Cada una de ellas oculta detrás del rostro un conflicto que las diferencia y agrupa en el mismo destino, repleto de necesidades feroces. Mezcladas entre los vendedores, costumbrismo y policías, la figura mendicante de las madres con sus hijos de la mano añade realidad al ambiente tradicional, creado para el turismo extranjero en La Habana Vieja.
Esparcidas en grupos de tres a seis, alrededor de unas 50 mujeres, con niños pequeños en los brazos o gestantes, se precipitan detrás de los extranjeros para pedir dinero. Estas madres, en su mayoría de raza negra, conforman un grupo heterogéneo de desempleadas, trabajadoras y estudiantes.
Implorar auxilio a los extranjeros para alimentar al niño que lleva en los brazos es un modo de mendicidad en incremento, aunque nada novedoso en las calles de La Habana. Algunas de estas madres llevan décadas sosteniendo a su familia de esta manera. También se han sumado a la modalidad algunos hombres, pero la poca suerte lucrativa atenúa la imagen masculina en esta práctica.
Jaqueline (ocultan sus verdaderas identidades), una de las madres mendigas, tiene siete hijos, de ellos una joven de 21 años que sigue sus pasos.
"Llevo 20 años en las calles luchando con los extranjeros por mis siete hijos, así los he criado a todos y ya tengo cuatro nietos. De mis hijos menores, solo a uno le toca la leche por la libreta, a los demás se la tengo que comprar en dólares." Confiesa que en una ocasión un turista le entregó 300 euros. "Ese día me fui en taxi para la casa. Gracias al dinero que hago aquí, me compre un refrigerador y un televisor."
Jaqueline y su hija comienzan a mendigar a las 11:00 am y regresan pasada las 3:00 pm. Con el dinero que logran en el día, almuerzan con los niños en una fonda barata y compran meriendas a los vendedores ambulantes.
Ambas se mantienen escondidas entre la multitud que transita por la intersección de las calles Obispo y Mercaderes. La concurrida esquina les da la oportunidad de internarse entre los grupos de turistas para abordarlos, sin dejar de caminar.
La faena es difícil, pero todas las madres entrevistadas confiesan que nunca terminan la jornada con menos de 20 dólares (500 pesos). Para ellas los días difíciles son los fines de semana y la temporada de vacaciones escolares.
"Sábado y domingo hay muchos niños y también piden. Esos días los extranjeros se fijan menos en nosotras. Entre semana es mejor, los niños están en la escuela", explica una de las madres de 17 años. "Quisiera algún día conseguirme un buen trabajo que me alcance para mantener a mis dos hijos, esto aparte de difícil, es riesgoso."
El grupo de madres que merodea el Capitolio es más numeroso. De igual forma, se ocultan en las escaleras de los alrededores o detrás de los ómnibus de turismo. Cuando llega el grupo de turistas extranjeros, los abordan con la petición de dinero para comprar alimentos.
"A veces los extranjeros nos llevan al mercado y ellos mismos compran la comida. Me da igual, porque yo quiero el dinero para comer. Generalmente todos son solidarios, menos los chinos, estos te tiran fotos y se mandan a correr", explica una de las madres que merodea el Capitolio. La joven de 18 años se suma al grupo de cinco con su embarazo. Según cuenta, la maternidad entorpeció sus estudios de pedagogía en la escuela de deportes.
"Gracias a este dinero mantengo mi embarazo. La vida está dura, 20 dólares no sirven para alimentarse", confiesa la joven. "Hay días de suerte que me voy con 80 dólares, pero no es siempre y se van rápido, tengo muchas necesidades."
Con la policía vigilándolas
La mirada de los policías y las cámaras públicas de vigilancia aparentan tolerar el estilo de mendicidad. Pero hay más astucia en esto que tolerancia. Las madres se sienten seguras ante la presencia de los turistas porque la policía actúa cuando los extranjeros se van.
"La policía nos acosa, pero no pueden negar nuestro derecho a caminar por estas calles. Si nos cogen presa, nos llevan para la estación bajo amenaza de quitarnos a los niños. En algunos casos levantan un acta de advertencia con un oficial que atiende a los menores", explica una de las madres.
No obstante, la relación entre policía y madres mendigas parece vivir el mejor momento en omisiones donde, al parecer, todos ganan. Hasta los guardias de seguridad de las agencias que custodian las instituciones estatales de la zona ofrecen amparo a las madres, que retribuyen el favor al final del día.
Sin otro contratiempo que la competencia, el método de mendicidad se diversifica en las vendedoras. Madres con niños en los brazos que simulan ser cuentapropistas en las calles de la vieja Habana turística. Pero se delatan cuando pasan los extranjeros con la frase que las identifica: "Por favor, una ayuda para alimentar a mi hijo".