La auditoría sobre Radio y Televisión Martí, elaborada por la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales, es la más reciente escaramuza en una larga batalla por mantener unas emisoras que, pese a todas sus tachas, han rendido un incalculable servicio a los cubanos en la Isla. Cierto que la auditoría no está hecha por simpatizantes confesos del castrismo. Pero carece del sello de la proporción.
Propaganda ineficaz, mal periodismo, violación de los estándares éticos son algunos de los puntos que señala el panel de auditores. Las emisoras, añade, distan de cumplir con su misión de servir como fuente "confiable y autorizada de información precisa, balanceada y completa para el pueblo cubano".
Por décadas, Radio y TV Martí han sido pasto de la polémica. Aquí, la compleja dinámica implícita en la operación de cualquier medio se agrava por varios factores. Enumero algunos:
- La diferencia, a veces abismal, del conocimiento del tema cubano entre el personal de las emisoras (directores, productores, periodistas, colaboradores) y supervisores en Washington; algunos de ellos, sean demócratas o republicanos, ajenos a la historia y actualidad de la Isla y el exilio.
- El inevitable vaivén ideológico de las sucesivas administraciones, con sus respectivas percepciones de la dictadura cubana.
- La imposibilidad editorial de contrastar versiones, identificar fuentes, desarrollar contactos y desplegar recursos en la Isla.
- Factores de sindicalización y estáticas reglamentaciones federales que dificultan la evaluación, el movimiento y la renovación del personal.
- Por último, y quizás lo más importante, la continua infiltración y manipulación de la inteligencia cubana.
Hay que celebrar el celo por la objetividad de los contenidos. Ahora bien, no puede pasarse por alto que esa objetividad constituye en sí misma una misión política, pues se trata de quebrar el cerco informativo de la dictadura contra el pueblo. Para la dictadura, la verdad es propaganda enemiga. Por eso, la existencia de las emisoras, junto a la Ley Helms-Burton, está sobre la mesa de cualquier negociación con La Habana. Por eso, la dictadura emplea todos los recursos técnicos a su alcance para bloquearlas. Por eso, desde que salieron al aire, las emisoras han estado bajo permanente ataque de la dictadura y sus aliados dentro y fuera de EEUU.
La auditoría, y su tendenciosa cobertura en algunos medios locales y nacionales, parece tener la intención de sustraer a las emisoras de esta realidad. Algunas de las observaciones muestran la infantil susceptibilidad de los propagandistas castristas. Por ejemplo, se eleva a la categoría de "crudeza" que el anfitrión de un programa, con 16 años de presidio político en su haber, haya dicho que la dictadura es un "cáncer". Asimismo, aparece como un defecto de la programación que se permita "casi cualquier crítica al Gobierno cubano y a sus líderes en la radio, la televisión y en internet a diario, en los comentarios de las noticias, en los programas y en los informes en línea a lo largo del día".
Una explicación de estas deficiencias, según los expertos, radica en que buena parte de la plantilla se haya formado con profesionales procedentes de medios como Radio Mambí, La Poderosa y WQBA, "voces del anticastrismo en la comunidad cubana en el sur de la Florida".
Y entonces, ¿qué dicen los expertos de las voces del castrismo en las emisoras? ¿Así que la auditoría no advirtió el intento colaboracionista, con frecuencia exitoso, de vacunar los contenidos de las emisoras en los últimos diez años a favor de la dictadura y las políticas de Obama? ¿Así que ningún experto tuvo en cuenta las batallas internas de muchos empleados por enfrentar una oleada de ejecutivos y periodistas empujando por proteger a la dictadura bajo la sombrilla de una oportunista imparcialidad?
¿No van a hablar los expertos de empleados que se burlaban abiertamente en los pasillos de los líderes de la disidencia y el exilio, promovían notas exaltando el perfil de los jerarcas castristas y estaban alerta para quitarle hierro a las tragedias del pueblo y a los escándalos de la elite castrista?
¿Saben los expertos si aún quedan algunas de estas voces en las emisoras? ¿Han pensado los expertos si el affaire Soros se debió a una medida activa que, a partir de un error de juicio no intencional de personas de probada trayectoria anticastrista, construyó toda una narrativa para manchar a las emisoras con el repulsivo estigma del antisemitismo?
Si esta auditoría hubiera salido bajo el manto de una administración de Hillary Clinton estaríamos presenciando hoy el desmantelamiento de las emisoras. Solo que el tiro por elevación tardó unos meses en tocar el blanco.