Esta mañana me despertó la llamada de una amiga para decirme que por fin el señor Ricardo Alarcón había pronunciado palabras referentes a nuestro encuentro. De inmediato comencé a hacer gestiones para ver dónde podía descargar ese post, pero nada resultó. Ya cerca de las 11:00, la curiosidad me hizo tomar una decisión dolorosa: gastar el equivalente a varios metros de repello de mi casita en una tarjeta para consultar internet en el Hotel Nacional.
Señor Alarcón:
Quiero agradecerle primeramente que se haya dirigido a mí en un marco de respeto. Ya era hora de que alguien reciprocara esa conducta.
Me veo obligado, sin embargo, a aclarar algunas cuestiones.
Primero: Al final de aquel encuentro, yo salí por otra puerta, casi en brazos de muchos de mis compañeros, que me invitaron a comer pizzas para celebrar y agradecerme que los hubiera representado. Usted no conversó conmigo, nunca más lo vi.
Luego, intentaron destruirme de muchas maneras y si no fuera por el voto y las opiniones de mis compañeros, jamás me hubiera graduado. Entre las represalias también estuvo denegarme la posibilidad de vivir y trabajar en La Habana. Encabronado por eso, fui a hablar con usted a la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Su personal no me permitió verlo.
Profe: Yo me asombro y me maravillo de escucharlo a usted decir que fue censurado y que a mí se me dio la ventaja del argumento. Yo estuve por más de dos años sin ninguna posibilidad de hablar, jamás un medio cubano me ha permitido expresarme, con la excepción del material de Cubadebate que filmaron cuando aún no me había pasado nada y me necesitaban para desmentir lo que después sería cierto.
Usted era el presidente del Parlamento. Cualquiera que ocupe un cargo como ese en el mundo, puede citar a toda la prensa nacional o internacional y hacer las declaraciones que quisiera. En un segundo sus palabras le hubieran dado la vuelta al globo. ¿Quién no se lo permitió? Me alegra saber que no he sido yo.
Por otro lado, debo decirle que mi viaje me lo debo a mí mismo. Y, en todo caso, a los cubanos decentes y trabajadores que me invitaron uno tras otro a compartir con sus familias en diferentes latitudes.
Uno de ellos, quien me hizo la invitación principal, y con cuya esposa e hijos compartí la mayor parte del tiempo, fue expulsado como un perro de aquí, de su propio país, acompañado incluso de su niña de un año, solo por visitarme en mi campito natal y compartir con mi familia. ¿Nadie le contó sobre eso?
En otro orden, le cuento que ya todo el que quiso en Cuba y fuera de Cuba vio el video completo: está disponible en todos lados, completo. No solo sus palabras y las mías, sino las de los otros muchachos que intervinieron. Por cierto, uno de ellos, otro guajiro de Baracoa, ha pasado casi por lo mismo que yo, incluso calabozos, y ahora ha creado una organización para oponerse también a la gestión de este Gobierno.
Volviendo al video, según me han referido miles de personas desde aquellos días, ver un fragmento o verlo completo les dejó la misma impresión…
Aprovecho estas líneas para darle el recado de varios cubanos de piel negra que viven en Nueva York. Ellos me llevaron a recorrer la Quinta Avenida para mostrarme, no solo que nadie los expulsa, sino que muchos de los dueños de esas tiendas son negros o emigrantes de las más disímiles etnias y colores… El mensaje de esos cubanos fue: "Por favor dígale a ese señor que no nos ofenda y que deje de confundir a la juventud cubana". (Lo traigo escrito.)
La cuestión del viaje a Suecia y no a Bolivia de verdad que es pesadita y demuestra el bajo nivel de quien lo plantea. Es obvio que yo no puedo ir a un aeropuerto y viajar a donde yo quiera. ¡Ojalá! En cuanto alguien en Bolivia me invite y me pague el pasaje, iré con gusto.
Mire, le voy a ser sincero, a mi tampoco me gusta mucho cuando a cada paso me dicen en la calle: "Chama, ¿tú eres el muchacho de Alarcón?". Pero, por suerte o por desgracia nuestros nombres pasarán a la historia atados por un lazo muy fuerte.
Fuera de Cuba, cada vez que un periodista me lo permitió, le dije: "¿Puede usted hacerme el favor de no preguntarme lo mismo sobre Alarcón?". Siempre me siento mas cómodo hablando sobre lo que pienso que debemos hacer para tener el país que deseamos. Yo he sido el cubano que menos ha opinado sobre usted, porque aunque no lo crea, no me gusta aprovecharme de los errores ajenos, sino avanzar por méritos propios.
Veo también que le gustan los souvenires. De haber yo tenido la dirección de su casa, o su teléfono, o su mail o algo… seguro le hubiese llevado de regalo uno de los excelentes libros que me obsequiaron durante el viaje. Ah no, que lástima, ahora que recuerdo: me los quitaron en el aeropuerto… Ni sé quién ordenó que me los quitaran. ¿No sería el mismo que no lo dejó hablar a usted? Si lo desea podemos ir a reclamar juntos, quién sabe si nos escuchan…
Pero bueno, aquí le dejo mi teléfono para que me llame cuando quiera y sin interés de publicidad alguna podemos tomar un café y conversar muchísimo en un ambiente de decencia, cultura y respeto…
Eliécer Ávila Cicia
52362995
Saludos.