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Artes Visuales

Los rostros de los que escogieron luchar

Geandy Pavón expone sus retratos de presos políticos cubanos y habla en esta entrevista de presidio, fotografía y exilio.

Nueva Jersey
Jorge Valls y Aniceto Cuesta, 2015.
Jorge Valls y Aniceto Cuesta, 2015. GEANDY PAVÓN

Doscientos cincuenta y un años. Esos fueron los años cumplidos en el presidio político por las 18 personas representadas en los retratos que reúne Vae Victis Vanitas, exposición que acaba de inaugurar el artista visual Geandy Pavón en William Patterson University. Mínima muestra, modélica pero no excepcional, del presidio político más nutrido y extenso que haya conocido el hemisferio.

Opositores armados o pacíficos; magnicidas frustrados; intelectuales, campesinos, obreros; de origen africano, europeo, asiático o hasta del Medio Oriente; liberales, anticomunistas, socialistas, anarquistas: todos fueron engullidos por la misma maquinaria que repartía años de prisión con una generosidad asociada a cosas más leves.

Hermanados en el dolor y el aislamiento en épocas que nadie se daba por enterado de su propia existencia. Lo que no consiguió la violencia ejercida sobre ellos lo están consiguiendo los rigores de la edad, los desmanes del tiempo. De ahí que esos rostros que Geandy se esfuerza en conservar antes que desaparezcan sean —en su severidad y desafío— mucho más elocuentes de lo que fueron recién salidos de la cárcel.

De eso tratan estos retratos, de una última línea de defensa contra el tiempo. No es metáfora: el día en que se inauguraba la exhibición buena parte de los retratados estaba en el funeral de la esposa de uno de ellos.

¿Cómo surgió la idea de crear la serie?

Mi relación con la comunidad de ex presos políticos comienza desde mi primer día de exilio en EEUU. La persona que nos recibió en el aeropuerto fue también un ex preso político, el director de la oficina de Rescate Internacional en West New York, el señor Guillermo Estévez. Y el primer lugar al que llegué después de aterrizar en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, fue la Unión de Ex Presos Políticos Cubanos.

Pero la idea de un ensayo fotográfico sobre los ex presos políticos surgió casi 20 años después. El  primer retratado fue el poeta y exprisionero político Jorge Valls. Los que conocimos a Jorge Valls, tenemos la certeza de habernos encontrado con otra Cuba, con la dimensión de un universo y un carácter que le fue arrebatado a mi generación. Después descubrí que Jorge era la puerta a un mundo al que ya tenía acceso, pero que justo por tenerlo tan cerca y haberlo mirado, nunca había visto: los ex presos políticos del presidio histórico cubano.

Esta es una serie que de muchas maneras me hizo consciente de un mundo a punto de desaparecer. Un trabajo que me ha obligado a andar con prisa, que agudizó mi consciencia sobre la mortalidad.

Sí, y me imagino que la muerte posterior de algunos de los retratados confirme esa necesidad y esa urgencia. ¿Cómo ha sido el proceso de retratarlos? ¿Sentías incomodidad en ellos al dejarse retratar? 

Siempre hay tensión, tanto de un lado de la cámara como del otro. El retratado tiene la sospecha de estar siendo el objetivo de algo sobre lo cual no tiene control. El que retrata, tiene en sus manos la responsabilidad de la dignidad estética del retratado. Cuando digo "estética" no me refiero solo a la mera representación de lo bello o lo feo, sino al testimonio de una vida, contenida en una imagen.

Algunos se mostraron reticentes al principio. Esta serie incluye fotografías de carácter situacional, para dar una idea del contexto, junto a otras más estudiadas, donde el sujeto posa para la cámara. Todos fueron retratados usando el mismo formato del mugshot. El mugshot es la manera en la que la policía documenta a los detenidos. Pero para realizar este tipo de retratos, generalmente se usa un teleobjetivo para no acercarse demasiado al retratado.

Yo, en cambio, usé un lente normal con una anilla de acercamiento, de manera que literalmente estoy a un pie del rostro de cada una de las personas retratadas. No es una situación demasiado cómoda para quien está frente a la cámara. Una vez que el sujeto estaba sentado y listo para ser retratado, le pedía que mirara directamente al mismo centro del lente (una cámara Hasselblad de formato mediano). Lo dejaba por unos instantes, concentrándose, y entonces tomaba el retrato.

Esos pocos segundos de concentración frente a un objetivo tan cercano a sus rostros, me permitieron lograr que el retratado estuviera centrado en sí mismo y no distraído por el hecho de posar para un retrato.

¿Por qué el título?

Vae Victis (¡Ay, de los vencidos!) es la frase pronunciada por Breno, el jefe galo que entró triunfante a Roma. Cuenta la leyenda que Breno impuso un rescate impagable a los vencidos. Al acudir estos a presentarle sus quejas, el jefe galo tiró su espada sobre la balanza exclamando que no solo tendrían que pagar el impuesto original, sino que ahora además tendrían que equiparar el peso añadido de su espada.

Tal vez algunos de los retratados no se sientan del todo cómodos con la condición de vencidos que yo subrayo en esta serie. Una vez tuve esa conversación con uno de ellos y me dijo lo siguiente: "Mi generación al menos tuvo el honor de ser derrotada, la tuya nació en la derrota, es parte de ella. Uno no puede escoger ganar o perder, solo puede escoger luchar o no luchar".

El título de esta serie incluye también la palabra vanitas. La vanitas fue un tema recurrente en la pintura durante los siglos XVII y XVIII. Es un tipo de obra simbólica en la que se pone de manifiesto la futilidad del poder terrenal, lo material e intrascendente de la vida física. En esas imágenes era recurrente el uso de símbolos que aluden al tiempo y la mortalidad, uno de ellos, tal vez el más común, es la calavera.

En mi serie la calavera es sustituida por el rostro, mis retratados no son un still life, sino más bien un still alive. La foto no es más que una forma apresurada y a la vez quieta de captar ese "todavía" (still significa quieto, pero también significa todavía). Siendo la vanitas una forma de la ruina puede entenderse de manera equívoca, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de seres humanos. Porque para hablar de la vanidad del poder cubano, su futilidad, está toda Cuba que es una ruina, un testimonio de la decadencia del poder que la controla.

Un uso menos riguroso de la palabra vanitas la limitaría a su acepción más elemental, la de "ruina". Pero para que las huellas de la decadencia tengan el valor de una vanitas, tienen que contener un valor moral y ese es el valor de los ex presos políticos. Sus retratos son una vanitas político, una manera de recordarle al Poder su temporalidad, un testimonio contra su vanidad.

Mis retratados, además, no se acomodan a esa idea común que muchos tienen del exilio cubano, gente exitosa económicamente, etc. Sin embargo y paradójicamente, han sido el núcleo principal de eso que todavía llamamos exilio. Son ellos quienes han dedicado su vida antes, durante y después de la prisión política, a sostener el peso de esa otra cara de la Historia, la de los que todavía luchan. Nosotros, el resto, vivimos en la comodidad moral de una derrota digna, la que ellos han pagado contra el peso de la espada.

¿Me puedes hablar de algunas de las personas concretas que aparecen en esta serie? ¿Alguna anécdota que los defina más allá del grupo al que pertenecen?

Cada una de las personas de esta serie tiene una vida intensa y llena de anécdotas. Pero te pongo de ejemplo algunos casos que me parecen especialmente reveladores.

Kemel Jamís, un cubano de origen libanés, fue sentenciado a 20 años de prisión y salió en libertad después de 14 años. Mientras Kemel estaba preso, su hermano el pintor y poeta Fayad Jamís era el attaché cultural del Gobierno de Cuba en México. Durante el tiempo que Kemel pasó en la prisión política, su cuñada en aquel entonces estaba a cargo del Departamento de Derechos Humanos del MINREX cubano para las Naciones Unidas. Su trabajo consistía precisamente, en negar públicamente en foros internacionales a los que iba, en representación del Gobierno cubano, que en Cuba hubiera prisioneros políticos.

Dice el propio Kemel Jamís: "Mi cuñada en aquel entonces era la Dra. Marta Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez, de cuyo matrimonio resultó Osvaldito Fructuoso. La breve historia es cómo sigue: cuando salí de prisión en el año 1976, hice un viaje a La Habana, por petición de mis hermanos llamé a Marta al MINREX, donde ella tenía el cargo del Departamento de Derechos Humanos ante la ONU. En ese entonces viajaba a Suiza con frecuencia (todo esto según me cuentan mis hermanas). Una vez sentados frente a frente, en su oficina majestuosa, lo primero que me dijo fue: '¿Cómo no te convertiste en revolucionario a través del Plan Camilo Cienfuegos?'. Inmediatamente le contesté que ella se refería al Plan de Trabajo Forzado de Isla de Pinos, donde muchos de mis compañeros fueron asesinados y otros sufrieron múltiples heridas, golpes a diario en condiciones infrahumanas, celdas de castigo en las cuales pasé alrededor un año. Se sorprendió y lo comprobé en sus expresiones. El régimen le mentía. Me pidió que antes de partir de La Habana para Sancti Spíritus, escribiera las primeras cuartillas de mi relato. Como es de suponer no escribí nada. Yo desconfiaba de todo y todos. Acababa de pasar 14 años en distintas prisiones. Nunca más supe de mi excuñada".

Ya sé que nada de esto es nuevo, pero a mí me parece un ejemplo terrible de cómo el régimen logró fragmentar a tal punto la sociedad y la familia cubana, de engañar a sus propios representantes. Otro de los ejemplos que me vienen a la mente es el de Guillermo Estévez, un caso que revela la arbitrariedad del sistema legal impuesto por Fidel Castro.

Guillermo fue uno de los pilotos acusados en 1959 de haber bombardeado localidades civiles durante el conflicto entre los rebeldes y el ejército. En el juicio, que tuvo lugar en un tribunal de Santiago de Cuba, también se acusaba de similares cargos a los artilleros y mecánicos del ejército. La fiscalía nunca entregó el sumario de los cargos a la defensa hasta el mismo día del juicio. A pesar de ello, los abogados pudieron defender magistralmente a sus representados. Tanto así, que el tribunal revolucionario terminó absolviendo a los acusados unánimemente. Inmediatamente Fidel Castro, a través de los medios, proclamó el juicio nulo y exigió uno nuevo. Castro, siendo abogado él mismo, sabía perfectamente la aberración jurídica en la que incurría. Se realizó un segundo juicio, el veredicto lo dio el propio Fidel: "Pilotos: 30 años; Artilleros: 20 años; Mecánicos: dos años. Condenados todos a trabajo forzado". Tres meses después, tras una intensa campaña de descrédito contra su persona, el fiscal del juicio, el comandante Félix Lugerio Pena, se suicidó. Guillermo Estévez fue condenado a 30 años, de los cuales cumplió 19 en diferentes prisiones de la Isla.

¿Qué sentido tiene para ti incluir en esta exhibición, junto a los retratos de los ex presos políticos, tres piezas de videoarte que parecen alejarse del tema central de esta serie?

Sí, la muestra termina en una sala de videos. La curadora Kristen Evangelista y yo decidimos incorporar dos videos en los que se traduce, de una manera más libre, el tiempo mismo del poder. Un último video es mi retrato de Orlando Zapata Tamayo. El video sobre Zapata Tamayo, muerto durante una huelga de hambre en 2010, devuelve al espectador a la misma prisión política muchos años después.

A los primeros presos políticos el Gobierno los acusaba de no haber entendido la Revolución, de haber estado contaminados por los vicios de otra época, etc. ¿Qué sucedió entonces con Zapata Tamayo? Un albañil negro, un proletario para el cual, al menos teóricamente, la Revolución se había gestado. Sin embargo, terminó muriendo a manos del Estado cubano. Hay testimonios que aseguran que el militar a cargo de la cárcel donde estaba Zapata Tamayo ordenó que le impidieran tomar líquido alguno, para de esa manera hacerlo abandonar la huelga de hambre.

Orlando Zapata Tamayo no cedió a esa presión ni a ninguna otra, y murió a consecuencia de la huelga que duró 83 días. La parte fotográfica de la exposición lidia con un tema del pasado más distante, de alguna manera congelado por el tiempo. La parte que contiene los videos, habla de un momento más actual, todavía vivo y en movimiento. Creo que era necesario devolver el tema al presente: es por eso que la exposición se concibió así.

¿Es esta serie solo una documentación o también lo ves como un homenaje?

Vae Victis Vanitas es una documentación y a la misma vez un homenaje. Confieso no ser optimista con relación al futuro de Cuba, quiero creer en una Cuba verdaderamente democrática y plural, pero no encuentro la fe. Sin embargo los ex presos políticos, al menos los que yo he conocido, sí tienen esa fe. Y a juzgar por sus vidas parecen haberla tenido siempre. Me da un poco de vergüenza, porque yo no he sufrido ni sacrificado un ápice de lo que ellos sí han sufrido y sacrificado. Sin embargo, no tengo la confianza en el futuro que ellos tienen.

Pero es quizás mi aceptación de la derrota lo que me ha hecho documentar a estas personas. Si ya se ha perdido todo, entonces al menos nos queda la responsabilidad de contar las víctimas, ponerles nombre y rostro. Mostrar el precio, el costo humano sobre el cual se ha erigido el poder totalitario en Cuba.


Vae Victis Vanitas podrá verse hasta el 16 de marzo en la galería de la Universidad William Paterson (300 Mills Drive, Wayne, Nueva Jersey). La entrada es gratuita.

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