Pudo ser el agua que aquella tarde mordía mi lengua sin querer salir, ahogándome, dibujándose en mi boca. Pudo ser el fondo de una mesa inevitable. Su madera enardecida saltando de ojo en ojo, buscando.
Pudo ser la manera de colocar las eses sobre el cuerpo del vino, la forma inocente de su ira al descalzar al tiempo entre sus pies delgados. Esa angosta maravilla de su oreja atreviéndose a reír sobre los hilos.
O tal vez su diente oscuro tan perfecto, su corazón sentado en medio del absurdo.
Pudo ser la inoculada mancha, fronteras rusas violadas hacia el centro de sus ramas.
O aquel clon de primavera que flotaba sobre el odio de los autos, la muerte de la esquina en mi cabeza.
O el miedo.
Pudo ser el miedo, más polaco que nunca hurgando en mis pezones, cansado de esperar.
O tal vez nada, solo el hueco de su mano gritando, señalando mi silla, mis colores.
Lleny Díaz nació en Placetas. Ha publicado el libro de poemas Sobre mi espalda desnuda otro silencio vive.