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Cine

Generación 24: Alevines del audiovisual

Se presentan en la sala 23 y 12 las doce tesis de los recién graduados de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.

La Habana

La graduación vigésimo cuarta de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, primeros graduados en TV —producción, dirección y edición— además de los clásicos conocimientos en cine y vídeo, presentaba en público —sala 23 y 12— sus doce tesis de graduación en documental y ficción. En un evento de casi seis horas de duración, los estudiantes y graduados permanecían chachareando en el lobby del cine, socializando experiencias,  compartiendo, los extranjeros, sus últimas horas en la Isla, pues pronto han de partir a sus respectivos países y lo que se proyectaba en la sala ya lo tenían ¡revisto y discutido!, en encuentros de asesoría  y seminarios ad hoc.

En la sala, pues, permanecerían fieles en sus butacas los profesores, empleados de la EICTV y espectadores curiosos e impredecibles.

Cubanos y extranjeros se empeñaban con temas de la actualidad del archipiélago: emigración, crónicas de vidas y costumbres, historias singulares de familias en las serranías, retratos de personas y personajes de la llamada tercera edad y conflictos de abandono filial.

Así, debutaban en ficción Rubén Rojas, de México, con Polsky; Laura Plazas, de Colombia, con Madriguera; Joanna Vidal, cubana, con El caparazón, el español Javier Ferreiro con Alfa, la también cubana Maryulis Alfonso, con Sirenas, y el dominicano Andrés Farías, con Tiznao.

En documental, La bendita manía de contar, del colombiano Emanuel Giraldo; Cocodrilo, de Pigi Capoluongo, Italia;  La carga, de Víctor Alexis, Cuba; Iceberg, de Juliana Gómez, de Venezuela; A poquito es noche, de Paula Andrea Murcia, Colombia; y Nada ni nadie, de la iraní Roya Eshraghi.

Sobresalían, en ficción, El caparazón, con la excelencia actoral de Coralita Veloz. Historia sencilla, llevada de manera lineal y ligera, tragicomedia de amores lejanos, afectos y apariencias que dice mucho del ser cubano de hoy.

También Sirenas, de la experimentada Maryulis Alfonso, veterana de las muestras de nuevos realizadores y heredera de su impronta de trabajar en los márgenes, efectista y escéptica, casi perfecta en la dirección de actores, sólido guion y atmósfera de tensa sospecha.

El mundo gay, el del espectáculo, cine porno y cabaret es abordado por AlfaTiznao. Alfa tiene a su haber el ritmo de la edición y la regia actuación del protagonista (Andrés H.) en su rol de Alfa Méndez, actor de cine porno. El director registra con claridad, sin obscenidades, una actividad cinematográfica considerada ilegal y de bajo nivel artístico.

La bendita manía de contar, del colombiano Giraldo, documental muy brechtiano e interesante en su "puesta en escena", de evidente intención antropológica, sociológica, viene matizada por el deseo de realización artística. Aquí se trata de salvar el principio de realidad, cuando inmersos en el bombardeo neurótico de imágenes, digitales y no, las personas responden a la premisa de qué historia de sus vida les gustaría ver en una película.

La carga, del cubano Víctor Alexis, logra captar la atmósfera vital de estos obreros obligados al ocio y a la convivencia en los ferrocarriles, víctimas de la burocracia y la desorganización laboral.  Acertada fotografía en blanco y negro, efectiva en la iluminación de la grisura de estas vidas.

Nada ni nadie, de Roya Eshraghi, es un sutil ensayo sobre la memoria y la desmemoria, realizado  con gran economía de medios y recursos expresivos de gran efecto, como las manchas de tinta, y registros documentales —grabaciones de voz, videos—, resulta un ejercicio de notable maestría, intimista y conceptual. Todo el cortometraje está recorrido por una línea soñadora, de exquisita delicadeza ante los límites de la memoria, su posible pérdida. Va de lo muy personal —recuerdos y añoranzas familiares, al enlace ingrávido, presencia y ausencia.

Documentales hay en el límite del género, clasificando como reportajes —Iceberg, Cocodrilo y A poquito es noche—. Iceberg recuerda La marea (2009), de Armando Capó: igual escenario, la bahía de Santiago de Cuba y personajes singulares, mientras A poquito es noche, parece continuar la historia de Cuatro hermanas, rodada también en la Sierra Maestra con la colaboración de TV Serrana.

Como el cambio es una cuestión permanente, y no de un momento o de unos pocos iluminados, demos la bienvenida a los nuevos directores que ya se enfrentan a un público desprevenido y ocupado.

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