Un volumen recién publicado por la editorial española Fondo de Cultura Económica, Cuba y las músicas negras, recoge los escritos sobre música popular y clásica cubana del compositor, historiador y crítico musical Adolfo Salazar (Madrid, 1890-Ciudad de México,1958). La edición y el prólogo corren a cargo de Jesús Cañete Ochoa.
Salazar, quien fuera el interlocutor español más relevante de maestros como Claude Debussy, Igor Stravinsky, Maurice Ravel y Béla Bartok, adquirió un conocimiento de primera mano de la música popular cubana durante dos viajes a la Isla en 1930 y 1937.
Ya en 1920, en la revista cubana Musicalia que fundaran Antonio Quevedo y María Muñoz, Salazar expresaba en un artículo: "¡Cómo debe sonar la manigua antillana!". Años antes de su arribo a La Habana habían aparecido colaboraciones suyas en Diario de la Marina.
La primera visita de Adolfo Salazar a la Isla coincidió con el auge del son y de la rumba. "El que siembra su maíz" (Miguel Matamoros) y "Bururú Barará" (Ignacio Piñeiro) eran entonces éxitos recién grabados. Y, gracias a las obras de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, aparecía el movimiento afrocubano en la música de concierto, por el cual Salazar mostró entusiasmo.
Cuba y las músicas negras recoge trabajos escritos a lo largo de tres décadas (1925-1954) y publicados en Cuba, México y España. Incluye también artículos dedicados al jazz estadounidense, la figura de Josephine Baker y la de Federico García Lorca, quien fuera amigo suyo y con quien coincidió en uno de sus viajes a La Habana. "Paisajes de Cuba", una serie de artículos compilados en este volumen, se ocupa del Malecón, de la rumba en el teatro Alhambra, del son y de las fritas de Marianao.
La obra de Salazar fue clave para el escritor y musicólogo Alejo Carpentier, que encontró en ella un modelo para ejercer la crítica musical. Fue también fundamental para la divulgación de las investigaciones del antropólogo cubano Fernando Ortiz acerca de la presencia negra en la cultura cubana.
"Los primeros discos de sones los puse yo en Madrid", cuenta Adolfo Salazar en una de las entrevistas que completan el volumen. Y agrega: "La gente asaltaba mi casa para oírlos".