Los olvidos
Ella prepara café, y al terminar no sabe dónde encontrar el azúcar. Él descubre que ella en verdad no vive allí, así que le apunta. La mujer le dice que simplemente olvidó que estaba haciendo café para él, con lo cual la pistola aparece en sus manos. El hombre insiste en que si bien esperó a que ella buscara el azúcar, era solo para disfrutar la sensación de que siempre fueron desconocidos, a lo cual ella confiesa, mientras encuentra el azúcar, haber olvidado que a él no le gusta el café con azúcar. La pistola, en este punto, mareada de que aquellos la usaran para tratar de olvidarse, se dispara.
Necrofilia titiritera
Dedo en el culo y dedo en el bollo hacen el cuerpo del títere, su cara es de venas y su pensamiento mi pensamiento deseoso, incitando a la pinga, mas las estancias ocupadas le impiden internarse. Después de sacar los dedos, todo es tan frío como singarse a una muerta.
Imán no
mejicano sorprendido dos veces: cuando la inglesa no rió cerca de él (y ella siempre ríe), y cuando el cuerpo pareció no responderle al salir, tuvo que esperar a que la inglesa dejara de reír en el pasillo para que sus funciones motoras se restablecieran.
Tú eres D
Fíjate si te quiero que eres D. Es que me siento hoy, con esta fiebre, como un tipo con asma en Fontanar, en una casa de luz, una temperatura fría que recuerdo: en la de P, que una vez quiso a D, y que hoy soy yo. Ahora te visto, te llevo a Fontanar y allí, en la puerta de P, te dejo. Si logra amarte como amaba a D entonces vuelve a mí, si no, déjame solo, y como P, reharé mi vida cuando D se fue un día a otra casa de luz.
Javier Marimón nació en Matanzas, en 1975. Ha publicado los cuadernos Formas de llamar desde Los Pinos (1999), El gatico Vasia (cómo engañé al Súbito) (2001), Himnos urbanos (2002). Estos textos pertenecen a un libro en escritura: Sinalectas.