Es probable que el libro más leído de un autor tan leído como Stefan Zweig sea El mundo de ayer. Memorias de un europeo. La obra, escrita en los últimos años de su exilio, entre 1939 y 1941, y publicada póstumamente en 1942, se convirtió de inmediato en uno de los libros de memorias más relevantes del siglo XX, tal vez por un motivo del que ni siquiera su propio autor fuera del todo consciente mientras trabajaba en él.
Aunque centrado en la vida y las costumbres vienesas anteriores a la Primera Guerra Mundial, el libro no es solo el gigantesco fresco naturalista de toda esa época desaparecida que describe, sino también, como en un acertijo gráfico, la imagen premonitoria —de aparición intermitente y centelleante— de los catastróficos cambios de paradigma que sucederían a aquella debacle.
En su intento por explicarse el desastre, el autor va identificando a posteriori los síntomas del mismo que ya estaban latentes en la época que describe. El resultado de estos instantes de anacronía, de prolepsis, es semejante a lo que ocurre con el célebre grabado de Charles Allan Gilbert titulado All is Vanity, en el que la escena de una joven mirándose al espejo contiene ya, en forma de calavera, la imagen de la muerte. De todo ello se derivan, sin duda, los diversos niveles de lectura que han cautivado a lectores tan diversos en tantas latitudes.
El mundo de ayer puede leerse, simplemente, como el relato de un viaje al pasado, como apoteosis conmemorativa o confesión poética de un individuo nostálgico, pero también puede verse como un retrospectivo ajuste de cuentas con las incontrolables fuerzas "telúricas" de la historia y con la estupidez humana, las cuales, en una cooperación perfecta no advertida en su momento, destruyeron el sueño generacional de una Europa sin fronteras. Y es en ese último sentido que el libro de memorias de Zweig constituye también una suerte de premonición revelada desde el futuro: el relato de un antes que contenía ya en sí mismo los elementos que harían del mundo descrito un mundo "de ayer".
Los textos aquí reunidos (publicados originalmente entre 1909 y 1940) giran todos, de un modo u otro —y a pesar de su diversidad—, en torno a la idea de Europa, por lo que constituyen un magnífico resumen del pensamiento de Zweig en relación con el tema. Pero esta compilación tiene, a su vez, otra característica: todos sus artículos abordan tópicos que parecen no haber perdido un ápice de su actualidad.
El más antiguo, "El peligro indio para Inglaterra" (1909), podría leerse no solo como el alegato anticolonialista que fue en su momento, sino también como una advertencia en relación con los peligros latentes en un concepto eurocéntrico de expansión "civilizatoria" que, al no respetar demasiado la singularidad cultural de los territorios colonizados, da lugar a unas relaciones sociales asimétricas que pueden derivar hacia un frenesí de violencia.
En el artículo que le sigue, "Las cosas cautivas" (1910), una crónica sobre la Exposición Universal de Bruselas, Zweig deja entrever claramente su temor al consumo masificado y al culto excesivo a los objetos de uso. Con el homenaje a Jaurès, de 1916, se enaltece oportunamente no solo la figura del socialista francés, político muy consciente de la necesidad apremiante de introducir medidas de carácter social que evitasen una fractura de la convivencia en las sociedades modernas, sino también la del pacifista y antimilitarista, radicalmente opuesto a todo tipo de ultranacionalismo beligerante.
En "La monotonización del mundo" (1925) el autor vienés hace sonar de nuevo las alarmas en torno a un peligro que estaba entonces in statu nascendi y ha alcanzado su paroxismo en nuestra época: la americanización de Europa, mientras que en el ensayo que da título a este libro, "La desintoxicación moral de Europa" (1932), se ofrecen ideas relevantes (y muy avanzadas para su época) en torno a una educación europeísta y a la creación de instituciones paneuropeas que fueran formando a las generaciones futuras en un espíritu colaborativo de todas las naciones del Viejo Continente (el lector de hoy no podrá sino reconocer en este texto el germen de algunas ideas que hoy son hechos consumados en el mundo o en la Unión Europea, como el Tribunal de Justicia con sede en Luxemburgo, las becas Erasmus o hasta un atisbo de lo que hoy, en la era Trump, hemos dado en llamar "posverdad", la propagación de noticias falsas y calumnias a través de la prensa).
Por último, con "Wilson fracasa", un texto de 1940, Zweig nos ofrece un magnífico ejemplo de lo que comentábamos al principio de este prólogo: en un trepidante relato retrospectivo en torno a los días de la firma del Tratado de Paz de 1919 y de las negociaciones para la creación de una Sociedad de Naciones, el autor de El mundo de ayer nos deja vislumbrar, desde un ayer (el de 1919), las consecuencias que pueden tener para el presente (su presente de 1940), el fracaso de una idea humanista de la política enfrentada a la ambición mezquina de los intereses nacionales.
Un último texto cierra este volumen, un inédito absoluto en español: se trata de un discurso de Zweig (o el boceto de un discurso) que aborda explícitamente la urgencia de emprender acciones concretas que abonen el terreno a la creación y consolidación de una "unión de Europa", una unión primeramente intelectual, pero también política. No cuesta demasiado identificar en este texto, por ejemplo, la idea germinal de un proyecto como el de las capitales europeas de la cultura.
Como habrá notado de inmediato el lector a partir de lo antes mencionado, la selección que ahora presenta la editorial Plataforma intenta establecer un juego de espejos entre nuestra actualidad y esos "temas del pasado" que tanto interesaron a Zweig. Si bien es cierto que muchas de las propuestas y reflexiones del autor vienés en estos artículos son cosas bastante bien afianzadas ya en nuestra vida presente, no menos cierto es el hecho de que muchos de los peligros mencionados por Zweig son palpables también en nuestra actualidad. Los anhelos de instituciones europeas, por ejemplo, son hoy una realidad, pero el riesgo de perderlas no es, por otra parte, menos real.
Tal vez leyendo acerca de las fuerzas que entonces se oponían a la forja de una unión de Europa podamos entender mejor lo que tenemos, lo que deberíamos preservar y, no en última instancia, lo que podríamos hacer a título individual o colectivo para preservarlo. Si algo nos enseña la lectura de estos textos (incluido un eventual repaso a El mundo de ayer), es que nada en la historia de los hombres puede darse por sentado. La Europa unida que hoy disfrutamos (y que, en cierto modo, también padecemos) puede desmoronarse mañana con la misma rapidez con que se vino abajo en 1914, aun viviendo nosotros en otra época, otro contexto y bajo circunstancias muy diferentes.
El hoy que tan firme nos parece puede ser de pronto un ayer tan parecido al de Zweig, que merece la pena reflexionar sobre lo que nos dicen los artículos recogidos en este volumen.
Stefan Zweig, La desintoxicación moral de Europa y otros escritos políticos (Plataforma Editorial, Barcelona, 2017)