El suceso es conocido: en los últimos días de noviembre de 1871, ocho estudiantes de medicina fueron acusados de profanar la tumba del periodista español Gonzalo Castañón. El 27 de ese mes, fueron fusilados.
Este suceso es el tema de Inocencia, filme de Alejandro Gil, que fue presentado la noche del martes 27 de noviembre a sala repleta, en el cine Charles Chaplin de esta capital.
Inocencia está narrada en dos planos: uno cuenta la búsqueda de los restos mortales de los estudiantes, 16 años después de su fusilamiento, por parte de Fermín Valdés Domínguez (Yasmani Guerrero), quien no corrió el destino de sus compañeros, gracias al azar, y se empeña en demostrar la inocencia de ellos. El otro plano nos muestra los hechos que condujeron a la muerte de los estudiantes.
Quizás el hecho de contar un pedazo de nuestra historia tan conocido, o que durante años hemos creído conocer tan bien, pero que a la vez está muy lejos en el tiempo, supone una desventaja y no lo contrario. No se trata solo de recrear una época y unos sucesos, sino de convertir a los mártires en seres de carne y hueso, creíbles.
Alejandro Gil lo logra la mayor parte del tiempo. Pese a que algunas escenas del guion escrito por Amílcar Salatti resultan poco convincentes, el filme consigue algo importante: conmover, aunque por momentos este propósito resulta demasiado evidente. Esto lo consigue en gran medida gracias a las actuaciones.
Un elemento que proporciona belleza visual al filme es la fotografía de Ángel Alderete.
Aunque conocemos los hechos que cuenta Inocencia, para muchos, antes de ver la película, existía la incógnita de si reflejaría el intento fallido de cinco negros ñáñigos de impedir el fusilamiento. Uno de los méritos de Alejandro Gil es reflejar esta parte de la Historia que aún es desconocida por la mayoría de los cubanos.
Al final de Inocencia, el público aplaudió de una forma que permite presagiar que será una fuerte candidata, al menos al Premio de la Popularidad, en el próximo Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.