Entre los mecanismos de presión que utiliza el régimen cubano sobre los profesionales en las llamadas "misiones internacionalistas" caben desde "la vigilancia permanente en el terreno profesional y personal" hasta las amenazas vinculadas con sus familiares en Cuba.
Estas revelaciones —y otras que hablan incluso de violencia física y acoso sexual— son parte de la denuncia presentada ante la Fiscalía de la Corte Penal Internacional contra los principales dirigentes cubanos, por "crímenes de lesa humanidad".
En las página del largo reporte elaborado por las organizaciones Cuban Prisoners Defenders y Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), que ha servido para acusar a Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel y otros cuatro altos cargos del Gobierno de la Isla por la "esclavitud, persecución y otros actos inhumanos" a los que someten a "cientos de miles de profesionales", muchos son los elementos que evidencian la a veces sutil y otras burda extorsión a que son sometidos los cubanos en las "misiones" en el exterior.
De acuerdo con las conclusiones de la denuncia, los abusos surgen "al amparo de la situación de sometimiento y servilismo" en que se encuentran los profesionales.
Según los testimonios de 46 médicos cubanos, la mayoría de los cuales han escapado de las "misiones", aparte de mantener controlados a los trabajadores, las autoridades hacen obligatorio "vigilar a los compañeros en su vida profesional y, sobre todo, personal".
"Debía reportar cualquier situación sospechosa de que un compañero pudiera querer abandonar su desempeño", reconocieron más del 90% de los profesionales entrevistados en el informe, mientras que casi el 80% dijo que, cuando "alguien en mi entorno abandonaba el cargo, me instaban a realizarle un acto de repudio".
Además de presiones para cometer fraude en los reportes laborales e índices de salud, los profesionales sufrieron sanciones y castigos, amenazas e incluso violencia física y sexual por no acatar órdenes, indica el informe.
Otro mecanismo de control tenía que ver con la ausencia de derechos laborales mínimos. Más del 40% de los entrevistados dijo que no le fue presentado "un contrato laboral para firmar que estipulara salario, condiciones, derechos, horarios de trabajo, etc" y más del 95% reconoció que nunca le ofrecieron "cláusulas de beneficios extra por peligrosidad laboral, pago de horas extra, seguro de baja por enfermedad".
Esta situación hizo que muchos laboraran en situaciones de riesgo para su vida.
La doctora Dayli Coro, de Camagüey, contó a BBC Mundo que mientras trabajó en la ciudad venezolana de El Sombrero, como parte del programa Barrio Adentro, estuvo varias veces a punto de morir debido a la violencia entre pandillas.
"Cuando se enfrentaban, nos traían a sus heridos porque el hospital venezolano local tenía presencia policial y nosotros no. Estos chicos traían a un paciente con 12 o 15 balas en el cuerpo, te apuntaban con sus armas y te decían que tenías que salvarlo. Si él moría, tú también. Ese tipo de cosas sucedían a diario. Era rutinario", contó.
Las presiones también están vinculadas a las restricciones de movimiento a que están sometidos los cubanos parte de las "misiones" profesionales.
Como ha sido documentado profusamente, sobre todo a raíz de las revelaciones vinculadas a la "misión médica" cubana en Brasil, los galenos no podían "pernoctar fuera del lugar asignado sin aprobación", ni "conducir automóviles sin ser autorizado previamente", tampoco salir de su vivienda "a partir de cierto horario sin permiso, incluso tras el
trabajo o en días libres".
Otro factor parte de la vigilancia es que los miembros de las "misiones" están obligados a comunicarse entre sí y con sus allegados a través de los medios que les facilita el régimen. La Resolución Ministerial No. 168, diseñada para regir el "comportamiento" dentro de las misiones y que tiene rango de ley en Cuba, así lo recoge.
Más del 90% de los profesionales cubanos entrevistados aseguraron que temían que sus correos electrónicos "pudieran ser monitoreados".
Más del 80% de los testimonios reconocieron a su vez que las presiones alcanzaban el ámbito de la familia en Cuba o en el extranjero, en caso de que esta acompañara o visitara a los trabajadores.
Según reconocieron los entrevistados para el informe, en el periodo de vacaciones no "se les permitía ir a los sitios que eligieran libremente", mientras que los viajes a Cuba eran permitidos "siempre con restricciones no derivadas del trabajo propiamente dicho".
Violencia contra los profesionales en "misión oficial"
Una parte muy oscura revelada por el informe refiere coacciones a nivel de amenazas, violencia física e, incluso, abuso sexual.
Más del 93% de los entrevistados para el reporte presentado a la CPI indicaron que sufrieron o vieron "a compañeros/as sufrir amenazas".
El 41,30% dijo que sufrió o vió a "compañeros/as sufrir acoso sexual por parte de los funcionarios o con su permisividad".
Estos testimonios coinciden con las declaraciones de varios médicos cubanos exiliados a quienes BBC Mundo tuvo acceso.
Una doctora de 48 años que prefirió ocultar su verdadera identidad, contó que durante sus cinco años de misión en Venezuela estuvo en el estado de Bolívar. "Tuve la mala suerte de que el coordinador de la misión se interesara por mí y yo no cedí a sus repulsivas insinuaciones. Hizo que me enviaran a una serie de lugares apartados en zonas rurales", denunció.
En uno de esos sitios —aseguró— fue violada por dos hombres encapuchados, tras lo cual contrajo VIH. El coordinador de la misión la trasladó, pero, según la doctora, el hecho "no tuvo consecuencias aparentes ni una reprimenda oficial por haber expuesto a los miembros de su equipo a tal peligro."
"El enfoque fue básicamente: 'No le digas a nadie que esto ha sucedido'", denunció.
Otra doctora cuyo nombre no fue revelado, y que era una médica de familia de 26 años de edad cuando fue enviada a Guatemala en su primera misión internacional, en 2009, contó que en el estado de Alta Verapaz, el coordinador de la "misión" comenzó a hablarle de un hombre rico del área, a quien se refería como "ingeniero", y le insinuó "que le gustaban las mujeres cubanas".
Este coordinador le entregó un teléfono celular al que el "ingeniero" comenzó a llamarla todos los días. "No respondí, e incluso cambié el número, pero igual llamó", dijo la doctora. "El coordinador me dijo que me enviarían a casa como castigo si no llegaba a ver a este hombre, y dije que me parecía bien", recordó.
Después de dos meses resistiendo la presión para ver al hombre, la doctora cubana fue trasladada a otra "misión". Unos meses después oyó que el "ingeniero" había sido arrestado en una redada militar, acusado de ser traficante de drogas.