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Opinión

¿Negociadores de esperanza? No, gracias

Quizás no sea un inconveniente la ausencia de un líder aglutinador entre los opositores cubanos.

Miami

No me gustan los líderes. Ni en política ni en nada. Tal vez por eso preferí siempre a McCartney antes que a Lennon, aun cuando supiera que, en su caso, uno más uno no sumaban dos, sino uno, indivisible y unívoco aunque no fuera el primero ni el único ejemplo. 

El hecho es que los líderes me rechinan. Creo que el mayor problema de la humanidad debe haber surgido allá muy lejos en el tiempo, cuando el primer homínido, tal vez más fuerte o más listo que los demás (y macho, sin dudas), se irguió sobre dos piernas para ponerse al frente. Desde entonces vivimos a merced de los cabecillas de la manada. Es nuestro irremediable signo de identidad. Y el más revelador lazo de parentesco que conservamos con otros animales del planeta, desde las sardinas hasta los elefantes. También es lo que traza la ruta indeleble en nuestro destino. Alfa y Omega, principio y fin de la existencia. Al punto que nos consolamos admitiendo sin rubor que así nos hizo Dios.

Con todo, espero que no sea esta la razón por la cual no considero que el problema básico de Cuba radique en la falta de un líder capaz de cohesionar y dirigir eficazmente la lucha contra la dictadura castrista. No digo que vendría mal un líder con cualidades idóneas. Dadas las circunstancias, cualquier cosa puede ser mejor que nada. Tampoco digo que escaseen los líderes dentro del movimiento de oposición pacífica en la Isla. Al contrario, quizás haya demasiados, aunque, en mi opinión, ninguno califica como idóneo. 

Lo que sí me parece es que no ha nacido ni nacerá el líder carismático (del tipo de los que siempre se nos dieron silvestres, como la verdolaga), que sea capaz de revertir la hecatombe política, moral, económica y sociocultural en que el castrismo ha sumido al país.

"Un líder es un negociador de esperanzas". La frase se le acredita a Napoleón, por lo que me permito especular que dijo "negociador" donde le hubiera gustado decir "manipulador" de esperanzas. Y la verdad es que los cubanos ya hemos sobre-consumido nuestra cuota histórica de manipuladores. Justo por eso estamos como estamos. 

Lo que se impone en lo adelante es que entremos de una vez en la dinámica del mundo real. 

Primero, desmantelando el dominio castrista, no importan los medios, cualquiera sería bueno. Y luego, estableciendo las bases para un sistema auténticamente democrático, sin caudillos al frente sino basado en la estricta división de poderes, en una forma de convivencia política y civil que garantice las libertades y la dignidad plena de todos los ciudadanos. 

"Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe, cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida. La gente dirá entonces: lo hicimos nosotros". Esto lo sentenció el filósofo chino Lao-Tse, menos citado, incluso menos vigente, pero mucho más sabio que Napoleón. Y se me ocurre que su máxima encaja como un guante, no en el perfil de esos paladines que nos prodigó la historia, sino en el del sistema democrático de referencia.  

Visto así el asunto, pienso que no debemos percibir como un inconveniente la ausencia de un líder aglutinador entre los opositores cubanos, los cuales, por cierto, parecen haber entendido la rebeldía política como un asunto particular de personas o de grupos o de partidos, y no como un proyecto al que habría que sumar a toda la población. No en balde no han ganado mucho con enfrentar valerosamente a las hordas represoras del régimen. 

Tal vez creyeron que al desafiar en las calles el temible aparato dictatorial, estarían dando un ejemplo que iba a despertar por sí solo las simpatías y la adhesión mayoritaria de la gente. Pero eso no funciona así. Y menos en un país sometido y obnubilado por el poder totalitarista a lo largo de varias generaciones. Para jugarse el pellejo, la gente necesita empezar por la identificación de sus seguras ganancias. A veces ni así. Y lo que se observa hasta hoy es que por lo general ha estado viendo a los opositores como entes extraños a sus intereses, personas que quieren complicarse la vida y cuya valentía pueden admirar de puertas adentro, pero cuyas reales intenciones desconocen en sus detalles y cuyos programas políticos no suelen ir más allá (para el entendimiento popular) de frases tópicas como "defensa de los derechos humanos" o "libertad para los presos políticos". 

Sin embargo, bien pudiese ocurrir que en el pecado esté la salvación, pues en caso de que el fin del castrismo sobrevenga a través de una rebelión popular (y para mí no hay a la vista otra vía más factible), estos representantes de los grupos y partidos opositores del país estarían llamados a jugar un rol de suma importancia como impulsores del modelo de auténtica democracia, y a la vez como elementos de contención contra la influencia de los improvisados líderes carismáticos que muy posiblemente surjan, bien por propia iniciativa o por la mañosa fabricación del castrismo y de otros poderes interesados. 

Aunque nada parece indicar ahora mismo la inminente caída del régimen, es seguro que caerá tarde o temprano. No soy de los que confían en el desplome por efecto dominó después que hayan caído las dictaduras de Venezuela y Nicaragua. En cambio, sí creo haber notado lo que pudieran ser las primeras señales del desenlace en ciertas actitudes de la población cubana, la más pobre (que es arrasadora mayoría), sobre todo en los últimos meses. 

A diferencia de tiempos atrás, a la camarilla gobernante no le basta ya con los discursos esperanzadores ni los golpes de efecto populista. Sus viejos argumentos sucumbieron entre el dicho y el hecho. La pérdida de credibilidad ha venido minándoles como uno de esos cánceres que se expanden silenciosamente por el organismo hasta desembocar en metástasis. Ni siquiera las acciones intimidatorias les reportan hoy los resultados habituales. 

Es fácil comprobar el modo en que (contradiciendo la antigua demagogia fidelista) los policías se aceptan a sí mismos como represores y no como defensores del pueblo. Saben que en cada ciudadano de los barrios pobres tienen un enemigo, sea más o menos activo. Y a diario se evidencia en las calles que han recibido órdenes de silenciarlos a la fuerza.

En tanto, los ciudadanos demuestran ya tener claro que la única función de la policía es reprimirles. Así que en forma gradual, pero creciente a ojos vista, han comenzado a revirarse. 

Es imposible predecir cuándo tendría lugar la explosión, pero hay dos detalles que al menos para mí quedan fuera de toda duda: 1) el barril de pólvora está llegando al tope en los barrios más menesterosos tanto de La Habana como del interior de la Isla. 2) todo parece anunciar que el fuego para la mecha lo aportará la gente en masa, espontáneamente, sin necesidad de un comandante en jefe, ni de caudillos carismáticos, a Dios gracias.

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