Dónde se volverán a unir
los animales salvajes del karst:
el cervatillo con la liebre
y la manada de jabalíes oscuros.
Por dónde regresaremos de este largo peregrinar
movidos de uno a otro confín
por el ansia de hallar un sitio de reposo
donde la manada resucite entre las páginas
de un libro cerrado
que dejó de ser aspiración o folklore
y donde no suceda más la destrucción
de sus animales: peces, crustáceos, colibríes,
monos tití, hombres,
para que puedan regresar
con sus nuevas lenguas
más allá de la frontera ficticia
de un mar
y donde hablar sobre el arca no signifique
su reducción a no ser patria de nadie.
Dónde el gallo de la taza de Elis
colocará por fin su ala blanca
su qui-qui-ri-quí
que se beba
sin derramarte
y los relojes detenidos (de tío Luis)
suenen y suenen
anunciándonos un despertar pacífico
con aves que cruzan de aquí para allá
más grandes, más grises,
porque los gorriones son los mismos
en cualquier parte
tendidos sobre alambres prietos en las ciudades
o en los verdes campos del verano. Al final,
pájaros vagabundos de Witold, de Lena, de Katasia
que enlazan las tristes mañanas de los hombres.
Y por dónde roturarán
para hallar tantos huesos hundidos
en ese mar-muerte y quiénes lo harán,
para que la patria tenga un cementerio decente.
Pero no tengo el arca
¡no la puedo reconstruir!
aunque haga un esfuerzo enorme
algunos animales diminutos se escapan
y otros se creen superiores y se aferran
al mínimo de poder
junto a sus jaulas como si fueran
a sobrevivir
a pesar de todo
Qué dichoso día acabará este alocado peregrinaje
de norte a sur; de este a oeste
cuando ante el sonido del silbato nos paralicen
en parada militar, en fila india,
afuera-adentro
aquí-ahora
contra los sonidos cortos y agudos
(del gorjeo de los niños y de los pájaros)
y el crujido de los peces
dentro de un vulgar pisapapeles
que perdió todo su pasado
Caerá nieve al volcar el cristal
y un letrero anunciará a un país
completamente cubierto de finas partículas
blancas
megalómanas
como boronillas en la leche
que nos atragantará
nos asfixiará
sin encontrar un sonido para llamarnos
a nosotros mismos
ni a nuestros animales muertos.
desperdigados
sin consuelo que darles
bajo el espejo del arca.
Reina María Rodríguez nació en La Habana, en 1952. Autora de numerosos libros de poesía, algunos de los más recientes son: Bosque negro (Extramuros, La Habana, 2005), El libro de las clientas (Letras Cubanas, La Habana, 2005) y Variedades de Galiano (Letras Cubanas, La Habana, 2007). Este poema pertenece al libro inédito El libro de las luciérnagas.
Otros poemas suyos: La oportunidad de la mosca en el trompo, Verde y azul, La leche, En la fila, siempre hacia atrás e Imagen.