Todo es un poquito raro.
Juan Lima
E tutto è molto strano.
Eugenio Montale
1
Las cosas enrarecen
a la primera de cambio.
Un empujón magnético
—invisible, indoloro— ya desfasa.
Un cambio de jerga que tapa un conducto
abre otro y transfiere
el escenario entero al contexto de al lado.
Y allí, tras las paredes de papel,
queda el sentido, bamboleándose.
2
Se esconden, los sentidos,
unos detrás de otros. Hacen cú-cú
en esa larga fila de metamorfosis,
signos leídos a velocidad
y sonidos que un instante son sutiles
y al siguiente, monstruosos
(como los que entran, de noche,
por un solo lado de la almohada).
3
Además: el pacto de credibilidad.
Todo, un día, es lejano; se piensa
en la especie humana como en "ellos".
Se les admira la organización,
el ingenio en inventos
como el cochecito de bebé,
el colectivo, la heladería artesanal.
Otro día hasta ese aroma eléctrico
a simulación de pan casero
ennoblece el curso que hemos dado en seguir
(nosotros, los cositos
surgidos en la Tierra).
4
Estos traspiés
entre lo que se esperaba y lo que es.
Ver un momento, solamente,
de la larga vida ajena:
sentados en la puerta de su casa
toman cerveza mientras baja el sol
y por mascota ahí nomás tienen pastando
una vaca, un caballito, un pony.
5
Lo falso siniestro.
Las sombras con perfil de monstruo
remodeladas ante cualquier luz,
las amenazas convertidas en picnics,
el día de pánico en vano
archivado junto a tantos otros.
6
Igual que la burbuja —que es perfecta
cuando surge y sabe equilibrarse
de los labios al aire y ascender
seductora, reflejando el universo
hasta que deja de disimular
su condición de frágil detergente
para, con veleidades de espejismo,
unirse al aire, dejarse tragar
por ese medio graso y agresivo,
pesado hasta la sordidez
que se había ofrecido a sostenerla—
es el impulso, la voluntad.
7
Qué caos.
¡Qué cacho...!
¿Qué catzo...?
El campamento está armado en la frontera
pero también la frontera es imprecisa
y además, claro, es solo un campamento.
Laura Wittner nació en Buenos Aires en 1967. Sus libros más recientes de poemas son La tomadora de café (Vox, Bahía Blanca, 2005), Lluvias (Bajo la luna, Buenos Aires, 2009) y Balbuceos en una misma dirección (Gog y Magog, Buenos Aires, 2011). Ha traducido a Charles Tomlinson, James Schuyler, Charles Reznifkoff y Keneth Rexroth, entre otros. Este poema pertenece al libro homónimo.
Otros poemas suyos: Por qué los días malos miramos fotos de viajes, Exhibición de atrocidades, Estoy leyendo en el cono de luz y Por qué las mujeres nos quemamos con el horno.