—Nada.
—No se ve ni un cuerno.
—Está sano.
("Mucosa sana. Movilidad conservada. Sin lesiones", enfatizó el informe.)
Aíslo, del soneto de Quevedo, la palabra médula. Pienso: también me gusta medula. Leo a John Donne buscando esas palabras rudas, materiales, espaciales, como comarca, provincia, golfo... Cuando escuché el veredicto ("Nada"): ingravidez, turbación. En vez de júbilo pueril, sensación densa, pastosa realidad. Como pausa dentro del movimiento. Como un lento. Luz y sombra. Claroscuro barroco. Ambigüedad. E iniciación: lo imprevisible (o la imaginación, que es lo mismo que la memoria o la rememoración creadoras) reclama y preserva la sorpresa: "gamo en el cielo, rocío, llamarada". Pero no se me escapa que todo ritual es una preparación para la muerte, el penúltimo tránsito. "Una oscura pradera me convida" regresa como inalcanzable melodía.
Ah, "médulas que han gloriosamente ardido". ¿Esa "rugosa realidad" que dijera Rimbaud? Bebo cerveza como ámbar. Humor dorado. ¿Color de médula futura? Porque detrás de la nada, siento el latido de lo invisible, de lo rugoso intocable y tangible, el latido del tumor ausente. Sabor antiguo a víscera, carne humana, clítoris, glande, médula. ¿Alma con sabor a carne? Lo daimónico es eso: lo no escueto literal, lo no ausente ingrávido, sino lo tocable intocable: medula. El latido de la ausencia, de lo invisible, de lo lejano, de lo perdido ¿no duele como muela, médula, glándula, tendón, cartílago, nudo, músculo, chorro de plenitud de materia facinerosa? Cáncer. Caníbal de lo invisible. Fantasma (Sor Juana escribe "estantigua") de lo visible. Como Zequeira. Anfibio. Olvidado origen ambiguo. Antiguo reverso. Lorenzo legendario, protoplasmático (dios).
Córdoba, 2 de octubre, 2013
Jorge Luis Arcos nació en La Habana, en 1956. Sus últimos libros de poemas publicados son La avidez del halcón (Diputación de Cádiz, 2002) y Del animal desconocido (Casa Teatro, Santo Domingo, 2002).