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Política

Estos son varios mitos de la izquierda destruidos con la elección de Trump

Quedarse sin argumentos, huérfano de ideas nuevas e inspiradoras, y regresar al pasado una y otra vez buscando legitimidad parece ser la moda en cierto círculo de funcionarios e intelectuales orgánicos.

Miami

Quedarse sin argumentos, huérfano de ideas nuevas e inspiradoras, y regresar al pasado una y otra vez buscando legitimidad parece ser la moda en cierto círculo de funcionarios e intelectuales orgánicos. A juzgar por los artículos aparecidos en las últimas semanas, no hay una sola proposición política, cultural o económica que resulte original, sugestiva de estar ya casi al final de la segunda década del siglo XXI. Todo es más de lo mismo: reciclar viejos enemigos; reconsiderar antiguos amigos. Es algo peligroso repetir los mismos lemas de los años 60 y 70, porque el mundo es otro, otros son los problemas, y otras las soluciones que demanda una nueva época que parece echar abajo los pronósticos y los supuestos saberes.  

Por lo pronto, la última elección norteamericana ha sido un golpe durísimo para las ideologías "anti-yanquis". No porque Donald Trump haya sido elegido contra todo vaticinio, sino porque ciertos mitos que han alimentado a la izquierda carnívora, como la llama Carlos Alberto Montaner, han quedado en el pasado. Sin argumentos, reinventar un discurso enervante, antinorteamericano y anticapitalista tomará tiempo y talento. 

Veamos algunos de esos mitos que ya son historia. El primero era que en las elecciones de EEUU las ganaba quien más dinero recaudaba en la campaña. De modo subliminal se introduce la idea de que en realidad no hay democracia sino plutocracia. Como todo mito, hay algo de razón. Más dinero significa más tiempo en televisión, más viajes y discursos por todo el país,  decenas de millones de pancartas, tarjetas, y pegatinas. Pero no siempre ha sido así, y esta es una de ellas. El candidato republicano hizo uso de la propaganda "enemiga" como fuente de promoción. Cuando la señora Clinton había gastado cientos de millones, Trump apenas había consumido algunas decenas de su propio bolsillo. Tuvo la osadía, incluso, de parar las recaudaciones días antes de la elección. No quiere decir que un pobre diablo pueda ser presidente; quiere decir que dinero no es sinónimo de triunfo. El mito se esfuma.

El segundo mito no es menos divertido por falaz. Siempre se había dicho que no hay nada más parecido a un republicano que un demócrata. Y que en EEUU hay un monopartidismo solapado. Aunque eso jamás fue cierto, esta vez fue menos cierto todavía. La señora Clinton y el señor Trump estaban justamente en las antípodas.  De hecho, pocas veces en la historia de más de 200 años de república, dos candidatos han representado dos visiones tan opuestas del país, y de su futuro. Respecto a Cuba hubo dos posiciones contrapuestas en la carrera por la presidencia: profundizar las medidas del obamato, o echarlas atrás. No, hay varios partidos y varios candidatos, y sus discursos, como ahora, suelen ser distintos.

El tercer mito tiene que ver con la prensa. La propaganda antinorteamericana decía que se podía ganar con la prensa pero no contra ella. Desde la época de William Randolph Hearst —inmortalizado por Orson Welles en Ciudadano Kane—, parecía un paradigma inamovible. Para la propaganda liberal, los media al servicio del gran capital ponían y quitaban presidentes. Bueno, a Donald Trump le dieron hasta con el cubo. Mientras más lo golpeaban, mas parecía resurgir del fango en que lo querían enterrar. The New York Times, de muy triste fama por aupar dictadores y cubrir historias ampulosas, no escatimó páginas ni salarios para sacar lo peor del candidato republicano. Otro mito que parece derrumbarse.         

La cuarta historia mítica tiene que ver con la "rapacidad imperialista". Según la leyenda negra, EEUU debe su grandeza y pujanza económica al saqueo de los recursos naturales del sur; ha suscrito tratados leoninos con gobiernos entreguistas. Pero ahora con la nueva administración, todo parece indicar que los explotados se quedaran vestidos de novia; el presidente electo ha declarado que se cancelarán todos los acuerdos comerciales de libre comercio en perspectiva, como el Transpacífico. Otros serán revisados minuciosamente. Las fábricas deberán regresar a suelo norteamericano. El país comenzara a re-explotar sus propios yacimientos minerales. De inmediato han surgido las protestas de los explotados: nos van a arruinar los "yanquis". ¿En qué quedamos? ¿Te gusta o no te gusta que te "exploten"? El mito del depredador imperialista podría venirse abajo si deciden perforar el gigante bolsón de petróleo hallado en Texas. Venezuela tendría que hallar algún otro explotador, y que le pague con la misma seriedad que lo hace el "enemigo".           

Por último, y en el caso de Cuba, la leyenda del bloqueo y la invasión norteamericana todavía tendrán que esperar un poco para desvanecerse. Con Donald Trump y su tribu de halcones, es el único mito que desgraciadamente pudiera convertirse en una historia real. "Con el hambre no se juega, Jachero", decía el personaje de Juan Quinquín en Pueblo Mocho. Una estampida estilo Mariel o Guantánamo podría no ser tolerada por la administración siguiente. Los lemas antimperialistas modernizados, dichos una y otra vez, como mantras, como letanías que se repiten desde hace cinco décadas, no van a poner sobre la mesa el vasito de leche que se le ha prometido a cada cubano. Entonces si sería pertinente un lema que fuera algo así como ¡que el espíritu bovino de Ubre Blanca se transforme de fantasía en realidad!         

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