Huyendo de las amenazas y la xenofobia, 16 cubanos varados desde hace dos años en Trinidad y Tobago deciden salir clandestinamente hace diez días de Puerto España. Para ellos, pesó más el deseo de libertad que el temor de atravesar una Venezuela convulsionada por la falta de energía y plagada de miembros de la inteligencia cubana.
En este grupo estaban la Dama de Blanco Onelia Alonso Hernández y su hermano, Carlos Alonso Hernández, quienes cuentan con la condición de refugiados políticos, otorgada por la ACNUR, además de Orlando Ezequiel Márquez Montes De Oca, quien llevaba 14 meses a la espera de ese estatus.
Los emigrantes que iniciaron la travesía formaron parte de los 72 cubanos expulsados en enero de 2019 del refugio "La Esperanza", un almacén que les había facilitado un empresario local en Puerto España.
Después de dormir en las calles, crearon en un potrero el refugio "El Platanal". Allí todavía duermen, en la "tierra pelada" y bajo carpas hechas de plástico, 56 cubanos que están bajo constante amenaza de deportación por parte de Migración de Trinidad y Tobago. Entre ellos hay mujeres embarazadas, adultos enfermos y niños, que no cuentan con agua potable ni servicios sanitarios.
Sin pasaportes
Según Orlando Ezequiel Márquez, las autoridades migratorias de Trinidad y Tobago retuvieron los pasaportes a 86 cubanos que fueron detenidos por protestar en noviembre pasado ante las oficinas de la ACNUR y a aquellos que han sido multados por trabajar sin permiso.
Márquez solicitó varias veces la devolución de su documento pero, asegura, la respuesta de la oficina de Migración en Trinidad y Tobago siempre fue la misma: "solo se le devuelve si decide regresar a Cuba".
Por su parte, Onelia Alonso dijo a DIARIO DE CUBA que se comunicó con la trabajadora social de Living Water Community en la ciudad de Puerto España y, llorando, le pidió que gestionara la devolución de su pasaporte.
"Me respondió: 'en eso no me meto, es un problema personal de usted con Migración de Trinidad y Tobago'", relató la emigrante. Describió a Living Water Community como una ONG encargada de la caracterización de los migrantes irregulares y las solicitudes de asilo a la ACNUR en Trinidad y Tobago.
Camionetas negras sin placas
Desde la semana anterior al 11 de marzo, la zozobra por las constantes amenazas y por patrullajes nocturnos de camionetas negras sin placas, se apoderó de los cubanos en "El Platanal". Pero dos hechos obligaron a Onelia, su hermano, Orlando Ezequiel Márquez y los demás a tomar la desesperada decisión de iniciar un peligroso viaje.
Orlando relató a DIARIO DE CUBA que una noche en la que salieron a comprar pan para el desayuno la camioneta que veían rondando el refugio "casi nos atropella".
"Oímos un fuerte frenazo a escasos metros, cuatro detonaciones y sentimos unos fuertes golpes en la espalda: nos habían disparado con balas de goma. Ese día decidí salir como fuera de Puerto España".
Onelia Alonso por su parte que el 9 de marzo sufrió un intento de secuestro mientras iba a comprar medicamentos para presión arterial en el centro de la ciudad.
"La camioneta negra paró a escasos metros de nosotros. De ella salieron tres hombres con los rostros cubiertos. Al ver esto, nos refugiamos en una casa. El pueblo trinitense, conocedor de los constantes atropellos que sufren los cubanos, nos ayudó a huir por los solares y callejones", contó.
Añadió que ese mismo día fue visitada en "El Platanal" por unos agentes migratorios que le advirtieron que, si la veían nuevamente por las calles de Puerto España, sería multada con 1.000 dólares, y que tenía 72 horas para abandonar el país. De lo contrario, sería "llevada a una cárcel y posteriormente deportada a Cuba".
El viaje
Los 16 cubanos salieron de Puerto España en un pequeño bote movido por dos motores fuera de borda, a las 2:00 de la madrugada del 11 de marzo.
Llenos de temor se aventuraron atravesar el mar Caribe. 200 dólares por persona y ocho horas de viaje les costó llegar a la desembocadura del río Orinoco, en Venezuela, relató Carlos Alonso Hernández.
Se habían preparado para el viaje: compraron sardinas, agua, galletas y ropa apropiada para atravesar la selva. Dejaron algunos dólares en sus bolsillos para las "mordidas" de los guardas. El resto del dinero fue envuelto en preservativos y guardado por las mujeres en sus vaginas.
Pero ya en aguas venezolanas fueron interceptados por hombres armados, quienes se identificaron como miembros Ejercito Bolivariano de Venezuela y les pusieron como condición para seguir que entregaran de todo el dinero y los objetos de valor.
"Nos quitaron alrededor de 1.000 dólares, relojes, ropa, zapatos y comida. Solo se salvó el dinero que las mujeres llevaban escondido", relató Carlos Alonso.
Agregó que fueron abandonados en medio de la selva por los coyotes. Esperaron un día, pero al ver que nadie llegaba, decidieron continuar camino. Horas después, se toparon con indígenas vestidos con taparrabos; se llenaron de temor y trataron de huir. Sin embargo, "los indígenas nos llevaron al caserío, nos dieron albergue, alimento y, apenas recuperamos las fuerzas, nos llevaron en una pequeña canoa hasta Tucupita. Nunca pidieron dinero a cambio".
Ya en Tucupita, tuvieron la suerte de encontrar un alma caritativa que los ayudó a continuar, indicó Oneida Alonso. "Fue un miembro de la resistencia venezolana quien nos tendió la mano".
Temprano en la mañana, cogieron una guagua que, por 30 dólares, los llevó de forma clandestina a Caracas. Allí ya tenían el contacto para ir a la ciudad de San Antonio del Táchira, fronteriza con Colombia. Durante el día que duró la travesía, el vehículo fue interceptado varias veces por miembros de la Policía Nacional Bolivariana, quienes siempre exigían dinero.
"Eran como mínimo 20 dólares lo que cada uno teníamos que dar en cada retén. Cuando llegamos a San Antonio, decidimos cruzar la frontera sin descansar. En la última parte, la guardia fronteriza de Venezuela nos quitó todo lo que nos quedaba", afirmó Onelia.
Su momento de mayor temor, dijo, fue escuchar una voz con marcado acento cubano dando instrucciones a unos hombres que estaban detrás de la última garita.
"Al andar por la trocha, era fácil ver a jóvenes armados y encapuchados escondidos en medio de la maleza. Un venezolano me dijo: 'esos son los colectivos bolivarianos'", grupos paramilitares al servicio del régimen de Nicolás Maduro.
En el momento de escribir este reportaje, 15 de los 16 cubanos estaban en Necoclí, Antioquia, Colombia.
Onelia Alonso Hernández se encontraba sola y enferma en una ciudad colombiana que no quiso identificar por motivos de seguridad, a la espera de una cita con Migración Colombia y de la colaboración de la ACNUR para poder continuar su viaje.
Otro grupo de 20 cubanos del albergue "El Platanal", que salieron días después de Puerto España, fue detenido por la Guardia Bolivariana de Venezuela. Sus integrantes estaban siendo depotados a Trinidad y Tobago, tras dos días detenidos en Caracas, declaró a DIARIO DE CUBA una fuente cercana a los emigrantes que pidió mantener el anonimato.