Entre toda la música, a Dios
deben gustarle los boleros.
Ese es seguramente su argumento
para poner a reincidir al débil
en la boca del lobo.
En su infinito conocimiento
de la historia musical del mundo,
Dios prefiere sin duda los boleros
de modo que lo que pudieran parecer
pequeños deslices de su omnipotencia
en realidad son obras
del sagrado corazón de la victrola.
El Dios que ama el bolero
es asimismo creador del ave fénix
de los malos amores
y de la amnesia
que nos pone —como la última vez—
a merced de los hielos.
Aún cuando te amotines
aunque esperes de su misericordia
al menos un camino que propicie la fuga
te coloca sin piedad en la ruta
de quien puede olvidarte
en una sola noche.
Es en esos momentos terribles en que nos retorcemos
por un dolor que suponemos único
que el Padre deja reposar el cuerpo
arrima la divina mecedora a la radio
y mientras canturrea
no te libera, no
pero te compadece.
Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos, en 1944. Ha publicado su obra poética escrita entre 1969 y 2012 en Rondas y presagios (Silueta, Miami, 2012), volumen en el cual aparece este poema.