No se cuentan ya los libros de poesía que, en varios países del mundo, Juana Rosa Pita (cubana de nacimiento, pero residente en EEUU y entusiasta e irreductible amante de Italia, de la que incluso ha hecho suya la lengua) ha publicado desde 1976 hasta hoy: desde Pan de sol (1976) hasta este Se desata el milagro/ Si scatena il miracolo (2016). Veintisiete títulos (varios en edición bilingüe italiano-español) en 40 años de vida, que son el índice de un intenso fervor creativo y, al mismo tiempo, testimonio de una voluntad totalizante de vivir e interpretar la propia existencia. Únicamente Emily Dickinson, si no recuerdo mal, puede certificar una dedicación tan exclusiva y absoluta a la poesía. Sin embargo, esta fecundidad, lejos de disminuir su impulso creador, de debilitar su tensión lírica, la refuerza, la alimenta, y el "milagro" de la poesía se renueva, es más "se desata", aún cada vez, como sugiere el título del poemario que nos ocupa.
En el prefacio a Cadenze, un poemario publicado en Italia en 2000 por la editorial Bastogi, escribimos que la poesía de Juana Rosa Pita "se diviniza, en una contemplada y contemplante trascendencia, síntesis iluminadora y preñada en el rigor cultivadísimo de la palabra y de su sustancia más secreta". Eso no solamente está en línea con la centralidad que la poesía ha ocupado siempre en su acontecer biográfico y literario, sino que es además un horizonte pedagógico que indica a sus lectores como sistema de vida: un horizonte pedagógico confirmado también en este último libro con mayor fuerza y con determinación más explícita, si es posible: "en el vivir atentos y de cara/ a ese caudal inmenso de infinito/ que hay en hacer lo que nos hace ser".
Entonces la palabra (y consecuentemente el lenguaje, vehículo y símbolo consustancial de la poesía) se vuelve un habitat ideal, una residencia transfigurada en trascendencia, "...dar/ voz al verso/ del que parte esencial somos tú y yo/ sin saber si inconsciente o voluntaria" y, al mismo tiempo, "un imposible reto/ y precisamente por eso el único/ que nos vale la pena acometer". Y en torno a este principio, a esta ontología de la creación, se arremolina la cosmicidad del existir: la "pasión del espíritu/ que es en fondo el amor", "la armonía originaria del milagro", la belleza de las cosas que "nos arma el alma/ con el intento de abatir la muerte" y, por tanto, la fe "en un futuro no lejano" del cual "se extraerá, para la vida, el agua".
Poesía, por tanto, la de Juana Rosa Pita imbuida de un lirismo religioso apasionado, de entusiasmos espirituales, de conmoción intensa ante la belleza de las cosas del mundo, las contemplaciones del alma, pero sin un voluntario cierre hacia la temporalidad (con todo aquello que de vivible e imaginable ella comporta), que adquiere más bien un particular relieve y una particular coloratura, en que descripción inquieta de lugares y afectos, ahondamiento meditativo, contemplación de la belleza, sentido de la historia y sentimiento amoroso, se mezclan transformándose en nociones de sabiduría, de fe en el futuro y de consuelo espiritual; "nuestros poemas salpicando a otros"... "luego en alto, grandiosa, la armonía/ entre naturaleza y símbolo: Masaccio".
De tal manera la palabra poética, fuera de la cual nada puede ser percibido, se vuelve instrumento y símbolo de conocimiento, así como medio de oposición y de resarcimiento de cara a las dificultades que la existencia nos pone por delante. Receptáculo de armonía y de pensamiento, ella consiente afrontar y amansar el dinamismo de la realidad, emanciparse de los dilemas de la vida, de los misterios del mundo. La poesía, en suma, concebida como victoria sobre el tiempo, como expresión unitaria y definitiva de pasado, presente y futuro. "En la Torre la espera del poniente,/ campanas dando sombra, verdecidas/ como aquella llanura de Viñales/ de cuando era muchacha: el milagro/ la única lengua que la Plaza habla".
En un ámbito tal vienen reafirmados también la dialéctica y el misterio de la esperanza que vive del futuro y en el futuro, los horizontes de sentido que residen en ella, renovándola continuamente en el signo del amor y de la fe en lo divino. Sin embargo su poesía jamás se precipita, a propósito, en el hortus conclusus de la plegaria, sino que inclina hacia el territorio del sueño, el cual, respecto de la temporalidad, es capaz de gozar de un privilegio particular a saber, el ser independiente del fluir del tiempo y condensar, en un instante, un contenido perceptivo superior al del propio pensamiento, en un constante centelleo de la poesía en el alternarse de las palabras y de los eventos, en el identificarse y el contradecirse de las ideas. "Al fin se apaga todo en este mundo:/ solo el fuego invisible del alma/ es inmutable y capaz de forjarnos./ A la piedra encomienda su fulgor el alma/ para arraigarnos juntos, enlazados/ apasionadamente en lo eterno".
De esta forma, la poesía de Juana Rosa Pita se sitúa fuera del irracionalismo nihilista de nuestra época que vive en el presente y del presente, y penetra en el territorio de la utopía, pero de una utopía imperfecta, en cuanto toma los movimientos de lo existente, de los que capta la idealidad, sacándoles motivo de elevación sentimental y espiritual.
Juana Rosa Pita, Se desata el milagro/ Si scatena il miracolo (edición bilingüe, El Zunzún Viajero, Boston, 2016).