La agudización del desabastecimiento y los altos precios de los productos del agro en el cruce del año 2015 al 2016 anuncian el colapso del modelo económico cubano. Los discursos en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) el 29 de diciembre de 2015, semejaron un toque a rebato; mientras la reunión del Segundo Secretario del Partido Comunista con usufructuarios el sábado 23 de enero en Artemisa fue la primera escaramuza, que por su desacierto pudiera ser la antesala del toque de queda. El colapso deriva de un modelo estatista, de corte totalitario, lo que se puede demostrar de forma sencilla solo retomando algunos artículos que publiqué a partir del año 2001.
En el artículo "Nuevo aniversario, viejo problema", publicado en junio de 2001 en el Blog de Dimas expuse que, con las leyes de reforma agraria de 1959 y 1963, el Estado concentró un volumen de tierras superior a la de los latifundios que expropió. Luego, con las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), creadas en 1977 con campesinos que "voluntariamente" unieron sus tierras y medios de producción, la propiedad estatal se elevó hasta el 75% de la tierra cultivable. Tal concentración obstaculizó la diversificación de la propiedad, la identificación, el arraigo y la cultura de pertenencia del campesinado, lo que se tradujo en ineficiencia. Los pequeños agricultores, con el otro 25% de la tierra, garantizaron el peso fundamental en el cultivo de café, de tabaco, la mitad de las viandas, hortalizas y frutas y el 18% de la caña. La estatización devino escasez y aumento de los precios, agravado por los bajos salarios.
En "La agricultura cubana: cambiar todo lo que debe ser cambiado", de agosto de 2007, me referí al discurso pronunciado por el general de ejército Raúl Castro el 26 de julio de ese año en Camagüey, en el que reconoció las "deficiencias, errores y actitudes burocráticas o indolentes que se reflejan en los campos infectados de marabú" y planteó "introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios".
La razón del agravamiento es sencilla. Cuando la economía en lugar de regirse por sus propias leyes se subordina a la política y a la ideología queda condenada al estancamiento y la involución, pues su eficiencia es directamente proporcional al grado de autonomía respecto a los intereses políticos o ideológicos. Cuando además, la crisis se prolonga extremadamente en el tiempo, como ha ocurrido en Cuba, el modelo se torna irreparable. ¿Por qué?, porque el interés de los trabajadores depende en buena medida de la remuneración y de la propiedad. Cuando esa relación se deteriora los desposeídos o impedidos de ser propietarios y/o de recibir salarios en correspondencia con el costo de la vida, prefieren subsistir a través de ilegalidades, engaños, robos, mendicidad y apropiación de la "propiedad de todo el pueblo", que en definitiva no es de nadie, con el consiguiente perjuicio productivo y deterioro espiritual.
En "¿Por qué Vietnam si y Cuba no?", publicado en este mismo diario en abril de 2012, se confirma lo antes dicho. Ese país, que entre 1930 y 1975 estuvo sometido a guerras, que en la última de ellas recibió tres veces más bombas que las empleadas durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo 15% de la población pereció o resultó herida, en cuya zona sur se destruyó el 60% de las 15.000 aldeas existentes y que, como colofón, al concluir esa guerra tuvo que enfrentar el bloqueo y los ataques fronterizos.
Después que el sistema de economía planificada —como el cubano— sumió al país en el hambre y la superinflación, en 1986 emprendieron el Doi Moi: un programa basado en mecanismos de mercado, autonomía de los productores, derecho de los nacionales a ser empresarios y entrega de tierra a los campesinos. En ese mismo año, pero en dirección contraria, las autoridades de Cuba optaron por la Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, un proyecto, dirigido a impedir la influencia de la Perestroika iniciada en la Unión Soviética.
El Doi Moi elevó la iniciativa, el interés y la responsabilidad de los agricultores, que producen alimentos para más de 76 millones de habitantes y ocupan el segundo lugar mundial en exportación de arroz, detrás de Tailandia; el segundo en café (que los cubanos le enseñaron a cultivar), detrás de Brasil; y el primero en pimienta. Sin dedicar mucha propaganda contra el imperialismo, por sus resultados económicos Estados Unidos en 1993 dejó de oponerse a la concesión de créditos, en 1994 suspendió el embargo y en 1995 estableció relaciones diplomáticas.
En Cuba, ante el derrumbe del socialismo en Europa Oriental, el Gobierno introdujo un pequeño grupo de medidas coyunturales en 1993 y tres años después las paralizó para evitar la formación de una clase media. Hoy nos debatimos en una profunda crisis cuya más evidente manifestación son los altos precios y la escasez.
En "Tiempo complementario", publicado en el Blog de Dimas, en octubre de 2007, escribí: "La historia la hacen los hombres, pero el tiempo acota sus límites. De acuerdo a esa ley los hombres pueden acelerar o retardar los procesos históricos, pero solo hasta cierto punto". En este sentido, demorar las soluciones estructurales, con independencia de lo que se esgrima es pura retórica, la que se torna peligrosa cuando la esperanza desaparece y el miedo cede terreno. Ante ese cuadro la alternativa es cambiar o ser cambiado, pues el tiempo, terco e inexorable, se impondrá.
Cinco años después de iniciados los cambios, el 21 de diciembre de 2013, en la ANPP Raúl Castro expresó: "Continuaremos avanzando con decisión en la implementación de los acuerdos del Sexto Congreso, sin prisas, pero sin pausas, repito, sin prisas, pero sin pausas". Un planteamiento que devenido eslogan gubernamental, se puede traducir como la decisión de no cambiar nada que amenace el poder. La imposibilidad de avanzar y al mismo tiempo conservar el poder ha comenzado a despejarse.
En la ANPP citada, ante el evidente empeoramiento manifestado entre otras cosas en la escasez y los altos precios, el propio Raúl Castro expresó más o menos lo siguiente: "Tenemos que hacer algo, hacerlo ya, mañana mismo, aunque nos equivoquemos". Sus palabras confirman el vaticinio. El tiempo se impuso. Ahora, será más difícil, por no decir imposible, hacer lo que no se hizo a tiempo. El Gobierno enfrenta una contradicción insoluble: la incompatibilidad de los cambios con la conservación del modelo. En este sentido hay que reconocer el mérito de los Lineamientos, no por los resultados, sino porque rompieron el inmovilismo precedente. Ahora, en el nuevo escenario, con independencia de la voluntad de sus promotores, los cambios iniciados se pueden lentificar, pero no se pueden detener.
Fuera de tiempo, una vez más se comienza mal. En "Política, Estado, Mercado y Sociedad Civil", publicado en la revista Convivencia en febrero de 2011, recordé que las sucesivas divisiones del trabajo condicionaron la necesidad del intercambio que generó el mercado: esa forma de relación social donde las personas con dinero, productos y servicios se encuentran para intercambiar. Efecto de la producción, el mercado activa el consumo y origina nuevas demandas. De tal forma, la libre concurrencia de productores y consumidores, mediada por los comerciantes, constituye un factor imprescindible del desarrollo. Cuando el Estado suprime esa libertad, elimina o disminuye el interés de las personas por el resultado, repercute en la cantidad, calidad y diversidad de la producción, hasta conducir a la caricatura que son hoy nuestros mercados y a la situación explosiva que se está generando.
Se vuelve a comenzar mal, porque en vez de atacar las verdaderas causas de los fracasos se busca un chivo expiatorio para desviar el creciente descontento, lo que explica la arremetida contra los intermediarios. La esencia oculta detrás de ese resultado negativo es que la economía prisionera de la política se desnaturaliza, involuciona y deviene factor de pobreza material y espiritual; un resultado en el que la estructura de la propiedad, el monto de los salarios y el interés de los productores desempeñan un papel decisivo.
Sencillamente el modelo es inviable y el tiempo de prueba se agotó. A pesar de ello Cuba tiene un potencial enorme y puede ser rica, pero ello es imposible si sus habitantes no pueden ser ricos también.