Pinta un cuadro de flores amarillas —flores que no pertenecen a ninguna estirpe, falsas flores de campos imprecisos, flores de resurrección— y yo siento el perfume en el cuarto. Miro su mano y recuerdo: hace años pintó otros cuadros. Aquella postal de invierno, aquel retrato. ¿Dónde estarán ahora? Hoy me acerco y la miro: su mano traza perfiles delicados: el color desaparece, cambia, no es el color sino la mutación de un color lo que me fascina. Mi madre apenas levanta la vista, dice nada, solo pinta un cuadro de flores amarillas. Yves Bonnefoy, se pregunta, en El territorio interior, qué habría traído esa profundidad sino el aumento del enigma. ¿Qué habría traído mi madre, pienso yo, a esa profundidad que solo ella consigue si no la de alcanzar un tiempo, una abstracción, una forma que, obcecada en el silencio, no produce más que otro silencio, cerril, escasamente necesario? Pintar un cuadro de flores amarillas, ¿qué significa? ¿Qué lugar es un cuadro de flores amarillas y para qué se pinta?
Carlos Pintado nació en Pinar del Río, en 1974. Sus libros de poemas más recientes son su antología El unicornio y otros poemas ( Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2011), Cuaderno del falso amor impuro (Tigres de Papel, Madrid, 2014) y Taubenschlag (Capiro, Santa Clara, 2015).
Otro poema suyo: El nadador, Cheever, otra historia.