El Organopónico Vivero de Alamar es centro de referencia del programa de agricultura urbana. Este programa fue creado en los años 90, en medio del llamado "Periodo Especial", por iniciativa del entonces general Raúl Castro. Tenía el objetivo de reforzar con productos naturales la deprimida dieta de la población. En sus inicios los organopónicos recibieron el apoyo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), pero su permanencia en el tiempo se ha debido al empeño de los trabajadores que cada día laboran en el surco y en las tarimas de venta.
"La mayoría trabajamos aquí desde el principio, desde los años en que conseguir comida en Alamar era casi imposible", comenta una dependiente del puesto de ventas. "Hay algunos que son guajiros de toda la vida, pero otros hemos aprendido. Es verdad que a la tierra se le coge amor", asegura.
Los salarios y beneficios que reciben los trabajadores también son un incentivo para su permanencia. "Es verdad que ganamos bien", reconoce la vendedora, "pero no siempre, eso depende de la producción. Este verano, por ejemplo, estuvimos con el salario básico, porque el calor no ha dejado crecer nada aquí".
A los cultivos tradicionales de viandas y vegetales que se sembraban en los años 90, el organopónico de Alamar ha sumado otras ofertas, como las plantas medicinales y ornamentales y los hongos comestibles. También ha crecido la extensión de tierras cultivadas.
Con la introducción de cultivos poco usuales el organopónico ha asumido una labor de educar a la población en el consumo de una dieta más diversa. "Al principio la gente miraba la coliflor, por ejemplo, y decía: '¿Qué cosa es esto?', pero ahora vienen y preguntan cuándo sembramos más", comenta una trabajadora del comedor.
"Yo me alegré cantidad cuando vi que sembraban cosas diferentes", asegura Lily, "En mi casa todos somos vegetarianos y tenemos que comer siempre lo mismo por la falta de ofertas. Cuando sacan brócoli o rúcula eso significa un cambio para nosotros. La rúcula ni siquiera la conocíamos, pero es buenísima. Lástima que no siempre haya de esos vegetales".
Sobre la oferta de estos productos Ramón, trabajador de la tierra, explica: "La mayoría de esas plantas son de invierno y como aquí hace tanto calor no se dan todo el año. Además, no podemos sembrar la misma cantidad que sembramos de otras cosas como la lechuga, porque no se venden tanto todavía".
Los precios en el organopónico eran otra ventaja que exhibía el programa y que se ha ido diluyendo. "Aquí ya están igual que los particulares", se queja un cliente. Sin embargo, otros piensan que aún se mantiene una ventaja relativa, como Elisa, un ama de casa de 43 años. "Hay cosas que prefiero comprar aquí", asegura. "El ajo, cuando hay, sale más barato que en el agro o en los carretilleros. La acelga también es más barata y de mucha mejor calidad, igual que la lechuga y el maní".
Como centro de referencia de la agricultura urbana, el organopónico recibe con frecuencia visitas de estudiantes cubanos y extranjeros y de funcionarios extranjeros de alto nivel.
"Nos visitan muchos extranjeros, incluyendo presidentes", asegura la dependiente del kiosco de ventas. "Pero siempre lo agradecemos y nos da tremendo orgullo, porque es un reconocimiento de nuestro trabajo".
"Claro que si esto está bueno es por el esfuerzo de los que trabajan aquí", asevera Lily. "Por mucho apoyo que tengan del Gobierno y de los militares, si no trabajan bien no sale nada. Está demostrado que en este país las cosas que funcionan son la gente que trabaja en ellas quienes las hacen funcionar".