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Sociedad

Dos caras del 'cuentapropismo' femenino

Yordalys Romero, 'La maga de la tela', tiene su propio negocio, que sueña con expandir. Danay Rodríguez se quedó sin su trabajo de camarera cuando parió.

La Habana

Yordalys Romero, de 35 años, es conocida en Jaimanitas como "La maga de la tela", porque hace maravillas con los retazos que va acumulando de los encargos que recibe como costurera particular.

Es una de las miles de cubanas que ha optado por el trabajo privado como opción de supervivencia. Tiene su propio negocio cuando muchas mujeres son empleadas de establecimientos regidos generalmente por hombres.

Esta "cuentapropista" procedente de Santa Clara confecciona muñecas, monitos, cojines, zapateras, además de todas las modalidades de ropa, y dice que crea sus propios diseños.

"Cuando llegamos de Santa Clara, mi esposo y yo levantamos esta choza de madera en el patio de la casa de mi abuelo. La llamamos 'La casa de Mickey Mouse' porque todas las semanas cambiamos los muebles de sitio, excepto mi local de trabajo, ese no se mueve".

Su "local de trabajo" es un rincón con dos mesas y dos máquinas de coser, con amplitud suficiente para cortar la tela utilizando los patrones que ella misma elabora. A cada pieza, Yordalys le añade su estilo personal. Aunque sean de poco calaje artístico, como los cojines o las zapateras, siempre aparece un detalle que las distingue.

"Me va muy bien", dice. "Vendo en las feria del sábado en el parque y también tengo un contrato con el sindicato del hospital CIMEQ, que me organiza exposiciones en las cuales vendo todo lo que llevo. Me da para comer y para costearle la escuela de guitarra a mi hijo Emmanuel. Tengo planeado ir comprando materiales para construir una vivienda más confortable, pero eso ya requiere de mucho más dinero. Mi esposo me ayuda con su trabajo como informático de un círculo social, pero soy yo quien lleva el peso de la economía familiar".

Esta laboriosa mujer solo piensa en ampliar su negocio. Ve su futuro rodeada de telas y patrones.

"Quiero seguir cosiendo, seguir inventando", asegura. "Lo que hago gusta y tiene demanda. Próximamente voy a ampliar mis propuestas. Quiero comenzar también a dar facilidades de pago a los que deseen adquirir mis artículos. Espero crecer y desarrollarme más. Lo que más me gusta es hacer muñecas, porque no las tuve de niña. Cuando una niña se va con una de mis muñecas a su casa, yo me voy con ella. Pero también me voy en los cojines, en los monitos, en la ropa y en todo lo que hago con mis manos".

Yordalys tiene la dicha de poder ser su propia jefa y trabajar en algo que la apasiona. Danay Rodríguez, de 23 años, no ha tenido tanta suerte.

Danay trabajaba como dependienta en una pequeña cafetería de Habana del Este. Aunque le hubiera gustado tener su propio negocio, no tenía presupuesto para iniciarlo.

"Yo era una buena trabajadora y mi jefe me llevaba bien. Nunca tuvimos problemas y los clientes, todos gente conocida del barrio, hablaban bien de mí", asegura. "Pero salí embarazada y ahí se complicaron las cosas. Estuve trabajando mientras me sentí bien, pero luego tuve que irme porque ya el parto se acercaba".

Las leyes que regulan el trabajo por cuenta propia establecen que cada uno de los empleados tiene que sacar una licencia, aparte de la que el dueño del establecimiento debe tener. Los dependientes también pagan sus impuestos, más el dinero que se descuenta para la Seguridad Social.

"Todo eso está muy bien regulado", opina Danay. "Pero no hay nada establecido para licencias de maternidad ni nada por el estilo. Si pares, pierdes el trabajo y no pasa nada; no hay nada que te proteja. Eso le ha pasado a un montón de amigas mías que trabajaban en negocios particulares".

Danay, sin embargo, aclara que su caso es diferente al de sus amigas.

"Mi jefe no tiene la culpa", insiste. "Él quiere que yo regrese. Incluso le dijo a la muchacha que contrató cuando yo me fui que el trabajo era temporal, hasta que a mí me dieran el Círculo Infantil. El problema es que mi hija ya tiene dos años y de Círculo nada. Las trabajadoras de Salud Pública y Educación tienen prioridad, y después van las de cualquier trabajo estatal. Las cuentapropistas somos las últimas de la lista".

Para colmo, en la localidad de Danay acaban de construir una comunidad para trabajadores del Ministerio del Interior. Los nuevos edificios han aumentado la población del lugar.

"Lo último que me dijeron en el municipio de Educación fue que me olvidara del Círculo, que todas esas madres militares estaban ahora por delante de mí en la lista, aunque llegaran después", se queja. "La cafetería es un negocio pequeño, no da tanto dinero. Aunque mi jefe me aumentara el salario, no alcanzaría para pagar cuidadoras privadas para mi niña y para vivir. Es como si el Gobierno me estuviera castigando por elegir trabajar por cuenta propia".

Pero Danay no se desalienta. "No voy a desistir, así tenga que esperar hasta que mi hija empiece en la escuela. Y algún día tendré mi propio negocio, tú verás".

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