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América Latina

'Imperiucho castrista', procónsules y soldadesca

En una situación de agonía política y económica similar a la de la corona española a fines del siglo XIX, el castrismo pierde terreno en América Latina.

Ginebra

En una situación de agonía política y económica similar a la de la corona española a fines del siglo XIX, se encuentra hoy un imperio que, por minúsculo que sea, y sin logros ni glorias que exhibir, ha ejercido una malévola influencia en América Latina.

El imperio en cuestión, o más bien el imperiucho (por lo enclenque y diminuto), no es otro que el castrista. Explotando la incultura política y el fanatismo ideológico del fallecido teniente coronel Hugo Chávez, el imperiucho logró apoderarse del país más rico en petróleo del mundo, Venezuela, del que se nutre mientras la población tiene que hurgar en la basura en busca de comida. Con el traslado a esa colonia de millares de agentes encargados, entre otras tareas, de dirigir el espionaje de la ciudadanía y la tortura de los disidentes, el imperiucho ha conseguido además instalar en capitales de América Latina (como Managua, La Paz y hasta hace poco tiempo Asunción, Tegucigalpa, Quito y Buenos Aires) procónsules que actúan en conformidad con sus dictados o lineamientos.

Ahora bien, a la manera del imperio español en las postrimerías del siglo XIX, el imperiucho se bate hoy en retaguardia. Por su empecinamiento ideológico, el castrismo ha realizado la contra-proeza de destruir no solo la economía de la Isla, sino también la de Venezuela. Y ahora que el "socialismo del siglo XXI" ha llevado al descalabro de la producción de crudo en la cuenca del Orinoco, la ya exangüe colonia venezolana ha comprado petróleo en el mercado mundial por alrededor de 440 millones de dólares en lo que va de año, para enviarlo en términos onerosos a La Habana.

La soldadesca y la corrupción

Al igual que el imperio español en sus postrimerías, el imperiucho castrista posee una soldadesca que se bate en retirada y que no es otra que la desgastada izquierda radical y castrochavista.

Como toda soldadesca, la del castrismo existe para cumplir órdenes y no para reflexionar.Nuestros inmaculados zurdos reclaman juicios y sanciones ejemplares contra políticos “de derecha” involucrados en los escándalos revelados por los llamados Panama Papers, y más aun contra aquellos que aceptaron comisiones o prebendas de la empresa brasileña Odebrecht. Al mismo tiempo, defienden sin reparos a los líderes y personeros de regímenes "revolucionarios" involucrados en esos mismos escándalos. 

La soldadesca y la represión

El mismo doble rasero, la misma hipocresía y la misma complicidad están presentes en la actitud de la soldadesca izquierdista ante el régimen inepto, corrupto y criminal que con la ayuda de expertos en tortura y espionaje enviados por La Habana, se mantiene en el poder en Venezuela.

Más de un centenar de opositores asesinados en las calles de Caracas y otras ciudades del país, millares de manifestantes detenidos, muchos de ellos —incluso menores de edad— torturados, líderes opositores inhabilitados, unas elecciones amañadas, desacreditadas y rechazadas por un gran número de países, he ahí el patético saldo político de la mafia al servicio del castrismo. 

Si una represión de magnitudes similares a la desatada por el régimen venezolano fuese aplicada actualmente por una dictadura de derechas (como las de Batista, Somoza, Trujillo, Videla o Pinochet en el siglo pasado), la izquierda no escatimaría medios ni ocasiones para protestar y denunciar los asesinatos, encarcelamientos y torturas de que hoy son víctimas los venezolanos. Pero como se trata de una colonia del imperiucho, la izquierda radical depone lo que le podría quedar de lucidez y arguye que los cientos de miles de venezolanos que han protestado contra el procónsul de Caracas, así como el más de un millón que ha salido del país para escapar del caos, el hambre y la represión del fracasado "socialismo del siglo XXI", están manipulados por "el imperio y las fuerzas de la reacción".

Ahora es el turno al régimen neo-somocista del ex sandinista Daniel Ortega de mostrar hasta dónde está dispuesto a llegar, en términos de represión, con tal de mantenerse en el poder. Una represión cuyo saldo ya se cifra en decenas de manifestantes asesinados, la mayor parte estudiantes. Pero la soldadesca del castrismo, instalada cómodamente en países donde impera la democracia y la libertad, ve en esas manifestaciones de protesta no la prueba del hartazgo del pueblo nicaragüense, sino "la mano desestabilizadora del imperio y las fuerzas de la reacción".

La soldadesca y el continuismo

¿Qué no habría dicho nuestra izquierda si un presidente "reaccionario" o "neoliberal" hubiese convocado a un referéndum —como lo hiciera recientemente el presidente boliviano Evo Morales— para decidir si puede o no buscar la reelección indefinida, pierde dicho referéndum, desconoce su resultado y le exige a la Suprema Corte de su país, bajo su control, que le permita presentarse a elecciones una vez más? ¿Acaso ha olvidado esa izquierda su firme oposición al continuismo de los dictadores de derecha del siglo pasado? Pero como hoy el continuista es un "revolucionario antiimperialista", la soldadesca del castrismo lo defiende en la arena pública.

La doble moral anti continuista de la soldadesca de izquierda no es un fenómeno reciente, tras haber defendido y aplaudido el más largo continuismo de la historia de América Latina, el de Fidel y Raúl Castro.

Ahora que los imperativos de la vejez han obligado a este último a tomar su jubilación, quien le sucede en la presidencia del país, su delfín y protegido Miguel Díaz-Canel, fue designado por la dócil Asamblea Nacional de la Isla y no por el pueblo cubano. Así, mientras el continuismo castrista presenta una nueva cara, la mansa soldadesca de la izquierda latinoamericana sigue loando el supuesto vigor y dinamismo de la democracia del imperiucho.

La presión internacional

Por suerte, la presión internacional milita hoy en contra del imperiucho castrista, como lo hizo ayer en contra de los remanentes del imperio español. Existen empero dos diferencias fundamentales. Primero, en el caso actual, no es una potencia emergente con designios anexionistas (como era EEUU a fines del siglo XIX) la que ejerce la presión, sino todo un conglomerado de naciones cada vez más decidido a impedirle al procónsul Nicolás Maduro seguir asfixiando la democracia, la economía y la libertad de expresión en Venezuela. Segundo, en el caso actual, la presión internacional no se ejerce mediante el uso de las armas, sino a través de sanciones económicas y diplomáticas.

Una 'Generación del 98' de la izquierda latinoamericana

Una vez perdidas las últimas posesiones de ultramar de la corona de España, la intelectualidad de ese país se dio a la digna tarea de disociarse de las fracasadas veleidades imperiales de dicha corona y se puso a hurgar en las raíces y los valores ancestrales de su cultura nacional con el fin de rescatar la esencia de lo que se es dado en llamar la Hispanidad. Fue así como nació la llamada Generación del 98, cuyos representantes incluyen figuras como Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín y Ramón del Valle-Inclán.

Es a una tarea intelectual y ética de esa misma índole a la que tendría que dedicarse la izquierda de nuestro continente si en realidad quisiera rebasar su vergonzosa complicidad con el castrismo, recuperar el pendón de la lucha en pro de la justicia y la igualdad y convertirse en una fuerza de progreso y libertad en América Latina.

Para ello podría encontrar inspiración y modelo en un puñado de camaradas ilustres como Jorge Edwards y Ricardo Lagos de Chile, Joaquín Villalobos de El Salvador y Luis Almagro de Uruguay, quienes —al estilo de la Generación del 98 en España y al contrario de la desprestigiada soldadesca "revolucionaria"— han tenido la lucidez y el coraje de denunciar los crímenes perpetrados por el imperiucho castrista.

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