Back to top
China

El capital chino refuerza su presencia en el mundo

El flujo planetario de inversiones chinas corresponde a una expansión capitalista y al despliegue del nuevo poderío de China.

Madrid

En 2016 la inversión directa en el extranjero por parte de empresas chinas superó por primera vez los 200.000 millones dólares. Un récord que marca el crecimiento exponencial de la presencia china en todos los rincones del planeta.  

El ascenso de China a la cúspide de la economía mundial es sin dudas uno de los acontecimientos claves de la escena internacional en este siglo.

En 1978, con el plan de reformas económicas lanzado por Deng Xiaoping, el gigante asiático emprendía la sustitución gradual de la planificación socialista por una economía de mercado.

En un primer tiempo, dicha transición estuvo marcada por la modernización de las infraestructuras y, sobre todo, por la fuerte inversión de capital extranjero, principalmente en el sector industrial, atraído por una cuantiosa mano de obra relativamente bien formada y de bajo costo.

Cuatro décadas después, el país asiático no solo es la mayor potencia manufacturera y exportadora de bienes del planeta, la "fábrica del mundo", sino también la segunda economía mundial, después de EEUU.

Aún así, a principios de siglo, el Gobierno chino iniciaba un giro estratégico destinado a internacionalizar las empresas chinas, mediante la inversión en el extranjero, con el fin de reforzar el peso recién adquirido en la economía global y convertirse en uno de sus actores decisivos.

Imperativos económicos

Este giro responde a diversos criterios. El primero concierne la necesidad de garantizar el abastecimiento en recursos energéticos y materias primas para mantener el crecimiento económico. Así, entre 2010 y 2016, China invirtió cerca de 90.000 millones de dólares en América Latina. Si bien Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo las principales fuentes de la inversión extranjera en la región, el flujo de capitales procedentes de China desde 2010 representa el doble de lo que era durante la primera década del siglo.

Hoy en día, además, China es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú. Y el segundo de países como México, Argentina y Venezuela.

De igual modo, el país asiático ha pasado a ser el primer socio comercial de África y, de seguir la progresión de inversiones de los últimos años, pronto se convertirá en su primer inversionista.

En cambio, el cariz de las inversiones en Estados Unidos y Europa es distinto. Estas buscan ante todo compensar el déficit tecnológico de las empresas chinas. Pese a que China sea, detrás de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, el cuarto país que más patentes registra en el mundo, su nivel tecnológico aún no logra alcanzar el de sus principales competidores.

Para suplir esta desventaja, el Estado chino destina actualmente alrededor del 2% del PIB en investigación y desarrollo (I + D), una proporción comparable a la de los países que más fondos le dedican al rubro. Y a la vez negocia cláusulas de transferencia de tecnología con las compañías que se establecen en su territorio.

En ese sentido, la inversión directa en Occidente constituye otra manera de adquirir know how tecnológico, mediante la compra de empresas. No en vano, más de la mitad de las inversiones chinas en el extranjero tienen como destino Europa y Estados Unidos.

Posicionamiento geoestratégico.

Por último, la expansión de las empresas chinas por el mundo posee un componente geoestratégico no deleznable: la necesidad de China de montar un andamiaje económico y político que le permita desplegar su nuevo poderío.

Más del 60% de la inversiones chinas en el extranjero es obra de empresas estatales. Esta proporción considerable se debe a las peculiaridades del capitalismo de Estado chino. Pero también es ilustrativa de una política de proyección internacional.

El caso más significativo concierne al Corredor Económico China-Pakistán (CECP). El objetivo de este proyecto es garantizar el acceso de China al mar Arábigo y al océano Índico, a través de Pakistán, y así facilitar la conexión con África y Medio-Oriente.

El CECP prevé la realización o la modernización de grandes proyectos de infraestructura (carreteras, gasoductos, ferrocarriles, etc.). A semejanza de los que han venido efectuando las compañías chinas en África durante este siglo  —aunque las dimensiones del CECP son de una escala superior.

Esta incidencia en el desarrollo de ambas latitudes le propiciaría a China un posicionamiento clave: asentar su predominio económico en Asia Central, en detrimento de sus dos grandes rivales en la región, India y Rusia; constituirse en África como una alternativa a las potencias occidentales y, en particular, a Estados Unidos.

La creación, por parte de China, en 2015 del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés)  —que ya cuenta con 80 países miembros o interesados en serlo— es parte de tal estrategia.

La nueva entidad financiera sería la respuesta china a las instituciones financieras bajo tutela occidental. La AIIB, según informa la BBC, "financia proyectos de infraestructura como hace el Banco Mundial e interviene cuando hay problemas de liquidez que afectan la balanza de pagos como hace el FMI".

Y también estipula acuerdos de intercambios que entronizan al yuan, restándole protagonismo al dólar.

Visto así, el despliegue planetario de capitales chinos corresponde, por una parte, a la lógica de expansión propia del capitalismo y, por otra, a la dinámica de un Estado que hace valer su dimensión de gran potencia.

Archivado en

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.