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Represión

San Isidro versus Seguridad del Estado

Así fue la golpiza y el arresto de los músicos, artistas y escritores que planeaban en La Habana un concierto contra el Decreto Ley 349.

La Habana

Una canción y un vídeo habían sido grabados y esto era lo que más les molestaba, o al menos fue el énfasis que recibió Yasser Castellanos, cultivador del spoken word y del graffiti, cuando lo interrogaron hace un par de días en la estación de policía en vísperas del concierto.

En el vídeo se insinuaba, incluso, que Díaz-Canel era homosexual, aseguraba el suspicaz oficial, rodeado de fantasmas, pues ya se sabe que la aceptación de la homosexualidad por parte de ellos es aparente. En resumen: que el concierto no lo iban a permitir.

Aproximadamente a las 12 del día del sábado, cinco horas antes del anunciado espectáculo, Yanelys Nuñez y Luis Manuel Otero Alcántara caminaban hacia la casa de este último en el barrio de San Isidro para organizar la función.

Era esta como la tercera actividad que planeaban para la campaña que realizan, junto a otros creadores, contra el Decreto Ley 349, destinado a regular los servicios artísticos y también la "política cultural" en el país. Primero habían hecho la performance escatológica frente al Capitolio, luego un par de reuniones públicas para discutir el decreto, más tarde los músicos compusieron su canción y venía el concierto que "no iban a permitir".

Nuñez y Alcántara fueron arrestados. Quienes iban llegando a la casa se acumulaban en la esquina mientras veían, del lado de la Avenida del Puerto, a un grupo de "segurosos" que al parecer se disponían a rodearlos.

No muy avanzada la tarde se supo que impedían a Gorki Águila salir de su apartamento, que al activista Juan Antonio Madrazo le habían registrado la casa, y que otros músicos no respondían al teléfono (lo cual es señal de arresto, casi siempre).

El conjunto que había logrado llegar y permanecía en las afueras de la casa cerrada vio avanzar hacia a ellos al oficial de la Seguridad del Estado que responde al nombre de Jaime y "atiende" al grupo OMNI Zona Franca y a ciertos raperos. Me dicen que su tono fue conciliatorio (esta reportera llegó después): el problema exactamente no era la actividad, sino que no se habían respetado los canales establecidos para ella; también que fueran invitados desafectos, como por ejemplo Gorki Águila, era una contrariedad. Aconsejaba, más bien, que los artistas escribieran una carta y, esperado el tiempo reglamentado, si recibían respuesta afirmativa, ¡hasta ellos mismos podían ayudar con un local para el concierto! Siempre y cuando no hubiera desafectos, claro. Nada se sabía de Yanelys Nuñez y Luis Manuel Otero, lastimosamente.

Como a las 6:30PM Amaury Pacheco, de OMNI, decide abrir la casa de Luis Manuel Otero Alcántara con una llave que tenía escondida y entonces entramos. Éramos alrededor de 15 personas, y había tres o cuatro cantantes en el grupo, así que la actividad se podía hacer aunque fuera sin audio.

El cerco alrededor se hacía más visible. Ya teníamos policías de uniforme a tres metros de la puerta a la derecha, en la esquina de Damas y San Isidro; ya habían advertido que no dejarían pasar a nadie al evento.

No transcurrieron ni 20 minutos de atención a los preparativos de la actividad cuando aparecieron en la puerta de la casa la hermana y la madre de Luis Manuel. La primera se sentía fuerte, pero la segunda temblaba de cabeza a pies: nos conminaban a salir. Evidentemente habían sido presionadas, y ahora temían por su familia y por su casa y obedecían a los represores ¿Qué hacer contra eso?

Otra vez estamos en la calle, deliberando los próximos pasos a tomar, con policía secreta y visible cada vez más cerca. Uno de ellos, con un disfraz que lo coloca entre el gigoló y el albañil (como un Yarini con demencia senil adoctrinado) empieza a filmarnos. Amaury Pacheco lo increpa. Es "un meta", a todas luces, porque no responde mucho.

Quien contesta es otro viejo traído por ellos evidentemente para gritar al barrio que Fidel Castro vive y que él sí es revolucionario. Le sigue una algarabía de Amaury Pacheco que va a discutir con él, junto al productor René Rodríguez y Sandor, del grupo Estudiantes Sin Semillas, que comienzan también a dar voces sobre la libertad de expresión y del Decreto 349, y ya tenemos a una patrulla por la calle Damas y otra por San Isidro guiadas por segurosos, y también gente que se aglomera del otro lado de la esquina para observar mejor el espectáculo.

A partir de ese momento todo es velocidad y confusión de cuerpos.

En la primera patrulla están tratando de meter a la fuerza a Soandry del Río, mientras le halan los pelos. Son como dos o tres hombres. Hay que ayudarlo. Logramos que esa acción se detenga, pero ya han embutido dentro del carro a Sandor. No hay tiempo porque arrastran a Amaury, que se ha tirado al piso y se resiste, hacia el carro que paró por San Isidro, así que hacia allí vamos.

Veo que me pasan por al lado a David D’Omni, inmovilizado con una llave de estrangulamiento, y ya estamos agarrando los brazos que tratan de someter a Amaury. Son brazos fuertes. A mí me empujan para atrás como quien espanta una mosca, hasta que uno de nosotros se interpone llevándose por delante a brazos y cuerpo represores y se lanzan como a un metro de la acción, iniciando otra.

Entonces la atención se divide entre el que acaba de empujar y Amaury. Pero ya es tarde, porque ya estamos rodeados de gente que nos filma con teléfonos celulares y le dan golpes a la patrulla y corean "¡Suéltenlo! ¡Suéltenlo!", y vemos que de pronto que los policías han corrido hacia la patrulla, que esta cierra las puertas y se despide a toda velocidad del lugar, dejándonos a nosotros con la gente (ahí aplaudimos un poco, he de confesar).

Amaury yacía en el piso, en lo que pensé era un acto perfomático. Después supe que había perdido por unos segundos el aire por causa de la llave de estrangulamiento que el policía alto le aplicaba (un día van a matar a alguien con esa técnica de reducción que han prohibido en varios países, por letal). Un hombre vestido de blanco enseguida lo ayudó a pararse.

Durante toda la escena yo había tenido detrás a una señora con banderitas que intentaba, sin éxito, recabar apoyo entre la gente para sus vítores a la Revolución. Me vuelvo hacia ella y le hago saber que el pueblo, de verdad, era ese que nos había defendido y nos apuntaba con celulares. Las personas que espontáneamente salieron a la calle de San Isidro. La mujer, con las banderas ya bajadas, me mira entre desolada y miedosa, y ya puesta en el futuro. Pero yo no le iba a hacer nada. Solo quería que reconociera que ella no era el pueblo.

Quizás en la próxima ocasión ya la policía política tenga listoa la performance titulada Acto de repudio, con la actuación especial de paramilitares y hasta locos para nosotros, pero esta vez perdieron el control y vimos lo que puede pasar de limpio en el barrio.

De pronto, las calles habían quedado desiertas de policías y segurosos, como si se hubieran montado todos en aquel carro blanco hacia la luna. Ni en la otra esquina del Puerto (que es donde se paran siempre a vigilarnos) se veía un alma atormentada.

"Van a volver", me dijo una mujer bajita a mi lado, "pero nosotros vamos a apoyarlos". Otra mujer la secundó y muchas personas permanecieron en la esquina cerca de nosotros.

Como a los cinco o diez minutos regresaron dos patrullas, en efecto, con agentes que nos apuntaban escogiendo a quien llevar.

"Nos vamos todos", dijo Michel Matos y me pareció una buena proposición. Ya todo había pasado, de cualquier manera.

Amaury e Iris entonces cupieron en una patrulla. Michel, Yasser y yo en otra. José Ernesto, Dayron y una chica en otra. Nos condujeron a la Unidad de Policía de Zapata y C, donde encontramos a Yanelys en un calabozo y a Luis Manuel en otro. Pude contarle poco a Yanelys porque enseguida nos movieron y nos sentaron al lado de la reja de Luis Manuel, pero sin meternos en la celda. Éramos un caso del Departamento 21, decían los policías.

Al rato llegó el oficial que atiende a Luis Manuel en plan paternalista, cordial, asequible. Luis Manuel hablaba del Decreto 349 y él se asombraba: "¡Miren la necesidad de dialogar que tiene este muchacho que no habla de otra cosa!", exclamaba hacia los policías y hacia nosotros. "Ninguno de estos son delincuentes", aclaró a los uniformados que nos miraban indecisos. Entonces, creo que fue Michel Matos quien hizo la observación de que, sin embargo, estábamos siendo tratados como tal.

El oficial puso cara de "cosas de la vida", nos prometió soltarnos rápido, en cuanto terminara de hablar con Luisma, quien pedía a gritos un interlocutor. Yo apodé "Papá" a ese oficial. De parte de Papá llegó un policía y nos quitó los celulares para hackearlos. También le dijo a Luisma, en medio de la charla que habría durado entre dos y tres horas, que no querían que sucediera una Nicaragua en Cuba.

Facilísimo: cuando los estudiantes salgan a manifestarse a las calles, no los maten y listo.

El Decreto 349 tipifica las infracciones en que incurrimos artistas y escritores en el ejercicio de nuestra labor. Repite que no es posible trabajar en el país si no se está autorizado por instituciones del Gobierno, y añade el absurdo de que los videos no deben "mostrar", por ejemplo, contenidos con violencia, palabras obscenas, ni atentar contra ciertas leyes que regulan nuestra normal vida cultural (sin aclararlas). También dispone que los libros vendidos deban respetar "los valores éticos y culturales". El Decreto 349 nos afecta a todos. En especial a los músicos, a los artistas del audiovisual y de la plástica.

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