"Los cubanos no tienen un marcado hábito de consumo de pescado", se lamenta Eduardo Díaz, jefe de una entidad estatal de investigaciones en acuicultura, que impulsa el cultivo de un pez originario de Asia para atender uno de los grandes problemas de Cuba: la escasez de alimentos.
"El cubano rechaza el pescado por naturaleza, pues tiene el hábito de comer cerdo y otras carnes, en la medida que tiene acceso", dice Díaz, director general de la Empresa de Tecnologías Acuícolas, que depende del Ministerio de la Industria Alimentaria.
En su planta de El Cotorro, 15 km al sur de La Habana, la empresa ha reproducido con éxito dos especies exóticas, la tilapia roja (Oreochromis mossambicus) y la claria (Clarias gariepinus).
La claria —de la familia de los Siluriformes, llamados comúnmente pez gato— ahora es cultivada en estanques y lagunas de toda la isla, pero su producción sigue por debajo de las necesidades.
"No me atrevo a dar cifras, pero diría que son menores las capturas en el mar que en la acuicultura, cuya producción está en 24.000 y 25.000 toneladas anuales", dice Díaz a la AFP durante una visita de periodistas extranjeros a la planta.
Las capturas marinas fueron de 24.500 toneladas en 2011, según cifras oficiales.
Hasta hace tres décadas, Cuba tenía la mayor flota pesquera de América Latina, que operaba en tres océanos, pero se paralizó por efecto de la Convención del Mar (1982), que la Isla suscribió y limitó sus zonas de captura.
La estocada final la dio el colapso de la Unión Soviética en 1991, cuando la Isla se sumió en una crisis económica que afectó gravemente su aparato productivo.
Cuba importa hoy el 80% de los alimentos que consume (1.600 millones de dólares en 2012), lo que constituye una pesada carga para sus escuálidas finanzas. Por ello producir más alimentos y sustituir importaciones son prioridades para el general Raúl Castro.
Aunque la oferta de alimentos ha aumentado en los últimos años, suelen escasear diversos productos básicos, y muchas familias se quejan de que a través de la libreta de racionamiento, por la que compran alimentos a precios subsidiados, reciben con frecuencia "pollo por pescado".
"Para abastecer el mercado cubano, la producción de pescados de agua dulce debería ser cuatro, cinco o seis veces más de lo que se produce hoy en día", explica Díaz.
Sin embargo, la introducción de la claria no ha estado exenta de polémica, pues tiene fama de "predador". Hay humoristas que la hacen objeto frecuente de chistes y hay cubanos a los que no les gusta comer este pez, que fue introducido desde Malasia y Tailandia en 1999 y 2000, respectivamente.
"La gente dice que la claria se come todo lo que encuentra, y por eso la rechazan. En realidad es más mala fama que otra cosa", dice Natalia Díaz, ingeniera industrial, quien admite que jamás ha cocinado este pescado en su hogar.
"La claria es riquísima y a mi hijo le encanta. Hay quien dice que sabe mal, pero muchos de los que hacen (malos) comentarios no la han probado ni una vez", dice por su lado Agnes Becerra, presentadora de noticias de la televisión.
El jefe de la Empresa Acuícola admite que la claria tiene detractores, pero afirma que el mayor obstáculo es la falta de hábito de comer pescado.
"Los cubanos no tienen un marcado hábito de consumo de pescado de agua dulce, ni siquiera de pescado de mar. Tampoco existe en Cuba la tradición de comer pescado en Semana Santa, a diferencia de países muy católicos como México", dice Eduardo Díaz.
Aunque la producción de peces de agua dulce crece cada año, no hay planes de exportación.
"Es tan insuficiente la producción de pescado, que no podemos comprometernos con exportar lo poco que producimos con destino social", indica Díaz.