Tú, que te pintaste desnudo en el cuerpo de otro.
Tú, que te pintaste solo.
Tú, el de nombre de agorero,
quizás mi idioma sea también el tuyo.
Los barriles sin fondo, los cajones habitados
tal vez sean Gran Bretañas de pequeño tamaño
para mi lengua quemada de aguarrás.
Hay un receso entre lo que es y lo que fue:
allí encuentro mi cuerpo pintado, allí soy Freud,
el marinero antiguo que hace el cuento al revés.
El emplaste de óleo busca la piel vacía,
la redención está en los ojos que no miran.
Si Velázquez falseó, si embaucó a la vida,
si el mundo entero es un engañabobos, Lucian,
entonces tú nos metiste la vida por el ojo.
Nos mostraste los genitales de tus niñas,
tangencialmente desfloradas por la mirada,
despatarradas sobre el colchón de Soho.
Tus perros son metamorfosis de Mercutio.
Grandes hombres, campeones, hibris y vulgaridad.
Transitamos desde el oro, el cobre y el negro
hasta el mascón de un abrigo arrugado.
Una planta transpira en tus cuadros,
la dracaena de oficina, de hojas crípticas,
que provoca otras tantas preguntas.
Hay una silla giratoria que muestra las entrañas de trapo.
Los pisos de parqué reciben las lágrimas,
los pasos y los últimos cabellos lacios de Occidente.
Lo que tu abuelo soñó, en ti se hace presente.
Toda la existencia puesta en el diván del artista.
Tu amigo Bacon patentizó el horror,
pero en ti hay monstruos perfectibles
varados en el rococó de Picadilly,
con sus mujeres enfermas y sus niños.
La carne es tu problema, el problema eterno,
y el de la tela que corroe la piel, su fuero interno.
Los zapatos desnudan su charol con un brillo malévolo.
Hay una luz interior en tus desnudos, un olor a Lysol
en tus estudios, y la muerte de Dios en el prepucio.
Lo que fue, será y será. La parsimonia de la ciudad,
la cruda realidad, la muchedumbre alzada en vilo
para ser abandonada en el museo. El Panteón
de lo Feo. La culpa es el teatro de la carne y su brillo.
Esto es lo que hubiese pintado Chardin después de muerto.
Los pintores vienen a pastar a las saletas, con sus balcones
y ventanas indiscretas que revelan un nuevo muladar:
el apocalipsis multifamiliar.
Es la ciudad secreta que pintas en perspectiva: viva
en su podredumbre, muerta y sepultada en sus costumbres.
Todo es freudiano, Lucian, en tu inanidad.
Néstor Díaz de Villegas nació en Cumanayagua, en 1956. Sus últimos libros de poemas publicados son Cuna del pintor desconocido (Aduana Vieja, Valencia, 2011) y Che en Miami (Aduana Vieja, Valencia, 2012). Este poema pertenece a un libro inédito.