Los habitantes han sentido estremecerse la mampostería y han visto caer de los techos una arenilla fina que —dice un vecino— significa que "el edificio en cualquier momento se viene abajo".
Se trata de un inmueble de tres pisos. Los dos superiores alinean nueve balcones por la calle Zulueta-Agramonte, junto a otros cinco por Gloria. El paisaje cierra con la Estación Central de Ferrocarriles, de 1912.
Las autoridades colocaron barreras al tránsito por Zulueta y también en la esquina de Gloria; sin embargo, no hay despliegue de equipos de salvamento, todo parece tranquilo, hasta los habitantes del viejo inmueble se asoman a los balcones, casi todos repletos de ropas recién lavadas. Por suerte, una estación de bomberos se ubica a solo dos cuadras del lugar.
"Hace rato se sabe, fueron advertidos. Sin embargo, donde quedaron apartamentos vacíos, vinieron otros, se colaron, incluso se ampliaron con las barbacoas", dice una señora que barre el parque cercano a los trenes. Así es la vida del cubano, con las urgencias se pierde el miedo buscando soluciones inmediatas ante la ineficiencia reiterada del Estado.
Abundan los inmigrantes, al calcular 28 apartamentos originales, una cuartería en los bajos por la calle Gloria y los pisos intermedios añadidos (barbacoas), aprovechando puntales de cinco y seis metros. La suma de hogares afectados duplica fácilmente las capacidades previstas un siglo atrás.
"Vinieron a recogernos con la propuesta de evacuarnos rumbo a El Chico, una vieja escuela allá por la entrada de la carretera del Wajay. Aquello no se ha terminado como albergue, el agua la ponen cada cuatro días y, si falta, vienen pipas, pero es el 'sálvese quien pueda'", dice un residente en el inmueble.
Todos regresaron. No faltaron reuniones con la dirección del Partido y del Poder Popular, muchos descargaron sus justas ansiedades, hubo actas, promesas, pero hasta ahora no hay soluciones.
Se comenta la caída de un pedazo de techo interior, pero los habitantes del edificio no parecen inmutarse. Algunos hicieron evacuaciones parciales por cuenta propia; es decir, enviaron a casa de familiares o amigos a los más vulnerables del hogar. Los demás montan guardia ante la inminencia del colapso.
"Queremos casas individuales, que cumplan lo prometido", dicen.
Entretanto, no faltan los ómnibus de turismo en la esquina de enfrente, donde abre sus puertas El Guajirito, un popular restaurante de La Habana Vieja.