Entre diez y 12 emigrantes cubanos se reportan como desaparecidos tras la creciente de un río en el Darién, Panamá, el pasado 23 de abril.
En diálogo con DIARIO DE CUBA, Luis Guerrero Araya, delegado de la Asociación de Derechos Humanos de Costa Rica, confirma la desaparición de los emigrantes cubanos.
Ante crecientes rumores, la Asociación de Derechos Humanos de Costa Rica y Luis Guerrero lanzan una alerta en las redes sociales, en la cual solicitan a los familiares de emigrantes que reporten las desapariciones en el Darién panameño.
Guerrero Araya lleva 19 años defendiendo los Derechos Humanos de los emigrantes a su paso por Centroamérica.
"Del 23 al 25 de abril, en el sector de Almira-Panamá, una creciente del río Darién se llevó decenas de tiendas de campaña de emigrantes", avisa.
Según el activista, el número de muertos podría superar el medio centenar. Han confirmado ya la desaparición de 12 cubanos, según reportes de sus familiares.
La alerta ha contado con el apoyo del perfil en redes conocido como Will Herrero. Dicho perfil es el de un ciudadano anónimo de Costa Rica, quien por más 16 años ha ayudado de forma desinteresada a los emigrantes cubanos.
Al ser consultado por la identidad de los cubanos, el delegado de la Asociación de Derechos Humanos de Costa Rica fue claro al expresar: "Por respeto a los familiares, y en atención a los protocolos para estos casos, esa información no se la puedo dar".
Se activa un protocolo
Según Luis Guerrero Araya, para iniciar las actividades de búsqueda y rescate es necesaria la confirmación de las desapariciones. Un segundo paso, la consulta a la embajada de Panamá en Costa Rica, se dio el 5 de junio. Y se encuentran a la espera de la autorización para contactar al organismo de investigación judicial de Panamá.
Una vez que sea aceptada la denuncia de desaparición y la solicitud de recuperación de cuerpos o búsqueda de desaparecidos, se solicita una foto actual de la persona desaparecida, y la emisión de un dictamen de ADN del familiar certificado por la Cancillería del país donde se emite el documento. En este caso, consularizado por la embajada de Costa Rica.
"Una vez que estos documentos estén en regla, se envían al organismo de investigación judicial, ellos coordinan con el Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT) y el grupo de rescate. Si el SENAFRONT de Panamá ha recuperado los cuerpos y fueron enterrados, se coteja la información enviada, con la recolectada por las autoridades panameñas", explica Guerrero Araya.
La última fase del proceso es la autorización del ingreso de un familiar a Panamá. En compañía de un juez se exhuma el cadáver para después ser cremado, y las cenizas son repatriadas o llevadas al lugar designado por los dolientes.
En este caso, las actividades de búsqueda de los cadáveres o sobrevivientes se centrará entre los campamentos de Bajo Chiquito y Peñitas, en Panamá.
Por último, Guerrero Araya solicitó difundir el siguiente mensaje: "A los familiares de migrantes cubanos o de otras nacionalidades que hayan salido de Colombia, a mediados de abril, con el fin de cruzar la selva del Darién y debieron haber llegado después del 27 de abril a Panamá Centro, que se comuniquen con la Asociación de Derechos Humanos de Costa Rica".
"Fueron 57 los muertos"
"¡Cuidado con el río, cuidado con el río!", fue el grito que les salvó la vida a Néstor Ferrer Sánchez y su esposa la madrugada del 23 de abril. Desde un descampado vieron con impotencia cómo el río se llevaba sus pertenencias y la pequeña carpa que les diera abrigo y los protegió de las inclemencias del tiempo en la selva de Darién.
Néstor Ferrer Sánchez y su familia iban una jornada por delante del resto de los emigrantes. Sin conocer la tragedia ocurrida a los demás, continuaron el camino, y diez días después de la creciente llegaron a la frontera con Costa Rica. Allí recibieron la noticia de que en la creciente habían muerto 57 emigrantes, entre cubanos y haitianos, cuyos cuerpos fueron enterrados en una fosa común en la localidad panameña de Bajo Chiquito.
Néstor forma parte de los cubanos que por más de dos años estuvieron varados en Trinidad y Tobago, quienes ante el futuro incierto decidieron abandonar la Isla de forma clandestina.