Pese a que no existe una infraestructura para que los pequeños empresarios cubanos funden negocios de inversión, la gente se las arregla para salir adelante.
Algunos piensan que ya es suficiente con que al menos se hayan abierto posibilidades legales a la empresa privada. La realidad es que esta gestión a medias encarece los productos y hace más engorroso cualquier esfuerzo.
Pero Cuba cambia solo si los cubanos nos lo proponemos.
Hilda Zulueta es una de esas empresarias que se siente segura de sus habilidades y de las de los suyos, y aspira a crecer. Carteras Zulu, así se llama su negocio, ya va teniendo alguna experiencia internacional: un contrato con la agencia de viajes suiza Caribeantravel, para hacer folders de cuero.
Zulueta aún confía en el apoyo del Gobierno, pero tiene bien claro cuáles son sus objetivos: el crecimiento económico y la promoción de su marca. Tras un acuerdo previo —solo hablar del negocio—, acepta responder algunas preguntas para DIARIO DE CUBA.
¿Por qué un negocio de carteras y no una cafetería?
El negocio de carteras porque cuando hubo muchas dificultades económicas había que sobrevivir, y aunque yo trabajaba, no alcanzaba el dinero. Eso, sumado a que me gusta coser porque alguna vez mi mamá me enseñó, y detesto cocinar, además de que me gustan las cosas bonitas y originales.
¿Entonces la belleza es un punto importante para las carteras Zulu?
Me interesa que las carteras Zulu sean bellas y tengan calidad, quizás ese sea nuestro sello, aunque parezca un tema manido. Nos gusta que el cliente se sienta satisfecho con nuestro producto.
Empezamos haciendo carteras con retacitos que recogíamos en la fábrica Van Troi. No teníamos nada. Con un sacabocados abríamos los huequitos e íbamos empatando todos aquellos retazos. Al principio eran muy básicas, ahora las carteras tienen forros, bolsillos. Hemos ido solucionando y buscando esa belleza que nos propusimos desde la idea inicial. Buscamos la perfección.
Nos interesa mucho que sea un artículo de diseño, que cada clienta tenga un bolso distinto al anterior, que se acerque a lo personal porque lo ha escogido ella misma y porque lo hemos hecho nosotros.
¿Tiene conciencia de que las carteras Zulu le están haciendo competencia a las importaciones?
Realmente a mí me place no solo darme cuenta de eso, sino oír las opiniones de las clientas. Las carteras las compran personas de cualquier edad. Hay una niña que cada vez que sale de la escuela pasa por la tienda a eso de las cuatro y tanto de la tarde para preguntar: "Señora, ¿cuánto vale esta cartera? ¿Y esta otra?", solo porque su mamá le pregunta. Y yo le digo: "¿por qué no viene tu mamá? Y así ella misma ve los precios". Pero yo creo que es porque a ella también le gusta, al menos, ver las carteras.
El otro día entró una clienta que dijo: "¡Ay, qué bien que por fin hay un lugar donde comprar carteras de calidad!" Entró otra señora que la hija se había comprado ya una cartera y venía a vernos porque ella también quería una.
Me satisface oír que la gente valora nuestro trabajo. Antes de nosotros poner la tienda, veíamos con tristeza cómo las personas salían a la calle con las carteras rotas, carteras por las cuales han pagado una cantidad de dinero y al poco tiempo se les han roto. Y no es que ahora tengamos una superproducción, pero ya tenemos un punto de referencia, nuestro negocio.
¿Cómo se sostiene un negocio familiar en Cuba?
Con mucho sacrificio. Te tienes que privar de algunos gustos cuando quieres echar pa'lante. Sobre todo cuando no tienes la posibilidad de que un banco te haga un préstamo. Todo tiene que ser con el dinero del diario, las ganancias volverlas a reinvertir, y hacer que ese dinero vaya creciendo poco a poco.
Y además, mantenerlo todo en regla. Nosotros tenemos licencia según lo que está reglamentado. Le compramos la piel a otro cuentapropista que también lo tiene todo en regla y curte la piel de la manera más amigable posible con el medio ambiente.
Tenemos arrendado el espacio de la tienda y las personas que nos lo arriendan también tienen licencia. Tenemos la marca registrada en la Oficina Cubana de Propiedad Industrial. Y aunque no tenemos ningún vínculo con Habaguanex, presentamos hace un año un proyecto mucho más amplio para que nos arrendaran un espacio con el objetivo de rescatar la marroquinería que se ha perdido en Cuba. Y nos han dicho que sí.
Estando en el nuevo espacio hemos recibido la visita en tres ocasiones del vicepresidente de la Asociación Cubana de Artistas y Artesanos (ACAA). Ha quedado tan a gusto con lo que ha visto, que él piensa que no solo debemos integrar la organización, sino que estamos marcando la vanguardia.
¿Qué perspectivas le ven ustedes a su pequeña empresa?
Con la apertura que está dando el país pensamos que sí, que hay futuro. Ojalá incluso que abran lugares donde uno pueda comprar materiales para poder producir. Parte de nuestros materiales, por ejemplo, viene de España, porque una de mis hijas, también integrante del proyecto, vive allá y nos lo manda. Pero eso encarece el proceso y el producto final. Y a nosotros lo que nos interesa es poder llegar cada día a más manos, no vender más caro.
Pensamos que si al fin nos dan el espacio en la Habana Vieja, Zulu puede crecer como producto. Pues además de ser una empresa, aspiramos a tener un espacio en el que brindar conferencias, un espacio de documentación, talleres, organizar actividades para que los jóvenes puedan aprender el arte de la marroquinería.
Un espacio donde la gente pueda acceder a determinada información, no solo sobre Cuba, sino del resto del mundo. Hablando con el vicepresidente de la ACAA, están dispuestos a brindarnos su apoyo.
Aunque las carteras nunca perderían el centro. La idea no es detener la producción. Es convocar a más personas. Ahora hacemos una producción bien reducida, pero quién sabe qué pueda pasar. La idea es que el bolso siga marcando la diferencia porque ese es el slogan nuestro: ¿has visto un bolso igual?