La verdad es que los cubanos no tienen arreglo, ni los de aquí, y mucho menos los de allá.
Hay por ahí un gallego que dice —medio serio, medio en broma—, que mientras exista Miami (y el exilio en general), los Castro no tienen la mas mínima razón para moverse ni un metro de donde están, pues nosotros mismos los mantenemos desde aquí con más de mil millones anuales en envíos de mercancías, turismo y sobre todo dinero, que va directamente a las arcas del dictador y su séquito de vejetes exmilitares devenidos empresarios.
El cubano es el único "refugiado politico" que irresponsablemente regresa una y otra vez al lugar del que poco antes tuvo que salir huyendo como rata que tumbó la olla. Cualquier pretexto es bueno: Mi abuela está muy viejita (64 años); la negrita que nos crió está loca por conocer al novio americano que conocí el mes pasado cuando fuimos de vacaciones a Disneyland; o hasta hablan de un perrito faldero que "no deja de jirimiquiar desde que Armandito mi nieto se fue con nosotros en la balsa".
Conocí a una pareja que vino a través de una iglesia, que a los tres años escasos de llegar al "exilio", iban a llevarle el niño recién nacido a un tío Ramón que tenía su esposa en Magarabomba o no sé en que pueblo del interior. "El nené dice Mon-Mon, llamando al tío; no se quién le habrá enseñado". (Yo creo que el que dice Ja-món es el tío, que hace años no ve ni una lasquita).
Me refiero a esos que absurdamente se acogen a la famosa "ley de ajuste cubano", que supuestamente protege a los perseguidos políticos, y quienes al año y un día están tocando a las puertas de la oficina de intereses de los comunistas en Washington, pidiendo permiso para cambiarle el agua a la jicotea en Párraga o llevarle una corbata que se le quedó al primo Cheo en el fondo de la destartalada maleta de la escuela al campo con que ellos salieron de Cuba 366 días antes.
Después están los de allá, que cada vez que tienen un chance, piden a los de acá que los ayuden "porque aquí la situación está muy dura". Y es verdad que la cosa está que arde, pero ellos no hacen absolutamente nada por cambiar esa situación, y cuando te mandan una foto sacada con la camarita digital que compraron con el dinero que les enviamos desde aquí, sale toda la familia, hasta el gato (si es que no se lo han comido), usando como telón de fondo un enorme retrato del Che Guevara. O como esta señora que dice con su cara de palo que ella, con lo que le manda el hijo —que trabaja como un mulo para mantenerla—, y su par de meses al año de vacaciones en la Yuma, ella no tiene que moverse de Pogolotti para nada. ¡Y yo no dudo que la vieja parasita hasta sea presidenta de un CDR!
Por eso es que, aunque me duela el alma, no mando ni un centavo más para Cuba. (Solo medicinas e instrumentos). A menos que sea para los presos políticos o los disidentes, ya que no es justo que mientras gente valerosa como las Damas de Blanco, Martha Beatriz Roque, Darsi Ferrer, Osvaldo Paya, Fariñas, Yoani Sanchez, Oscar Elias Biscet, ¡Pánfilo!, y otros bravos se juegan el pellejo en las calles para cambiar de una vez y por todas la vida miserable de nuestros compatriotas, nuestros familiares y amigos se van de chopin con los dólares que tenemos nosotros que parir aquí día a día, llueva, truene o relampaguee.
En fin, que como bien decía mi abuela Panchita: "El que quiera pescado, que se moje el culo".
PD: En lo que va de año, ya voy recibiendo un mínimo de dos o tres llamadas por mes, pidiéndome ayuda. Ya basta. Los cubanos son un pueblo valioso. Lo hemos probado donde quiera que hemos fundado comunidades alrededor del planeta. Ayudemos a nuestros coterráneos a edificar una vida mejor, no a vivir de la caridad y la limosna del resto de la humanidad.