Apenas marzo y ya el artista visual Jairo Alfonso puede considerarlo un buen año. En este 2017 ya ha sido invitado a participar en la Bienal del Museo de El Barrio. Y empieza a disfrutar de una recién ganada beca de creación de la prestigiosa Pollock-Krasner Foundation, creada en honor de los artistas Jackson Pollock y Lee Krasner para ayudar a artistas emergentes.
Tras desarrollar parte de su carrera en Madrid, Jairo Alfonso en apenas tres años de residir en Guttenberg, Nueva Jersey, ha exhibido su obra en varias exposiciones en todo el país y visto como piezas son adquiridas por importantes colecciones como la Jorge M. Perez Collection, principal donante del Pérez Art Museum Miami. Además, en ese mismo tiempo Jairo Alfonso ha recibido sucesivas becas del centro Guttenberg Arts de New Jersey y de la Marble House de Vermont. Un ritmo frenético para un artista reposado, obsesivo y preciosista.
Háblanos de tu formación. A la distancia de los años, ¿qué crees que te ha sido más útil y provechoso para tu desarrollo como artista? ¿Qué cambiarías siendo tú profesor?
Mi primer acercamiento a los elementos básicos del dibujo y la pintura fue en el círculo de interés de artes plásticas en la Casa de la Cultura de mi pueblo natal, Aguacate. Estando allí supe de una escuela vocacional de arte en Güira de Melena en la que luego estudié tres años. Allí se conjugaron el asombro y la ilusión de la edad (12 años) con buenos maestros de Dibujo, Pintura, Grabado, Escultura, y profesores "no convencionales" algunos de los que participaban ya de la atmósfera creativa que se vivía en La Habana. Esa base fue fundamental en mi formación técnica y en mi manera de entender el arte.
De ahí pasé a la Escuela Nacional de Arte donde pude consolidar mi preparación técnica y tuve excelentes profesores, algunos formados en la academia rusa, con un fuerte rigor técnico. Esto es de agradecer en la etapa formativa, donde uno adquiere herramientas tradicionales con las que puedes contar en el futuro desenvolvimiento de tu obra.
La del Instituto Superior de Arte (ISA) fue una experiencia diferente: casi no recibíamos clases técnicas, el enfoque era más hacia la conceptualización de la obra, los talleres de crítica, la confrontación teórica. Muchos de mis profesores eran los protagonistas del arte de aquel entonces y esto fue muy enriquecedor a pesar de que fue una época muy difícil. La crisis económica de los 90, entre otras cosas, afectó mucho el acceso a los materiales de arte.
En total fueron 12 años becado. Solo añadiría clases en las que se nos hubiese preparado para enfrentarnos a temas relacionados con la autogestión y promoción del arte como trabajo. Creo que eso ha cambiado un poco en la actual enseñanza en Cuba, pero en mi tiempo nunca nos dieron las herramientas necesarias para afrontar la realidad después de graduados, todo lo referido al marketing, al networking, y a la proyección como artista en el mundo real. Eso es algo que aún estoy aprendiendo y entendiendo.
¿Por qué has elegido el dibujo como disciplina fundamental en la que se ha desarrollado tu obra? ¿Qué te permite a diferencia de otras disciplinas?
A lo largo de mi carrera he estado trabajando en diversos medios como la pintura, el dibujo, la escultura, la instalación, el video. En los últimos años he potenciado más el dibujo, sobre todo en una serie de acumulaciones de objetos en la que vengo trabajando. El dibujo es un medio eficaz para acotar y archivar cosas. Son dibujos inspirados en la obsesión consumista de la vida contemporánea. En ellos establezco una analogía entre ese comportamiento humano y el acto de dibujar, que es otra manera de consumir.
Es una práctica que me lleva a una constante búsqueda de nuevos elementos y enseres que voy aglomerando a escala real en el papel–caja, buscando generar nuevas sinergias entre ellos. Aquí conviven artefactos de diversa procedencia y significados. Recientemente me he enfocado en tipos específicos de objetos, en zonas específicas, en cómo retratar una cultura o contexto a través de su cultura material.
Esa obsesión por los objetos, ¿cómo nació? ¿Qué estímulos y obstáculos ha tenido? ¿Qué sentido ha alcanzado en estos momentos?
Siempre tuve una vocación por la arqueología y por los objetos cotidianos, por las colecciones de objetos, eso se aprecia en mi trabajo anterior, donde abordaba temas como la memoria. En aquellas obras investigaba más el objeto cotidiano en el contexto rural cubano para autoanalizar mi niñez y mi historia personal.
Guatacas, herraduras, guayos, mesas de dominó, coladores de café, etc, estaban presentes en mis instalaciones. Estuve años revisitando esos objetos rurales desde un enfoque autorreferencial. Con mis primeros viajes y ya después, al vivir en Madrid, el espectro se abrió y comencé a relacionarme con todo un nuevo universo de objetos. Ahí empecé a registrar en la serie de las acumulaciones que aún continuo desarrollando hoy en día.
Y efectivamente, como tú dices, esta serie es bastante obsesiva, como la misma compulsión desmedida por acumular objetos. Eso es más común de lo que parece. Lo más evidente es el consumismo incontrolable que padecemos en el Primer Mundo, y por otro lado ese padecimiento tan curioso vinculado a la posesión que es el síndrome de Diógenes.
También está lo que mi suegro llama "el hambre cerebral" y es la propensión que tenemos los que venimos de una cultura de la carencia a acaparar y querer conservar cosas inservibles "por si acaso". Por otra parte pienso mucho en el gesto de "coleccionar" y los innumerables enfoques que eso tiene.
Tu obra se ha desarrollado en contextos bastante distintos (Cuba, España, EEUU) y al mismo tiempo ha conseguido mantener una envidiable consistencia. ¿Cómo han influido esos diferentes contextos en el desarrollo de tu obra? ¿De qué manera te has aprovechado (o resistido) a ese cambio de espacios en tu creación?
Al llegar a España empecé a desarrollar cierto gusto por los objetos obsoletos y sus historias particulares. En el Rastro de Madrid encontré un Telefunken, un radio alemán de finales de los 50 y con este empecé a desarrollar la serie de los desarmes, en la que me concentro en diseccionar dispositivos emisores de información como cámaras, radios, proyectores… El hecho de desensamblarlos se convierte en una disección anatómica que permite al receptor sumergirse metafóricamente en el universo simbólico de estos artefactos. En la historia, la época, la ideología, los materiales y las formas contenidas en los mismos. Posteriormente algunos de estos objetos diseccionados culminan en videos realizados a partir del uso de la técnica de stop motion. Además de esto la experiencia de vivir en Europa, la capacidad de moverte por el continente y de estar en contacto directo con las obras de los maestros en museos como el Prado o el Louvre es una de las cosas que creo más importantes de esta etapa de mi trabajo y mi vida.
A tu llegada a EEUU hemos visto tu integración relativamente fácil a una comunidad creativa de cubanos del área de Nueva York-Nueva Jersey. Cuéntanos cómo ha sido tu experiencia con esta comunidad. ¿Qué esperabas y qué te ha sorprendido? ¿Cómo crees que te beneficia —o te afecta— la cercanía a una ciudad como Nueva York?
Llegar aquí fue reencontrarme con varios amigos del medio, muchos de los cuales no veía hacía más de 15 años. Para mi sorpresa comencé a conectar con una amplia comunidad de artistas plásticos, críticos, curadores, escritores, sociólogos, músicos, historiadores, filólogos, también amigos que trabajan en otros campos, todos cubanos, lo cual es una suerte tremenda. Fue como llegar a un lugar en el que se siente, a pesar del frío de ese enero de 2014, haber estado desde hace mucho tiempo. Un lugar donde no solo cuentas con luces y coordenadas referentes a tu medio, sino personas reales que están al tanto de si necesitas un abrigo o un mueble para tu nuevo apartamento.
¡Y para qué hablar de Nueva York! Una ciudad que es pura inyección de energía, y que solo con caminar sus calles te ofrece demasiado. Al principio puedes sentir que no te da todo lo que buscas pero te mantiene en vilo, sientes que puedes, te reta, es dura pero te invita a entrar en el ruedo. Me impresionó tanto ver cómo una sola calle de Chelsea puede tener más galerías que cualquier otra ciudad del mundo. El MoMa, el Guggenheim, el Metropolitan Museum… la dinámica artística en Chelsea, el Lower East Side, Brooklyn… es impresionante.
En un plazo relativamente corto has participado en varias exposiciones individuales y colectivas en EEUU, tu obra ha sido adquirida por importantes coleccionistas y has obtenido varias becas importantes, la más reciente de ellas de la Fundación Pollock-Krasner. ¿Cómo ha sido tu adaptación al mundo artístico y el mercado de arte norteamericano? ¿En qué sentido crees que puede influir esto en tu creación futura?
La verdad es que he llegado con el pie derecho a EEUU, desde que llegué he estado participando en exposiciones con bastante frecuencia, en el Lehman College Art Gallery, en Nueva York; en el IDB Cultural Center de Washington; en Otterbein University, en Ohio; en el Bakehouse Art Complex de Miami etc… También me concedieron la residencia de Guttenberg Arts en Nueva Jersey, después la de Marble House en Vermont, y este año estaré participando en la nueva edición de la Bienal del Museo del Barrio en Nueva York.
La beca de la Pollock-Krasner Foundation me tiene súper feliz: durante muchos años estuve pensando en solicitarla, pero parece que lo hice justo en el momento correcto. Yo lo siento como un reconocimiento a la constancia y el trabajo de tantos años. Y, por supuesto, esa beca me va a ayudar a seguir produciendo y haciendo mucho más con mi carrera en este año.
Esta es una pregunta a cuya respuesta volverás dentro de un tiempo por pura curiosidad sobre tus propias expectativas pero ¿Cómo crees que evolucionará tu obra de aquí a 20 años?
Bueno, esta es la pregunta más difícil, yo sé que evolucionaré, porque soy mi mayor crítico y desgraciadamente o no, tengo este padecimiento que es el estar día y noche dándole vueltas a mi obra. Probablemente estaré lejos de estas acumulaciones obsesivas, pero habré acumulado tantos objetos que me habrán condecorado con la medalla al más grande acaparador.