De una carta dirigida a Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), publicada en Facebook por el historiador y ensayista Julio César Guanche, se desprende que no está entre los planes de la organización convocar a la discusión sobre el Proyecto de Constitución. Han evitado hasta ahora tal convocatoria y, a juzgar por las reclamaciones de las que habla la mencionada carta, estarían decididos a pasarla por alto.
De ocurrir así, aquellos artistas y escritores que el régimen reconoce como tales tendrían menos oportunidad para expresarse acerca de la reforma constitucional que el resto de los trabajadores del país. Tendrían incluso menos derechos que los emigrados cubanos que aceptaron participar en la discusión y se inscribieron desde el extranjero.
La diferencia estriba en que, como afirmamos en un editorial previo, las opiniones de esos emigrados, por incómodas que resulten, pueden ser fácilmente manejadas por el régimen, mientras que escritores y artistas podrían traerle a las autoridades muchos dolores de cabeza.
Toca a los miembros de la UNEAC que entiendan como un derecho el opinar sobre las propuestas de cambios presionar a Miguel Barnet, y conseguir que este sea, al menos por una vez, algo más que un mayoral impuesto por las autoridades.
Partido y sindicato son también instancias a las que recurrir para evitar que artistas y escritores sean excluidos. Y, por supuesto, se desentenderán de estas gestiones todos los miembros de la UNEAC incapaces de desobedecer órdenes superiores, por injustas que estas sean.
Pero, más allá de lo que signifiquen para unos y otros una exclusión como esta, dice mucho de los cambios constitucionales en Cuba el hecho de que quiera dejarse fuera de su discusión a la intelectualidad artística del país. Dice mucho del temor del régimen, no ya a lo que los artistas independientes sostienen fuera de las instituciones, sino hasta de lo que puedan decir escritores y artistas dentro de una organización tan vigilada policialmente como la UNEAC.