Por estos días, se exhibe en el Centro Hispanoamericano de Cultura de La Habana la muestra colectiva Pintar a contratiempo. Inaugurada el 16 de octubre, acoge los trabajos de Juan Miguel Pozo (Banes, 1967), Michel Pérez Pollo (Manzanillo,1981) y Alejandro Campins (Manzanillo, 1981).
La obra de estos creadores goza de una exitosa proyección internacional, y si a ello sumamos la experiencia de Iván de la Nuez como curador, crítico y ensayista, no es de extrañar que la muestra sea contundente tanto en sus planteamientos conceptuales como en su calidad.
En Pintar a contratiempo, de la Nuez plantea en el catálogo de la exposición una idea esencial: "la pintura no ocupa el lugar de la revolución, sino el de la resistencia", la que por sí sola define el caos imperante en el arte contemporáneo de hoy y refleja el espíritu indomable de los artistas que conforman la muestra.
En tiempos dominados por la era digital y los píxeles, Juan Miguel Pozo exhibe tres obras de gran formato producidas a mano este año en Berlín. En dichas piezas la memoria se mezcla con la propaganda política totalitaria de la extinta RDA, la cultura industrial, y los paisajes citadinos y campestres de la exrepública socialista.
A pesar de nutrirse de abundante material gráfico extraído de mercadillos callejeros en Alemania, las imágenes pintadas por Pozo no nos resultan ajenas, trasmiten códigos anacrónicos que los cubanos conocemos muy bien, pues aún forman parte de nuestra vida cotidiana; fragmentos de una esquizofrenia caribeña que ha logrado persistir por más seis décadas.
Por otra parte, Michel Pérez Pollo se sumerge en la estética del imaginario infantil. Como modelo para sus telas utiliza esculturas en plastilina, las cuales magnifica a través de la escala y el color. La inocencia del juego se llena de sensibilidad y lirismo, refugio para escapar de la realidad física sin delirios descriptivos.
El creador salta del mundo inanimado de sus imágenes a la inquietud metafísica y misteriosa de las cosas. Como carnada, utiliza formas simples, el horizonte, y sombras que enfatizan la tridimensionalidad de los espacios pintados. En el imaginario colectivo, las obras del Pollo nos transportan a tiempos pasados, sensaciones y recuerdos almacenados en lo más profundo de nuestro ser, espacios donde somos vulnerables, "felices", y nos sentimos "protegidos".
Alejandro Campins, en cambio, presenta un díptico (telas de gran formato) inspirado en montículos del desierto de Arizona. El artista atrapa en sus pinturas una línea temporal marcada por la des-presencia humana, paisajes globales indomables, sin coqueteo aparente con la realidad nacional, hecho que enmascara una práctica habitual en Cuba, la evasión consciente y sistemática de los habitantes del contexto inmediato.
No es extraño entonces que la insoportable levedad del ser cubano este plagada de ventanas abiertas a mundos soñados, paisajes idealizados que hacen más llevadera la existencia insular más allá del horizonte. Ante la imposibilidad física de cambiar el presente, soñamos el ansiado futuro lejos de nuestras fronteras.
Pintar a contratiempo se exhibirá hasta el próximo 24 de noviembre.