Carlos Alberto Montaner, periodista y escritor
Creo que volverán, parcialmente, al plan que tenía Fidel cuando se enfermó: un administrador, un militar y una cabeza política. Fidel pensó que el administrador era Carlos Lage; Raúl Castro custodiaría el polvorín y los servicios de inteligencia y Felipe Pérez Roque continuaría con la locura revolucionaria.
En el esquema de Raúl, Miguel Díaz-Canel administraría el manicomio y Raúl, desde el Partido Comunista, mantendría los hilos políticos y militares.
Aunque la experiencia española es muy diferente, no debe olvidarse que Adolfo Suárez formaba parte de los 40 de (el palacio de) Ayete y Francisco Franco murió convencido de que todo estaba atado y bien atado.
En su velorio comenzó la conspiración para cambiar las cosas. Pese a las divergencias, ambos procesos coinciden en un aspecto: todos están convencidos de que el sistema, además de fallido, es anacrónico.
Pese a los éxitos económicos de la España de Franco, todos sabíamos que el sistema se había forjado en torno a las categorías políticas de los años 30 (nacional-catolicismo vs comunismo). El castrismo se montó sobre la superstición del colectivismo y el antiamericanismo de hace 60 años. Ya nadie cree en eso.
Rafael Rojas, historiador y ensayista
Si, como todo parece indicar, Díaz-Canel resulta designado presidente de los Consejos de Estado y Ministros, se habrá confirmado la hipótesis de que la elección del nuevo delfín, en 2013, respondió a la voluntad de depositar el mando en un político de la nueva generación, con amplia experiencia en el Partido provincial y en el Gobierno nacional, que no hubiera pertenecido al círculo cercano a Fidel Castro.
La trayectoria de Díaz-Canel era ideal porque, además de su experiencia en la estructura básica del Partido, debía su llegada al Buró Político y, por tanto, a la cúpula del poder, a Raúl, no a Fidel. Que fuera un civil, también le agregaba mayor legitimidad presidencial, especialmente en la comunidad internacional.
Díaz-Canel sería, entonces, un presidente cuya autoridad estará siempre acotada por el Ejército y el Partido, por la fuerza y la ideología.
Pedro Campos, exdiplomático y analista
Es una necesidad de política pública e imagen internacional del sistema. Hay que aparentar el cambio. La intención sería poner una cara más joven y que le quite el sello dictadura militar que el castrismo le ha dejado al Gobierno. Pero al parecer es solo la intención para tratar de controlarlo desde atrás y por abajo.
Díaz-Canel, si en definitiva se queda como presidente, sin el control sobre el Partido ni las Fuerzas Armadas, será una marioneta hasta que se acostumbre, se canse o se crea que puede mandar, y vendrán entonces otros problemas.
Omar López Montenegro, director de Derecho Humanos de la Fundación Nacional Cubano Americana
La maniobra no tendría efecto ni sentido con un militar en el poder. Se busca aparentar una "civilización" de la dictadura por medio de la disponibilidad y proclividad a los negocios y, de paso, generar una ilusión de separación de poderes, no en el plano legislativo-ejecutivo-judicial, sino en el plano ideológico-militar-civil (Partido-Ejército-Consejo de Estado).
Es una especie de reformulación de viejas prácticas en Cuba y otros estados comunistas en la segunda mitad del siglo XX, los cuales tenían presidentes de la República, como Osvaldo Dorticós en el caso cubano, aunque no representaran ninguna cuota de poder.
Lartiza Diversent, abogada, directora del Centro de Información Legal, Cubalex
Hay una diferencia entre sucesor y muñecón, y da igual si es civil o militar, en definitiva a todos, desde la escuela primaria, nos dan preparación militar y nos enseñan a cumplir órdenes sin discutirlas. Es un puro cambio de imagen, pues los uniformes no se ven bien, no dan buena imagen pública, y a la vieja guardia le fascina lucir sus grados militares.
Esta persona ocupará ese cargo por designación aunque se aparente que fue electo, y ahí estará mientras cumpla con las misiones que le encomiendan. Su elección no depende de los votos de la población. Es una tapadera. En cualquier momento lo pueden destituir, o no, tal vez renuncie y él mismo se desacredite, o tal vez se suicide. No tiene seguridad en el cargo.
Lo cierto es que no puedo imaginar como sucesor a una persona que todavía es un misterio para la población que supuestamente va gobernar. Es de risa, la población no tiene un favorito, solo acepta a alguien que saben elegirá la cúpula del PCC. Su identidad es pura especulación, aunque tengo que reconocer que es la primera vez que hay incertidumbre en unas supuestas elecciones-designaciones en el panorama político de Cuba.
Juan Antonio Blanco, director de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba
Le dará mejor imagen a una élite de poder militar, que es la que "manda", mientras ese civil "administra" lo que le ordenan. A la cúpula en Cuba no les gusta ser percibida como una "junta militar", y por eso pone a trabajar a todo su aparato de desinformación, para ocultar la verdadera estructura de poder —informal, pero real— que rige el país.