Siempre ir saltando las losas hasta llegar a poner la cara en el espejo del botiquín cada día para mirarse de cerca con la Caja ahí detrás/ sobre/ en/ con las legañas pegadas a los ojos y bajar la mirada y descubrir los labios y una boca hinchada con el mismo idéntico color carmelita de la madera pintada del botiquín cuando se simula que se está cerca de uno mismo y está cerca del espejo y escucha pequeños ruidos crujidos que ahí debajo de la madera pintada con un carmelita idéntico al de los labios de una boca hinchada y eso que cruje debajo de la madera son comejenes ahí en otro plano ahí donde hay túneles que se abren con cada ligero crujir ahí en la madera lisa con vías que se comunican y donde avanzan bichos en pasillos en los que chocan sus cabezas o sus antenas y se identifican así con esa imagen en el botiquín que se identifica con alguien o algo que lleva un detrás/ sobre/ en/ con mientras se van construyendo y rompiendo y avanzando más y más túneles que dejan atrás más y más imágenes.
Afuera avanza la Caja lisa y carmelita intacta en su masa fingiendo un adentro en cúmulo de túneles y pasadizos para correr para huir de esta imagen de afuera de la imagen proyectada por todo espejo de botiquín falsa con una cara diaria bañada de carmelita liso firme falso reflejo subterráneo de madera hueca con una galería de siniestros pequeños bichos que avanzan demuelen con dientes y garras convierten todo en bolitas que por huecos expulsan y los dedos expulsan de sus ojos legañas y babas que hacen cambiar la imagen para sostener la idea de un botiquín pegado a la pared.
Sigue el crujir de esos bichos que no paran de roer la madera allá cuando la cara se fue libre de legañas y de baba y de imagen y se pierde cargando su Caja día y noche haciendo crujir sus huesos y sus zapatos creando nuevos túneles donde termina un día en nada donde chocan cabezas donde solo quedará el miedo a que entre la luz en el miedo a ese asco de chocar bocas o antenas (los túneles) fijo contra esa diaria imagen de botiquín que esconde lo que hay debajo en ese túnel que se abre debajo de la piel y de las palabras y de los gestos y por eso los saltos de losa en losa para que sea siempre lo mismo y estar de frente a una boca a fuerza de que se va a convertir en bolita que expulsa por un hueco donde no entra un solo ojo ni un rayo de luz en ese ahí que queda debajo oculto en la imagen afuera para estar oculta en un túnel hasta que llegue ese día en que hará venir abajo este espejo justo cuando no proyecte imagen alguna de botiquín.
Ramón Hondal nació en La Habana, en 1974. Recibió en 2013 el Premio Luis Rogelio Nogueras de la editorial Extramuros por el libro de poemas Diálogos. Este texto pertenece al libro en preparación La Caja.
Otros poemas suyos: Las losas, Despertar, Parque y Otro encuentro.