El municipio Habana Vieja, compuesto por los barrios de Paula, San Juan de Dios, Santo Ángel, Santo Cristo, Santa Clara, San Felipe, San Francisco, San Isidro, Santa Teresa, Templete, Atarés, Arsenal, Ceiba, Colón, Chávez, Jesús María, La Punta, San Nicolás, Tacón y Vives, atesora las calles, plazas, plazuelas y parques más antiguos de la ciudad, así como la mayor cantidad de edificaciones de la época colonial, tanto militares y religiosas como administrativas y civiles.
Su territorio se encuentra enclavado entre la Bahía de La Habana, La Punta, Paseo del Prado, Agua Dulce y la Ensenada de Atarés. Algunas de sus calles más importantes son Oficios, Mercaderes, Obispo, O´Reilly, Muralla, Bernaza, Obrapía, San Isidro, Teniente Rey, Aguiar, Cuba, Monserrate, Egido, Zulueta, la Avenida del Puerto, el Paseo del Prado y las Calzadas de Monte y de Cristina.
Entre sus plazas, plazuelas y parques, cuenta con las plazas de Armas, de la Catedral, de San Francisco, la Vieja, de las Ursulinas, de San Juan de Dios y de Bayona; las plazuelas de Belén, Santa Clara, Santa Catalina, Santo Domingo, Santo Cristo, Espíritu Santo, Puerta de Tierra, Monserrate, Tallapiedra y Luz; y los parques de la Punta, Máximo Gómez, Albear, Juan de Dios, Pepe Jérez (Supervielle), Central, de la Fraternidad, Luz Caballero, Jesús María, Maestranza, América Arias y del Anfiteatro.
Sus principales edificaciones militares son los castillos de la Real Fuerza, San Salvador de la Punta y Santo Domingo de Atarés. Obviando las primeras construcciones, la arquitectura colonial habanera incluye el denominado "período formativo", correspondiente al siglo XVII, con características árabe-andaluzas, que se manifestó principalmente en templos y casas señoriales, siendo algunos de sus principales exponentes las iglesias del Espíritu Santo, del Santo Cristo del Buen Viaje y la de San Isidro Labrador, los conventos de Santa Clara, San Juan de Letrán (Santo Domingo), San Agustín y Santa Catalina de Siena y las casas de don Gaspar Riberos de Vasconcelos, Melchor de la Torre, Obrapías de Peñalver y de Calvo de la Puerta, del Obispado y del marqués de Jústiz; el "período barroco" en el siglo XVIII, que se compone del "barroco herreriano", cuyos principales exponentes lo constituyen los conventos de San Francisco de Asís y Santa Teresa, y las casas de los condes de Jaruco y de Jibacoa, y el "barroco cubano", que se encuentra en el palacio de los Capitanes Generales, en el del Segundo Cabo y en la Catedral.
Al "barroco" en general, corresponden también el oratorio, después iglesia de San Felipe de Neri, el hospital de Nuestra Señora de Belén, después iglesia y colegio de los jesuitas, el convento de Nuestra Señora de la Merced, el hospital e iglesia de San Francisco de Paula, el teatro El Coliseo (demolido), el colegio de San Ambrosio y la capilla de la Orden Tercera, así como los palacios del marqués de Arcos, de Lombillo, de los marqueses de Aguas Claras o condes de San Fernando, de los marqueses de San Felipe y Santiago, de los condes de Casa Bayona, Pedroso, la Reunión, Casa Barreto y Lagunillas y las casas de Félix de Arrate, don Francisco Franchi Alfaro, Aguilera, las beatas Cárdenas, obispo Espada, Gonzalo Chacón y la Cruz Verde.
Al "período neoclásico", que se desarrolló en el siglo XIX, corresponden los ya inexistentes Mercados de Colón o del Polvorín y la Real Aduana. Además, el convento e iglesia de las Ursulinas, la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, la Nueva Cárcel o Cárcel de Tacón, las Puertas de Monserrate, el Palacio de los condes de Casa Moré (después de la marquesa de Villalba), el edificio de la Pescadería, la Casa de Dementes de San Dionisio, la Maestranza de Artillería, la Diputación Provincial, El Templete, los palacios de los marqueses de Almendares, Larrinaga, Esteban en Cuba, Arcos, Du-Quesne y Real Proclamación, de los condes de Santovenia y Reunión de Cuba y del Obispado. También los teatros Tacón, Villanueva, Albizu, Payret e Irijoa.
Muchas de estas edificaciones y otras se han perdido y ya no existen, algunas han sido rescatadas y restauradas y, no pocas, han sido dedicadas a otros usos (hoteles, hostales, salas de conciertos, museos, galerías de arte, comercios, escuelas, hospicios, etcétera). También resta un buen número en espera de alguna acción salvadora, como la antigua Planta Eléctrica de Tallapiedra, clausurada y abandonada desde hace más de 30 años.
Durante la etapa republicana se construyeron o reconstruyeron, sobre o donde habían estado antiguas edificaciones, el Palacio Presidencial, el Capitolio Nacional, el Palacio del Centro Asturiano, el de Balboa, la Estación Central de Ferrocarriles, el Cuartel de Bomberos de Zulueta, la Cruz Roja Nacional, la Cámara de Representantes, la Manzana de Gómez, el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, el edificio Bacardí, los hoteles Plaza, Sevilla, Pasaje, Gran Hotel y Saratoga, los teatros Payret, Fausto y Martí (anteriormente Irijoa), los cines Universal, Actualidades, Negrete, Cervantes, Habana, Capitolio e Ideal, la Lonja del Comercio, la Aduana, después Muelle de San Francisco, el Palacio Cueto, la casa-palacio de Velasco, los edificios de los bancos Nacional, de La Habana, Gelats, The Trust Company of Cuba, Royal Bank of Canada, National City Bank of New York y Bank of Nova Scotia y de La Metropolitana, todos en el denominado Distrito Bancario, así como se levantaron otras edificaciones importantes como el Museo Nacional de Bellas Artes.
Debe señalarse, por su importancia, la existencia del Túnel de la Bahía, cuya entrada forma parte del mismo, aunque la salida corresponda al municipio Habana del Este.
Todas estas obras se deben a los magníficos arquitectos, ingenieros y maestros de obras que las proyectaron y edificaron, tanto en el período colonial como en el republicano. En el primero deben señalarse, entre muchos, a Francisco de Carvajal, Mateo Aceituno, Miguel de Espila, Francisco de Calona, Juan Bautista Antonelli, Cristóbal de Roda, Juan de Síscara, Augusto Crame, Antonio Fernández de Trevejos, Mariano Carrillo de Albornoz, Francisco de Albear y Fernández de Lara y Calixto de Loira.
En el segundo, entre otros, a Pedro Tomé Verecruisse, Eugenio Rayneri Piedra, Carlos Mauri, Kenneth H, Murchison, Evelio Govantes, Félix Cabarrocas, José María Bens Arrarte, Tomás Mur, Sarturnino Parajón, Cristóbal Martínez, José Toraya, Rafael Goyeneche, Rafael Fernández Ruenes, Eugenio Rayneri Sorrentino, Leonardo y Luis Morales Pedroso, José F. Mata, Ricardo Mira y Miguel Rosich.
También existen obras de arte de escultores y pintores como Antonio Solá, Jerónimo Martín Pinzón, J. Cuchiari, Giuseppe Gaggini, Giuseppe Neri, Nicoli Manfredi, Angelo Zanetti, Pietro Costa, Juan de Bolonia, José Villalta Saavedra, Aldo Gamba, Ramón Mateu Montesinos, Teodoro Blanco Ramos, Juan José Sicre, Giuseppe Perovani, Jean Baptiste Vermay, José Nicolás de la Escalera, Esteban Chartrand, Mariano Miguel González, Armando Menocal, Hipólito Hidalgo de Caviedes y Esteban Valderrama.
En la ciudad colonial se mezclaron nobles con títulos traídos de la metrópoli y otros conseguidos en la colonia, por servicios prestados a la corona, con clérigos, militares, marinos, carpinteros, albañiles, calafates, sastres, armeros, fundidores, pregoneros, esclavos domésticos, tahúres, prostitutas, caleseros, aventureros, panaderos y cuantos oficios y profesiones existían en aquellos tiempos. En esta composición heterogénea se oraba a las vírgenes y santos y surgieron los templos, las procesiones, las canciones, los bailes y los pregones de los blancos y los negros, y la villa fue adquiriendo, poco a poco, su personalidad propia, que la diferenciaría de las restantes creadas.
Durante años, la actividad económica principal del municipio era generada por sus muelles, almacenes, fábricas y comercios, así como la financiera, la cual, con el tiempo, fue perdiendo importancia, al desaparecer sus principales gestores. Hoy los muelles y almacenes se encuentran en proceso de traslado hacia otros puertos y sus instalaciones se reconstruyen con fines turísticos, ya que este constituye la actividad económica principal, en aras de la cual desde hace años se vienen realizando numerosas obras de rescate de la ciudad colonial y republicana.
Así, existen actualmente calles, plazas, plazuelas, parques y edificaciones que han sido totalmente restauradas, otras que se encuentran en proceso de ella y muchas en estado desastroso, con edificaciones en ruinas o a punto de colapsar. Esta situación ha establecido una abismal diferencia entre lo recuperado y reconstruido y el resto del municipio, donde proliferan las calles y aceras rotas, el hacinamiento poblacional en ciudadelas, edificaciones en ruinas, las malas condiciones de vida y la falta de limpieza y de higiene ambiental.
En el municipio se ha desarrollado el trabajo por cuenta propia, pero con características diferentes: los que lo hacen en las áreas restauradas, principalmente artesanos de diferentes manifestaciones y vendedores-compradores de libros viejos, más algunos dedicados al giro gastronómico, que están directamente bajo el control de la Oficina del Historiador de la Ciudad, quien determina los espacios, lugares y, en los dos primeros casos, los días en que pueden trabajar, y los que lo hacen fuera de estas áreas, mayoritariamente ofertando comestibles, están bajo el control de las autoridades municipales. Esta situación constituye una limitante para su desarrollo.