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Vivienda

Techos minados

La Habana se derrumba cada día. La incompetencia del Gobierno y las soluciones parciales de expertos sin poder político dejan indenfensa a la población.

La Habana

Era el atardecer del pasado 29 de noviembre, aún llovía en La Habana y Agustín Rebollar, un jubilado de 71 años, residente en El Vedado, permanecía cabizbajo cubriéndose el rostro con las manos para que no lo vieran llorar.

Se le mojó el colchón, los electrodomésticos, la ropa, los muebles y para empeorar su estado de ánimo, la vecina de los bajos comenzó a gritarle improperios cuando su techo igualmente comenzó a filtrarse.

En un impasse del aguacero, Rebollar miró el firmamento con la esperanza de que los nubarrones desaparecieran, pero el chaparrón se acrecentó e iracundo comenzó a dar patadas al piso y a exclamar obscenidades para desahogarse.

Tormentos similares sufrieron Manuela, Olimpia y Barbarita —vecinas de Rebollar—, que tras el desplome de una pared contigua a su apartamento, fueron conducidas por la policía hacia un albergue en el municipio Boyeros, en donde aún permanecen evacuadas.

Por desdicha, Fidel Vega y Pastora Góngora, residentes en la calle Campanario 619 en el municipio Centro Habana, murieron aplastados al colapsar súbitamente su morada.

Un sinnúmero de damnificados y más de 2.000 evacuados provocaron las intensas lluvias tras el estacionamiento del cuarto frente frío de la actual temporada.

Durante 72 horas las precipitaciones sobrepasaron acumulados de 300 milímetros en los municipios norteños de la capital, arrojando un saldo catastrófico de 227 derrumbes, de ellos 201 parciales y 26 totales —según despachos oficiales.

"Tenemos los techos minados", advirtieron algunos capitalinos ante la posibilidad de que sus techumbres reventaran por los aguaceros. 

"La Habana es como un viejo con achaques", la comparaban otros, refiriéndose a que la ciudad no sale de un desplome para meterse en otro.

El doctor Eusebio Leal, en el prólogo de la más reciente edición del ensayo La ciudad de las columnas, de Alejo Carpentier, la retrata como: "La ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de los asimétrico, de lo abandonado".

En un trabajo realizado por la colega María del Carmen Ramón, titulado "La Habana cuesta, pero vale", publicada en la revista digital Cuba Ahora, el arquitecto Mario Coyula, director de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad, expuso una imagen más realista y espeluznante del futuro capitalino:

"La Habana podría terminar en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad".

La solución es el problema

Según expone Coyula, si echamos un vistazo a la maqueta de La Habana, notaremos que predomina el color amarillo, correspondiente —según simbología— a la urbanización de los primeros sesenta años del siglo pasado.

Así podríamos deducir que desde entonces el desarrollo socio-económico de la capital en el rubro de la construcción de viviendas ha sido pobre.

A posteriori, solo se le añadieron las comunidades de Alamar, San Agustín y algunas zonas de desarrollo de microbrigadas. Pero la densidad demográfica aumentó y con ella el hacinamiento poblacional, sobre todo en Centro Habana, que tiene cerca de 1.000 habitantes por hectárea, a lo que se suma el inconveniente de la baja altura, que implica que las personas prácticamente vivan unas sobre otras, como en latas de sardinas.

Afirma Coyula que La Habana aún conserva la misma infraestructura de principios del siglo XX, y ejemplifica el caso del acueducto, que ya tiene cien años y se encuentra colapsado: sus canalizaciones estaban destinadas a ofrecer servicio a 300.000 habitantes, aunque fue proyectado para el doble de esa capacidad. 

Hoy en la ciudad residen más de dos millones de personas y se impone una gruesa inversión, si pretenden restañar los derrames albañales que corren por las calles.

Coyula rememoró que hace muchos años, en una reunión muy interesante con un grupo de desarrollo de la capital, un especialista del Ministerio de la Construcción aseveró: "La Habana cuesta 3.000 millones arreglarla".

"Pero el costo es mucho mayor —aclara Coyula—. La Habana cuesta pero vale, y la única manera para solucionar su restauración es ponerla a generar dinero para ella misma, como hizo Eusebio Leal con el proyecto del centro histórico".

Desde hace 50 años el mantenimiento constructivo del fondo habitacional fue soslayado por el Ministerio de Construcción (MICONS) y aunque el Instituto Nacional de la Vivienda (INV) creó empresas para tales propósitos, se quedaron por debajo de las necesidades y comenzaron a apuntalar viviendas en mal estado como salida a las dificultades. Dicha solución, sin embargo, fue insuficiente, corroborándose que el enfoque dado al problema fue equivocado.

Las actuales construcciones de viviendas solo están destinadas a reponer los derrumbes —apuntó Coyula—, pero el Gobierno no puede ser el único responsable de resolver los problemas de la gente, que espera con pasividad que el Estado paternalista venga a arreglarle su casa o construirle una nueva.

"Del mismo modo la nueva ley que permite la compraventa de viviendas, podría tener un efecto positivo, porque la gente va a cuidar su propiedad, no solo por el techo, sino porque es una mercancía que un momento dado puede significar dinero", estimó.

La reflexión de Coyula encuentra detractores como Fermín Álvarez, un economista de 52 años, quien cuestiona la posibilidad de producir más de 3.000 millones de dólares para arreglar la ciudad, con un modelo económico inoperante como el actual y la circulación de dos monedas desvalorizadas que inhiben el interés de los inversores extranjeros.

Igualmente, Álvarez asegura que el régimen parece más preocupado en estrangular al sector cuentapropista que solo representa un insignificante 2% del Producto Interno Bruto (PBI) —según estimados oficiales— que en fomentar la capacidad individual y el desarrollo de la variante no estatal, que pudiera aportar considerables ingresos destinados a beneficios sociales.

Un exdirectivo del otrora Ministerio de la Industria de Materiales de Construcción (MIMC) que solicitó el anonimato, califica la ley compraventa de viviendas, como un subterfugio del régimen para liberarse de responsabilidades.

"Durante más de 50 años, el Gobierno fue el verdadero dueño de todas las casas, prohibiéndole a 'los usuarios que las habitaban' venderlas a otros particulares, excepto al propio Estado que descaradamente se atribuía la facultad de tasar su valor", aseveró.

"Tal condición, causó el deterioro de muchos inmuebles —apunta—, sobre todo en los edificios multifamiliares, puesto que si el Estado era el dueño, también era el responsable de su reparación".

Los déficits y altos precios de materiales de construcción en Cuba, son una consecuencia de la decisión gubernamental de destinar el grueso de estas producciones a la exportación y la ayuda a los bloques regionales, mientras la demanda nacional representa el renglón menos priorizado".

Una bolsa de cemento de 42 kilogramos cuesta 6.60 CUC (dólares), lo que constituye cerca de la mitad del ingreso medio cubano, equivalente a 15 CUC. ¿Cuántas personas que dependen de un salario, pueden hacer está inversión sin dejar de comer?

Igualmente se suma la compra de áridos y otros materiales. Pero lo más costoso es la mano de obra calificada para acometer las reparaciones. "Sería de ilusos creer que con el flaco crédito que le ofrecen a las personas más vulnerables se cubrirían los gastos de reconstrucciones, después de más de 50 años de errores y estúpidas prohibiciones del Gobierno", concluye el ex directivo del MIMC.

Fuera de base

El 90% de los afectados  por el evento meteorológico ocurrido los pasados días 28, 29 y 30 de noviembre, afirman que fueron sorprendidos por las lluvias.

Señalan que el Instituto de Meteorología expuso un pronóstico sutil, y para nada alertó a la población sobre la posibilidad de intensas lluvias, con acumulados superiores a los 300 milímetros en los municipios norteños, algo que sería como un "bombardeo", ya que estas regiones presentan los mayores problemas constructivos en la capital. Tampoco se emitieron partes especiales para mantener informada a la población.

Tampoco los órganos de la Defensa Civil —amén de su probada verticalidad— alertaron, ni emitieron fases informativas o alarmas para orientar a los damnificados. Asimismo, el 95% de los consultados alega que hubo indolencias que causaron riesgos innecesarios y pérdidas de vidas.

Diré 'good bye'

Agustín Rebollar comenta que en esta ocasión los aguaceros no le dieron tregua para subir a la azotea y barrer las charcas, como suele hacer en estos casos. Cuenta que para impermeabilizar el techo aplicó varios derretidos de cemento con agua para taponar las filtraciones, pero no sabe si lo hizo bien o mal.

"Si al menos en la televisión pusieran un programa didáctico para enseñarnos cómo se hace —opina—, yo mismo le metería el pecho, a pesar de mis 71 años, porque con 270 pesos (11 CUC) que me pagan de retiro, no puedo pagarle a un albañil".

Dentro de su casa, Rebollar muestra un techo de vigas y losas, arqueado y cubierto de mazamorras por la humedad, que no se ha venido abajo gracias a un apuntalamiento hecho con troncos de madera.

"La próxima vez, si es que hay próxima —resuelve Rebollar—, estaré obligado a hacer lo que recomendó el difunto Álvarez Guedes: Me daré un beso en el fondillo y diré good bye".

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