Durante 40 años, el equipo cubano de béisbol mantuvo la supremacía continental. Hasta que en 2011 perdió la final con el conjunto de Estados Unidos, y cuatro años más tarde lo hizo en semifinales contra Canadá, para quedarse con la medalla de bronce.
Hoy, en una muestra del descalabro sin precedentes del deporte nacional, la escuadra cubana ha sucumbido por segunda jornada consecutiva y ha quedado, desnuda y avergonzada, eliminada de la discusión de medalla alguna.
Otra vez, fueron los canadienses los encargados de dar el tiro de gracia, venciendo a los de Anglada en un peleado encuentro, 8 a 6.
Un presagio de lo que acontecería fue el jonronazo de tres carreras del cuarto hombre en la tanda norteña, Connor Panas, en el mismo primer capítulo, frente a los envíos del mejor zurdo de la pelota cubana, Yoanni Yera.
Los del patio, luchando contra la corriente, marcaron dos veces al cierre del episodio, gracias a un doble de Yordan Manduley con Roel Santos en la inicial y a un movimiento ilegal del abridor Jordan Balazovic, seguido de un roletazo al cuadro de Yurisbel Gracial.
Después de que los canadienses marcaran otra en el tercero por sencillo y doblete consecutivos (otra vez de Panas), los antillanos siguieron peleando e igualaron el marcador gracias a bambinazos al hilo de Raúl González y Yunior Ibarra.
En el quinto, los norteños definieron aprovechando el empecinamiento del timonel, Rey Vicente Anglada, en mantener al zurdo en la lomita, a pesar de tener a par de hombres recién llegados de la Liga Japonesa en el bullpen.
Cuatro imparables más tuvo que soportar el matancero antes de irse a las duchas, con tres anotaciones a su cuenta al darle paso al estelar Liván Moinelo, aunque ya el rancho había ardido por los cuatro costados.
Moinelo logró parar la ofensiva rival durante tres entradas a ritmo de siete ponches, pero el ex ligamayorista Christopher Leroux hizo lo mismo desde el montículo contrario, preservando la ventaja.
La derrota pasará a engrosar el ya largo volumen de batallas perdidas por el béisbol cubano en los últimos años. Ahora, como siempre, vendrán los análisis y las justificaciones, los discursos vacíos y las lamentaciones. Pero los directivos seguirán todos en sus puestos y el sistema, ineficaz e incompetente, no cambiará.