El pasado sábado entre las 8:00 y las 9:00 de la noche se produjo el desalojo con violencia de la familia de Rolando López Durán, un trabajador por cuenta propia de la Habana Vieja.
Los vecinos de Egido entre Jesús María y Acosta fueron testigos de la operación, llevada a cabo por la Policía Nacional Revolucionaria y Tropas Especiales, con tres perros incluidos.
Todo este despliegue de fuerzas policiales tenía el objetivo de sacar a Rolando, su esposa, su madre y su hija, una bebé de ocho meses, de un local abandonado, perteneciente a la empresa estatal Copextel, que habían ocupado unas horas antes.
"Nosotros vivimos en Luz número 469, entre Egido y Curazao, pero nuestro edificio está declarado en peligro de derrumbe", explica Rolando.
Su esposa, Ana Pérez Díaz, agrega que la familia tiene un expediente de albergue, pero las autoridades de Vivienda no han hecho nada por ellos. "Dicen que no tienen dónde meternos".
La noche del sábado, un pedazo de techo de la casa de Rolando y Ana cayó, haciendo que la familia entrara en pánico. "Salimos corriendo, con miedo a que nos cayera encima. El local de Copextel fue el primer lugar vacío que encontramos y allí mismo nos metimos", cuenta Rolando. "A mí me puede caer el techo en la cabeza, pero a Jennifer no. Ella nada más tiene ocho meses y nosotros tenemos que protegerla".
Según pudo averiguar Ana, quien llamó a la Policía fue un vecino.
Al llegar los agentes, la familia fue sacada del local a la fuerza. "Les explicamos la situación, pero ¿a ellos que les importa?", dice Ana.
Añade que para sacarla del local emplearon mujeres policías, que la arrastraron hacia la patrulla con la bebé en brazos. Según su versión, uno de los policías de tropas especiales la empujó, provocando que la niña recibiera un golpe.
Vecinos dijeron que Rolando comenzó a gritar "¡Abajo la dictadura de los Castro!", mientras lo golpeaban. Luego de ser esposado, lo continuaron golpeando en el suelo. "Hasta me tiraron uno de los perros sin bozal", afirma Rolando.
Una vecina explica que la madre de Rolando, Beatriz Durán, había logrado llegar hasta la esquina, pero allí fue interceptada por una mujer policía, quien para detenerla le provocó un hematoma en el brazo y la golpeó en una pierna, de manera que no pudo caminar sola hasta la patrulla. "Casi la tuvieron que llevar cargada", asegura la vecina.
"Dos mujeres que no conozco trataron de ayudarme", recuerda Ana. "Una le gritaba a los policías que eran unos abusadores y la otra se tiró encima de ellos para que me soltaran. Esa hasta le dio golpes a la patrulla cuando ya me tenían dentro".
La segunda mujer fue Ariadna Mena, quien vive cerca del lugar y regresaba de un paseo con sus hijas.
"Cuando vi lo que la Policía estaba haciendo, me hirvió la sangre", cuenta Ariadna. "Es una vergüenza que traten así a una mujer con una niñita. Pusieron en peligro a la niña, pero no les importó. Un hombre entrenado, porque era hasta de Tropas Especiales, maltratando a dos personas que no se podían defender".
Ariadna cuenta que varias mujeres, al parecer vecinas, reaccionaron en contra de la Policía. "Pero todas eran mujeres. Ningún hombre dijo nada", apunta con desagrado. "Menos mal que yo parí dos hembras, porque las mujeres cubanas ya no paren hombres, sino yeguas, como el policía ese".
Ana y Beatriz fueron conducidas con la pequeña Jennifer a la estación de Policía de Cuba y Chacón, donde las retuvieron hasta la 1:00 de la mañana. Ambas fueron multadas con 30 pesos (moneda nacional), por escándalo público. Luego, Beatriz tuvo que ser hospitalizada en el Calixto García, con el tobillo hinchado y dos pre infartos diagnosticados.
A Rolando lo llevaron para el centro de procesamiento penal conocido como VIVAC, de donde salió dos días después. Allí, un oficial le entregó un documento para que lo firmara. "Me dijo que era una carta de advertencia, pero no me lo dejó leer. Yo le dije que no iba a firmar nada que no hubiera leído primero. Así que se quedó con su papel".
La familia, excepto Beatriz, que continúa hospitalizada, está nuevamente en Luz 469, corriendo el riesgo que implica. "No sé lo que va a pasar, pero a nadie se le puede ocurrir que no hagamos nada mientras la vida de mi hija corre peligro", dice Rolando.
Los vecinos aún están conmocionados por el hecho. Tres mujeres que conversan cerca del local de Copextel comentan: "Lo que pasó aquí fue muy feo. Maltrataron a esa gente como si fueran basura, sin importarle que estuvieran desesperados por su problema de vivienda. Esos policías no tienen perdón de Dios".