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Poesía

Introducción a qué

'Tras esas puertas está sentado Lezama con su camisetica y su ombligo al aire, pitico parado. Igual Virgilio. Igual mi abuela mirando la televisión o cosiendo, ya muerta...'

La Habana

 

En cada cuerpo hay una pierna que se arrastra y que es la pata vieja de una silla. Los ojos están quemados y fríos, miran su derrumbe en cámara lenta. Estos ojos no son espectadores, son actores de un cuerpo que es de los escombros.

Las manos son dos palos viejos que sujetan una muleta junto al desequilibrio de sus pasos, a un libro viejo y deshojado. Los rostros, ¿dónde quedaron los rostros? Ahí están ocultos en almohadones bajo las quemaduras del soplete que a todos, más que con un ardor, ha marcado como se marca el cuerpo del animal, del ganado, de la bestia.

Las ropas roídas, los muebles empolvados, los objetos rotos, el derrumbe de los cuerpos, de los sitios, de costumbres, los viejos venden periódicos y se equiparan los objetos y los cuerpos en una misma miseria.

Todo ha quedado oculto detrás de las puertas de un Almacén que simula estar Afuera, el almacén de todos los que se derrumbaron y de los que nos derrumbamos hoy. Tras esas puertas está sentado Lezama con su camisetica y su ombligo al aire, pitico parado. Igual Virgilio. Igual mi abuela mirando la televisión o cosiendo, ya muerta, y todas las abuelas, junto a mi madre, aún viva, y a todas las madres, conmigo y con todos mirando de lejos a cada rostro marcado con los gestos que han hecho tallar bajo este instinto militar con el mismo soplete. Igual todo. Igual todos.

Tras las puertas de ese Almacén está el patio de recreo lleno de polvo, de parches, de patas viejas de mesas y sillas, que se han convertido en piernas, en gestos y manos marcadas con fuego en almohadones, rostros de metal oxidado de miradas frías, ojos de los escombros que han sido y que la humedad se come.Estamos húmedos bajo la fuerza del instinto militar que se ha metido en esos almohadones que nos sirven de cabeza, con la calma del moho.

Las columnas están vencidas, las piernas-patas de mesa-silla están vencidas, los órganos viejos y cansados. Comején, humedad, años y retórica, cavan en las mismas piernas, hunden los cimientos, sus muletas, sus piernitas flacas.

Queda uno sosteniéndose en sus piernas-patas de mesa-silla, uno sosteniéndose al lado de ese Lezama olvidado en un Almacén con su camisetica y su ombligo al aire, los dos, pitico parado.

 


Ramón Hondal nació en La Habana, en 1974. Recibió en 2013 el Premio Luis Rogelio Nogueras de la Editorial Extramuros con el libro de poemas Diálogos. Preparó y prologó la recién publicada edición habanera de Ferdydurke, de Witold Gombrowicz. Este poema pertenece a un libro inédito.

Otros poemas suyos: Dos y El acosador.

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