El KingBar Restaurant, un local privado que cerró repentinamente el pasado 9 de enero luego de que un cliente denunciara supuestas prácticas discriminatorias hacia gays y personas de raza negra, ha vuelto a abrir sus puertas al público.
El establecimiento, situado en calle 23 No. 667, entre D y E [Ver ubicación en el Mapa de Noticias de DDC], llevaba alrededor de un año funcionando bajo polémica por su "política de admisión". Recibió fuertes críticas sobre todo en las redes sociales, que se agudizaron a partir de junio de 2015.
DIARIO DE CUBA llegó hasta el KingBar para conocer la versión de sus responsables, pero en un primer momento los trabajadores del local se negaron a emitir opinión y rechazaron rotundamente las acusaciones.
"La denuncia fue la tapa al pomo; ya ellos venían teniendo problemas con los clientes, si bien no con los homosexuales, sí con los negros", dijo sin embargo una vecina que pidió no ser identificada.
"En varias ocasiones hubo broncas fuera, sobre todo los viernes que eso se pone caliente. Nosotros hemos tenido que separar personas que salen fajadas de ahí, la mayoría de las veces con los mismos custodios", aseguró.
Se venía venir
El 27 de junio de 2015 al dramaturgo Norge Espinosa le fue negado el acceso al bar. Era la segunda vez.
"Como se dejó ver en la discusión que ocurrió a la entrada del KingBar, no formamos parte de ese grupo de gays que, al parecer, deben entrar con los diez CUC de consumo mínimo que nos dijeron allí se exige y, por supuesto, nuestras ropas informales no coinciden con el patrón de cliente al que aspiran", denunciaba Espinosa entonces a través de internet y medios alternativos.
Al conocerse lo acontecido, un grupo de activistas convocó una "besada pública" delante del sitio, como señal de protesta. En internet también circuló una llamada al boicot del lugar, que muchas personas respaldaron.
El caso de Espinosa es uno de los más atención despertó. Sin embargo hay muchos otros que no se han dado a conocer, aseguró Alberto, gay y transformista.
"A un joven saxofonista, Luisito, lo botaron porque le dio un beso a un chiquito", relató Alberto a DDC. "Estaban bailando y se dieron un beso porque uno iba a salir a fumar. En ese momento, lo cogieron dos tipos de seguridad y le dijeron: 'mira eso no puede pasar'".
"Él se molestó: '¿cómo que eso no puede pasar, si él es mi pareja?'. Tras su reacción, que fue un poco violenta, salió el dueño y le explicó lo mismo que le explica a todos, que no es su intención que eso 'se convierta en un bar gay únicamente y que hay que mantener los modales por los demás clientes'", añadió.
'Nos reservamos el derecho de admisión'
El KingBar es uno de los locales que en Cuba se reserva el derecho de admisión. Al no existir en la Isla una ley de protección del consumidor para todas las empresas o instalaciones, privadas o estatales, cada cual establece arbitrariamente sus normas.
"Lo de reservarse el derecho de admisión es para hacer que el bar tome un prestigio y que vengan personas decentes, clientes importantes. Se ha invertido para eso, para crear una sensación en la ciudad. Y si entre tus clientes están Mariela Castro, embajadores o alguien de una firma reconocida, no puedes arriesgarte a que ocurra un escándalo", justificó Yanet, quien ha visitado el lugar en varias ocasiones.
Sobre la negación de la entrada a homosexuales añadió: "No pueden admitir en el bar a las personas que asisten a Las Vegas o al bar de Humbolt (establecimiento gay que cerró por supuestos problemas de consumo de droga). Es que ya, físicamente, por la decoración, te das cuenta que es un lugar con otro nivel. El dueño se encargó de personalizar el lugar y de elegir quienes pueden entrar", agregó.
El KingBar no solo ha sido censurado por la presunta discriminación hacia los gays, sino también por supuestamente rechazar clientes según el poder adquisitivo.
"Fui con un amigo hace poco y me dijeron que para poderme sentar tenía que consumir diez CUC. Los tenía pero no con meta de gastarlos, así que me fui", contó Rubén.
"Creo que en Cuba los consumidores tenemos que educar a los dueños, es una pésima estrategia de relaciones públicas. Al final, tenían eso vacío un viernes a las 10:00 de la noche. Me fui para otro lugar, la pasé genial y gasté diez CUC, pero de manera espontánea", dijo.
Prohibir el acceso atendiendo a valoraciones a priori contradice los artículos 41, 42 y 43 de la Constitución vigente, los cuales señalan que "todos los ciudadanos gozan de iguales derechos".
"La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquier otra lesiva a la dignidad humana, está proscrita y es sancionada por la ley", añaden.
Como en muchos otros aspectos de la vida en Cuba, lo planteado en la Constitución no llega a evidenciarse en la realidad. El surgimiento de espacios privados genera nuevos retos y arroja más luz sobre fenómenos que existen aunque muchos quieran negarlos: la discriminación, el racismo, la diferencia de clases.
Clubes y bares privados asumen constantemente y sin disimulo prácticas discriminatorias, al impedir el acceso al lugar a las personas que consideran inadecuadas para sus parámetros.
Es así que porteros bien entrenados niegan la entrada a las personas vestidas modestamente, o a jóvenes con claro aspecto de estudiante y de no poder gastar más de cinco CUC en una salida. Por otro lado, le dan una cálida bienvenida a quienes llegan en autos personales o que visten ropa o joyas caras.
Reservación y capacidad llena son algunas de las excusas para negar la entrada. Lo cierto es que algunos locales privados tienen identificado como público meta a la clase adinerada que se consolida en Cuba, mientras denigran y humillan al cubano "de a pie".
La ausencia de una legislación y políticas públicas impiden que se garanticen el respeto de los derechos constitucionales de los que tanto se vanagloria el Gobierno.
En un segundo contacto con el KingBar, Anita, una de las trabajadoras, informó que el local reabrió tras haber arreglado el "malentendido".
Ni la "besada pública" en protesta ni las críticas habrían conseguido mayores consecuencias, pues nada garantiza que la reapertura implique un cambio en la "política de admisión".