Condenado a 25 años de prisión durante la "primavera negra" de 2003, José Daniel Ferrer es un hombre que destila humildad. Varios días después de ser excarcelado, me las arreglé para llegar a su casa de Palmarito del Cauto, en Santiago de Cuba, donde la policía política aún tiene montado un operativo. Tanto le temen. El dolor por la familia fragmentada y los horrores que vio en la cárcel son temas de esta conversación con DIARIO DE CUBA.
Han sido ocho años alejado de la familia. ¿Qué significan para ti?
Ha sido muy traumático, principalmente para la familia. Uno de los choques más terribles es el estado psíquico en que los he encontrado, debido a la represión desatada contra mi hermano Luis Enrique y contra mí. Desde antes de 2003, cuando la "primavera negra", ya veníamos enfrentando esto: los actos de repudio, acciones de acoso y las detenciones. Aún así, yo estaba presente y eso compensaba un poco; sin embargo, con el encarcelamiento se agravó la situación de la familia, que se quedó sin cabeza: mujeres y niños pequeños se vieron muy afectados.
Ahora, al salir de prisión, he comprobado las restricciones a las que mi hermana Ana Belkis y mi esposa se sometieron para aliviar nuestras carencias. Todo cuanto conseguían iba a parar a la prisión, tanto a la que estaba mi hermano como a la mía. Al llegar a casa he visto que se quitaron cosas para dármelas a mí, que me engañaban un poco para aliviarme, aunque yo suponía por lo que estaban pasando.
La casa está destruida, la forma en que vivía mi familia a veces era peor a la mía, claro, sin minimizar en ningún momento los horrores por los que pasé. La familia se sacrificó para que fuera más pasajera nuestra estancia en prisión. Ahora intentaré recuperar lo que pueda el tiempo perdido, aunque físicamente sea imposible. Intentaré curar las heridas por haber dejado a la familia: una niña de cinco años y un niño de cinco meses, y una que nació conmigo en prisión. Mis hijos apenas me reconocen. Algo muy doloroso que me pasó una vez fue cuando mi hija mayor me dijo que dejaría de estudiar pues una compañerita de la escuela le dijo que ella no accedería a ninguna carrera pues su padre era un contrarrevolucionario. Me lo dijo y tuve que darle aliento, decirle que ya lo resolveríamos de algún modo, aunque destrozado por dentro y sin dejarle ver cuán difícil es salvar los obstáculos que impone el régimen totalitario.
Has regresado del infierno, traes la crónica del horror. ¿Qué nos puedes contar?
Hablamos de un régimen penitenciario con características medievales, y para los presos políticos es mucho más riguroso. Existe un aparato represivo montado expresamente con el objetivo de doblegar al preso político. Ya sea con hambre, golpizas, acoso sicológico, todas son formas encaminadas a doblegarlo, y si no se logra, pues el régimen no se da por vencido, lo intenta una y otra vez, siempre probando nuevos métodos.
El método que ellos encontraron contra mí, mi talón de Aquiles, fue la familia. En honor a la verdad, donde podían tocarme los sentimientos era con mis hijos y mi familia. En ocho años estuve todo el tiempo bajo el llamado régimen especial, en primera fase. La visita familiar era cada cuatro meses y la matrimonial cada cinco. Eso da una idea de cómo funciona la represión. Para que se tenga una idea, este régimen se le impone a los violadores y asesinos reincidentes, es decir, a los que se da por irrecuperables.
La primera fase suele ser de un año, y otro en la segunda fase. Pero en el caso de Juan Carlos Herrera Acosta, Luis Enrique Ferrer y quien te habla, fueron ocho años bajo este régimen de rigor. El 16 de septiembre de 2004 un capitán de la policía política actualmente expulsado por corrupción me hizo la propuesta de liberarme si aceptaba abandonar el país. Y claro que me negué. Cuando se dieron cuenta de que no podían chantajearme, me aseguraron que continuaría en régimen de castigo toda la vida, e incluso que podían crear un régimen especial para mí. Me amenazaron con extenderme el periodo entre visitas familiares y conyugales y hasta suspenderme la jaba, es decir, los alimentos adicionales que me traían de la casa.
Pasé por varias prisiones, lo que más me impresionó cuando llegué a Pinar del Río fue que los reclusos comunes llevan las huellas directas de la cárcel en sus rostros. Los métodos de tortura más usados son los conocidos como la sillita y la shakira, que han sido descritos tantas veces. Estando en Aguadores, en Santiago de Cuba, llegué a saber de casos de reclusos que son esposados de pies y manos hasta por tres días, y se orinan y defecan encima mientras están en esas condiciones. Allá en Pinar del Río, en Kilo 5 ½ llegaron incluso a meterle trapos sucios en la boca a los torturados para que nosotros, los presos políticos, no nos enteráramos y lo denunciáramos.
El 29 de Julio de 2007, en Kilo 8, en Camagüey, los carceleros asesinaron a golpes a tres reclusos que a su vez habían agredido a otro preso. Ellos mismos avisaron que la víctima se estaba muriendo, entregaron los cuchillos, y los gendarmes, en vez de asistir al herido, la emprendieron a golpes contra los autores del delito. En cuestión de tres o cuatro minutos, más de cuarenta guardias descargaron su ira con cabillas, palos y tonfas contra estos tres hombres. Dos de ellos murieron de manera instantánea, uno dejó un reguero de sesos por el pasillo. El que se salvó, tengo entendido que quedó completamente loco. Los muertos fueron Amaury Medina Puig, de 25 años de edad, y Carlos Rafael Labrada Oses, ambos jóvenes. ¿Qué pasó con los gendarmes? Se las arreglaron con la complicidad de las autoridades y terminaron acusando al que quedó vivo de causar la riña y aduciendo que los muertos fueron a causa de la misma.
En Pinar del Río un recluso le tiró excrementos a uno de los jefes de la prisión, y por ello fue enviado a la celda de su mayor enemigo. Allí, aquel hombre de gran corpulencia lo golpeó, abusó de él sexualmente y le comió la comida, hasta que lo mató. Entonces lo tapó, y tuvo el cadáver más de dos días en la celda, hasta que la peste fue insoportable para los demás. Después no pasó nada. De casos como este hay decenas y más decenas. Yo tengo un informe bastante detallado fuera de esta provincia, ya tendré tiempo de denunciarlo.
¿Cómo valoras la actitud del gobierno de conceder la libertad extrapenal al grupo de los 75 y otros más?
El documento que me dieron para salir de la prisión dice que mi sanción extingue en el año 2028. La "liberación" no fue un arranque de bondad del régimen. Se debió a factores acumulativos, cuyo punto neurálgico fue la muerte en prisión de mi hermano Orlando Zapata Tamayo, el valor de las Damas de Blanco y la huelga abnegada de Guillermo Fariñas. Eso hizo que el mundo, que estaba siendo bastante indiferente con lo que pasa en Cuba, pusiera la vista en esta situación. Eso es lo que piensa un hombre como yo, con bastante falta de información debido al encarcelamiento. Muchos intelectuales, artistas y políticos de renombre se unieron en la protesta mundial en cartas dirigidas al gobierno, y esta presión funcionó y condujo a la liberación. El régimen buscó la institución religiosa de mayor prestigio y más antigua de Cuba, como lo es la Iglesia católica, algo que agradezco. Aún así, no se han limpiado las prisiones como se ha querido hacer ver. Quedan miles de presos sancionados bajo procesos absurdos.
Fuiste protagonista de varias huelgas de hambre o protestas bien sonadas, y por ello te trasladaron de prisión varias veces. ¿Qué te guiaba?
Creo que fue Martí quien dijo que ver cometer un crimen en calma es cometerlo. Eso me guiaba. Cuando veía que estaban castigando a alguien pues saltaba a gritar y proferir consignas contra el régimen. Eso hace que algunos presos que hasta ese momento han estado temerosos, te secunden. También la denuncia diaria, que a veces hace contenerse a las autoridades. No te voy a negar que muchas veces temía que esos castigos se trasladasen a mí, pero seguía y muchas veces conseguía detener las golpizas o los atropellos. No solo yo, Zapata, Normando Hernández, mi hermano Luis Enrique, a Juan Carlos Herrera Acosta en Camagüey lo golpearon delante de mí, yo protestando y ellos arrastrando a Juan Carlos todo el pasillo. La protesta, siempre pacífica, es casi la única vía para que no pasen tantas atrocidades Yo nunca tiré un pomo de vidrio ni quemé un colchón, pero sí protesté bien alto y fuerte y de frente todo el tiempo. Con la protesta enseñas a otros a defenderse y a que te defiendan.
¿Qué te dice el nombre de Orlando Zapata Tamayo?
Es un símbolo de coraje y valor supremo. Conocía de él antes de estar encarcelado, después, como te dije, yo estando en Kilo 5 ½ en Pinar del Río y él en Taco Taco, varias veces llegaron reclusos trasladados y me contaban del valor de Zapata para enfrentar a un pelotón con armas contundentes y mientras tenía conocimiento seguía protestando y diciendo consignas antigubernamentales. Eso te hace sacar un poquito de valor de donde tú no lo tienes. Cuando te cuentan algo así, tú te dices, qué va, yo no puedo ser menos, y te decides a intentar ser como Zapata, como Boitel, como Fariñas, como Antúnez y otros muchos. Unes tu valor al ejemplo de ellos y te haces el firme propósito de preferir morir antes que te humillen.
¿Qué han sido para ti tu hermana Ana Belkis y tu esposa?
Tengo una deuda con ellas que nunca podré pagar, por el sacrificio a que se sometieron. Ana Belkis y mi hermano Luis Enrique le exigían al gobierno que sólo se iban si yo era liberado. Tuve que escribirle a mi hermano porque la situación de mi madre ya era insostenible, su salud, sus nervios, etc. Tuve que hacer un esfuerzo y engañar a mi madre diciéndole mira, no te preocupes, que en una semana estaremos hablando por teléfono, tú verás. Pero yo sabía que eso era mentira, y de hecho, las promesas de liberaciones del régimen no fueron realidad hasta ocho meses después. Mi hermana y mi esposa renunciaron a cosas necesarias para ellas y ahora compruebo que era para aliviarnos a mi hermano y a mí, ese es un ejemplo que nunca voy a olvidar.
¿Cómo sueña José Daniel Ferrer la Cuba futura? ¿Cómo la ve?
Quisiera una Cuba con todos y para el bien de todos, al decir de ese grande que fue José Martí. Necesitamos libertades en lo personal y libertades económicas. Pienso un país libre y próspero a la vez. Hoy veo menos miedo en la gente. Aunque no sea a todo lo que aspiro, hay menos miedo. El valor de las Damas de Blanco y la manera en que la gente habla ahora en la calle no es lo mismo que hace un tiempo atrás. Hay una mayor toma de conciencia. Me he topado a gente en la calle que hace ocho años decían que éramos unos locos y ahora me dicen que yo tenía y tengo la razón. Y eso dice bastante.