Castro —ahora dictador absoluto—, en vez de avanzar y aflojar la mano a las fuerzas productivas, la aprieta más, recula.
En su discurso en la Asamblea Nacional el 27 de diciembre pasado, el General espetó: "El líder histórico de la Revolución cubana nos legó su ejemplo imperecedero, su irrenunciable optimismo y fe en la victoria. El mejor monumento a sus ideales y obra es hacer realidad cada día los postulados contenidos en su brillante definición del concepto de Revolución."
Y adelantó que el número de cuentapropistas aumentará en forma "paulatina". Actualmente hay unos 535.000 cuentapropistas, que constituyen menos de un 10% de la población económicamente activa (PEA), según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). O sea, el 90% del total de la PEA, (unos seis millones de personas), trabaja para el Estado, motivado para robar y vender en el mercado negro, o no trabaja y vive de lo que "inventa" en la calle, o del dinero que le envían desde el extranjero.
Devastador concepto de 'revolución'
Ese es el devastador concepto fidelista de "revolución" que su hermano Castro II quiere preservar como un tesoro nacional. No importa que el país suelte los pedazos, en ruinas. Así lo quiere él. Y punto.
Se cierran grandes agromercados de oferta privada, se pone un tope para los precios de venta de los productos agrícolas, lo cual forzosamente contrae la producción. Se persigue a los "carretilleros" y a los comerciantes privados de productos agropecuarios, o de ropa importada, se hacen redadas de vendedores ambulantes, etc.
El Gobierno alega que lo hace porque el pueblo lo pide. Falso. El motivo es que la única forma de impedir que los precios suban es aumentando la oferta y eso solo se logra con la privatización de las tierras y dejando en manos privadas la tarea de alimentar a la gente.
Hasta el fundador del primer Estado comunista de la historia, Vladimir Lenin, se percató de que el modelo estatista diseñado por Karl Marx no funcionaba. En 1921 el genocida líder bolchevique lanzó la Nueva Política Económica (NEP, en ruso), para poner fin a la hambruna que estaba matando a millones de personas debido a la colectivización de las tierras.
Se les dejó a los campesinos la tierra individualmente para que la trabajaran y vendieran libremente sus cosechas. Surgieron pequeños y medianos negocios privados no agrícolas. La producción agropecuaria y de artículos de consumo se disparó. En poco tiempo el hambre casi desapareció y el nivel de consumo en general de los soviéticos aumentó. Pero Stalin, convertido en el nuevo zar obrero, desmanteló la NEP porque era una "traición al comunismo". Y el hambre volvió a matar a millones de familias. Unos 14 millones de soviéticos murieron de inanición hasta 1941, según un informe del PCUS en 1956.
Sin subsidios habría hambrunas
Si en Cuba no ha habido hambrunas es porque la Unión Soviética, y Venezuela, le han regalado a los Castro más de 300.000 millones de dólares. Con parte de esos 5.300 millones de dólares anuales como promedio el Gobierno importa el 80% de los alimentos que consume el país.
Ya no hay URSS y Venezuela sufre la peor crisis de su historia. Cuba depende cada vez más de Estados Unidos. Con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump —con cubanoamericanos anticastristas en su equipo de Gobierno—, algunos opinan que Washington debe continuar la política de Obama para minar desde dentro al régimen y mejorar la vida de los cubanos.
Craso error. Si la dictadura sigue recibiendo favores y dinero sin hacer nada a cambio Cuba se podría convertir en una restringida versión latinoamericana de China, sin la libertad que hay en ese país asiático para los negocios, y con un régimen militar más represivo que el de Pekín. Eso no es lo que queremos los cubanos tras casi 60 años de totalitarismo.
Con respecto a si Raúl Castro va a hacer cambios por voluntad propia, no lo creo. Tiene vocación de cangrejo y habría que presionarlo. Aunque esto de qué se puede esperar de las relaciones entre la administración Trump y la dictadura cubana es un buen tema para otro artículo.