Pero están las losas de la habitación de aquel que se pierde. Las laderas entre las montañas dan un curso a seguir, los árboles le acompañan. Algo se le ha roto. Sigue un camino y no lo tiene. Ya no busca. Explora en su cabeza. Y allí hay alguien más. Voces dicen la cordura y las sigue lo mismo que al camino. Va detrás de cualquier voz que lo pierda más allá de la ciudad, de las personas, donde no hay ciudad que ver, personas que tratar. No hay voz afuera. Solo dentro. Su diálogo el monólogo. Se dirá y se responderá. Hay un crimen. Hay un castigo. Hay un acorde. Hay una forma. No hay otro. Un duelo. Un dueto. El de su misma voz. Se repite para escuchar algo, a alguien. No queda nada del otro lado. No hay otro lado. Hay la carga de una Caja. Y la arrastra a una habitación donde va de un lado a otro. Se arrastra. Camina sin dirección a paso suave, cansado. Entre las losas tampoco hay camino pero decirse aquí sí allá no que sea algo. Salta de un cuadrado seguro a otro inseguro. Convierte los dibujos de las losas y las líneas del suelo en fronteras a las que se puede visitar-pisar, a las que no se puede visitar-pisar. Tiene un recorrido a pisar a lo largo de la casa. No sabe cuál es. Al paso decide: aquí sí, aquí no. Respeta el silencio para poder escuchar la música que detrás suena.
Hay algo roto. Ya no hay dueto solo duelo. No hay voz. Hace silencio para dejar colocar en los sonidos las entradas. Entra un pie en un cuadrado del suelo. Aquí sí. En el indicado. Los dibujos del suelo son montañas y árboles. Ya no hay dueto. Hay duelo. Mirar al suelo. Allí sí. Allí no. Las losas. Las líneas. Los dibujos. No hay que levantar la vista.
Ramón Hondal nació en La Habana, en 1974. Recibió en 2013 el Premio Luis Rogelio Nogueras de la editorial Extramuros por el libro de poemas Diálogos. Este texto pertenece al libro en preparación La Caja.
Otros poemas suyos: Despertar, Parque, Otro encuentro y Encuentro.